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PÁGINAS ILUSTRADAS El rumor de la seda Rumor de seda, opaca melodía disuelta en aleteos de paloma, estuche de vibrante pedrería, pez que bulle en fantástica redoma: hay no sé qué de majestuoso y leve un tiempo, en el frufrú con que te alejas, paseando sobre el siglo diez y nueve, la ostentación de las edades viejas.
El rumor de la seda habla de China, en que un dragón asecha en el ovillo de que se urde la gracia femenina con que flamea el triángulo amarillo, Persia, con sus ejércitos en fila, sirve apenas de escolta, en el sendero por donde Ester dirigese tranquila hacia el amor con que la llama Azuero.
Grecia sacude, en gesto de arrogancia que finge un aletazo en las edades, el manto en que protege su elegancia la insolente figura de Alcibiades.
Roma vacía su arca al pie de aquella en cuyo seno se abandona Antonio; y después de vaciarla, guarda en ella el cadáver de mármol de Petronio.
Sobre la Media Edad la seda flota en el lanzón, que, al ábrego, derrama, como un alarde que expontáneo brota, el nervioso vaivén del oriflama: entonces se hace espesa, y es la sombra en que el amor del trovador resbala; entonces, se despliega. y es la alfombra; entonces, se retuerce. y es la escala.
Todo el Renacimiento, encantamiento.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica