Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
LA INFORMACION UN MILAGRO COMPROBADO Hay donde don Narciso un viejecito centenario, que es una maravilla; y va dirigirse los lectores.
Atención. Hace rato de eso, sí, señores; como que Narcisito andaba todavía gatas, chiquitillo. El qué va acordarse, pero yo no podré olvidar todas las bondades de aquella santa familia.
San José era una aldea de casas de un solo piso.
Nadie sospechaba esto de ferrocarriles, luz eléctrica, tranvías y automóviles.
Vamos, que ni coches había.
Mucho menos calles macadamizadas, con desagües, ni esta comodidad bendecida de coger el agua adentro; al muchacho que querían bañar entonces, lo agarraban del pelo, y acostado en la acequia le frotaban las costras con teja. Ni jabón. No había para qué advertir que el que habla es viejo; su asombro y la satisfacción que revela por tantas cosas que hoy en día constituyen la burla de cualquier mocoso, lo proclaman de sobra.
Se conoce también que no es persona nacida en época de renegar de la Municipalidad y del Gobierno, que es la característica de las gentes del siglo, esto es de los que aún no cuenta once años de edad.
El del cuento frisa con los ciento once; y si no fuera abusar de la palabra, agregaría que ha perdido ya la cuenta. Tampoco alcanzó. como a la mayoría de nuestras damas le sucede el régimen de la teneduria de libros, que al par que sirve para confirmar el sabio aforismo de cuentas claras y chocolate espeso, se emplea en los buenos almacenes como base de su prosperidad.
Entonces. ahora sigue el anciano. si que estábamos dejados de la mano de Dios.
De veras dejaditos, pues no era como ahora que todos los años llega con sus tres cuatro buques cargados de juguetes; en aquellos años jamás me acuerdo que pasara por mi calle más Niño Dios que alguno que lievaban a que le pegaran pestañas nuevas donde el Maestro Morales, notable carpintero.
Quizás por eso no se conocían más juguetes que el pito de piñuela, la flauta de agua y las varas que desempeñaban el papel de caballos de palo, para hacerle mandados a todo el mundo.
Qué iba haber Junta de Educación provista de preciosidades, ni Jaime Bennett que convidara los muchachos nada.
Un real era contrabando; y en las escuelas lo único que daban sin misericordia era rejo y palmetazos. Como a zurrón de cacao.
Sin haber visto más que esas cosas ni haber podido coger otra instrucción que la del Mazzo Catecismo y la de las Mil y una Noches, comencé cegarme.
Felizmente contaba con Dios y con esta gente; aunque me inutilicé los diecisiete años, aquí hallé siempre casa, comida y buen modo que es lo mejor. Porque estas son las personas finas y que saben ganarse voluntades.
Hasta estos natos de dependientes lo han aprendido.
Cuando iba por los ochenta ya no distinguía el día de la noche; y todo mi afán era rezar el Rosario y pensar en las maravillas de la luz, en los campos verdes, en los edificios limpios, en los parques, en los templos, y hasta un poquito, iqué demonio. en esas buenas hembras tan donairosas y perfumadas que entran llevar de aquí todo lo que les hace falta, desde pelo postizo hasta zapatillas.
Cuántas veces al escuchar las voces argentinas y las risas de oro de las bellas, no pensé en Aladino y su maravillosa lámpara; con un rayo de su luz, tánto, pero tanto como yo hubiese hecho. Infeliz me habría sentido no ser por el buen cimiento religioso de mis creencias; pensaba, y no sin esperanzas, en el día de ver la luz, una luz más viva, más intensa que esta que entretiene los simples mortales.
Cuando menos lo pensaba se me concedió el milagro; y conste que ahora uso los espejuelos para no ver tanto.
Lo del milagro es largo, por lo cual quédese para otro día.
Pero figúrense la desesperación de ver, como ahora lo hago, que le entraría mi vieja humanidad al escuchar conversaciones como ésta. Hay manta Doña Inés. Sí, señora. También tenemos Corona; y en lienzos, Carlos Felipe, Esmeralda, Concierto y Juego de Pólvora. mí me tiraba un poco más Esmeralda que Doña Inés; pero ya se conoce la definición de un ciego: aquél que se quedó sin Inés y sin el retrato. Deme diez varas de Juego de Pólvora.
Enseguida oia rajar la tela; y de veras que cualquiera confundiria con un juego de pólvora: rrr. rrr. qué lienzo más resistente. Tienen tela para sábanas. Sí, negrita: marca Buenas Noches.
Yo como viejo no me aguantaba a veces y reprendía bulto: Miguelito, no seas indecente! Palabra de honor que esa es la marca: mirela usted! Yo, por supuesto, se la quedaba debiendo. cómo tienen esas zarazas. 20 vara, Victoria.
Desde mi rincón yo me decía: dále con las mujeres. No, señor venía decirme Aurelio. es que usted no se acuerda del lienzo Carlos Felipe y Concierto, de la loción Carusso, de los perfumes Jockey Ideal, del jabón Palermo, del Richelieu y el Hogar. Los drilos también son hombres, los pañolones y pañuelos, el casimir, aunque lo vendemos para señoras, los cortes para vestidos, los calcetines y los juguetes. Hay manteles, limpiones, cotines y gran variedad de géneros para cortinas; hilo para bordar, peines y polvos como maíz. Quiére usted más varones en la tienda. Ataja esas letanías mayores y escucha: verdad que hay varones, pero no me negarás que cada rato se ofrecen camisas, que son hembras, carpetas, trencillas, lanas y peinetas; la mar de zarazas y sedas y flores y medias.
Aparte de que fuera de las señoras de la manta, del lienzo y de la zaraza, hay lociones Electra y Adorable, perfumes Buque de Amor, que no puede ser más femenino; Elvira, Encanto de Mayo y Madame Butterfly. Los polvos preferidos son María Luisa, Lucrecia y Nirvana, aparte de los jabones llevan esos mismos nombres y cada rato los piden. Nó, no me vengas con cuentos; aunque sí digo que ni las Mil y una Noches ni mis fantasías de ciego igualaron jamás las maravillas de este almacén.
que Cuando ustedes quieranl conversar sabroso y que les vendan barato, vayan la TIENDA DE DON NARCISO y pregunten por el viejito.
Natividad Cuijen Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
Este documento no posee notas.