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DIARIO DEL COMERCIO Los Domingos Literarios iPícara Iluvia!
tenía una imaginación brillante. Se expresaba con calor, con imágene bellísimas, dignas de inspirado poeta.
Salí del Congreso sofocada, sudan. Porqué hacerle callar? Era tan de do, y temiendo un desastre en mis gusto aquel coqueteo sin compromi; rizos, dorados por la mañana muy so. La imaginación de la mujer, aprisa, sin tiempo para que el tinte se he de juzgar por mí, se parece mucho secara lo bastante. Dios mío! esta muchísimo a una caldera de vapor.
rían deshechos y desteñidos. Qué atro Se caldea, la presión crece y crece; cidad! No temí que se conociera el pero si se abre a tiempo la válvula, e tinte; eso no. Las mujeres que adop vapor huye, y todo se normaliza.
tamos este color, lo hacemos para que iCuidado con la presión a que alcanzó se sepa. Es tan claro. He obser mi cerebro aquella tarde! La lluvia, la vado que los hombres odian el tinte pícara lluvia que exaltaba mis nervios.
que pretende ocultar canas, y enloque.
Ella era la culpable, ella, por que yo.
cen ante una cabeza de muñeca, con juro a ustedes que no cruzó por mi cabellos pajizos, sueltos, desordenadamente ni una sola idea pecaminosa.
mente alborotados. Que no es natural Me gustaba aquel coqueto mental, ca el color? ibab! en cambio es parisien que negarlo? Por mí, hubiese durado se;. mundano.
mucho; imucho! Era tan galante aquel Salí como digo, del Congreso, y quepicarón. En mis fantásticas suposidédesagradablemente sorprendida, baciones, llegué a verme metida en grave jo un ciclo cubierto de negruzcos nucompromiso. iUna cita! Yo luchaba.
barrones, que dejaban caer menuda luchaba por decir que no; pero al fin.
pulverización. Lluvia de cala bobos? Yo no sé que tiene este pícaro Madrid, Pues, aguacero en puerta. Había que que su ambiente nos vuelve novelescos aprovechar los momentos. Abrí el paa los seres impresionables. Allá, en raguas, recogí mi falda con coquetería Villapagana, de fijo no hubiese suy eché a andar en busca del hotel. puesto tantas agradables picardías. Allí En mis oídos resonaban aún las enerno hay ruido que aturda, ni ojos que gicas frases de mi esposo, diputado miren como los del chico de la tribupor Villapagana, dirigidas a uno de na de la prensa, ni quien diga cosas sus colegas. es un imbecil. La tan lindas. Decididamente, en Villafrase era algo dura, pero justa. Por pagana, cuando llueve, no se mojan algo se echó a reir la Cámara en peso tanto las conciencias.
y el Presidente no invitó a mi señor Bien, pues al llegar a lo de la cita, marido a retirarla. es un imbeque yo pugnaba por rechazar. y que cil. No sé que extraño eufemismo me indudablemente hubiese rechazado.
hacía encontrar delicioso el insulto.
ino faltaba más. iplaf! una ráfaga las mujeres nos gusta mucho lo atre.
de aire, indecorosa, a juzgar por la vido, aunque tenga sus ribetes de grofuerza con que tiraba de mi vestido, volvió del revés mi paraguas, sacándosero.
Entré por la calle de Turco y salí a me de mis febriles quimeras. Lancé la de Alcalá, en busca de la Peligros.
un grito de espanto, pugné por arreLa lluvia comenzaba a formalizarse.
glar el inútil chirimbolo, y Dios sabe Desde que saliera del Congreso, no cecomo me hubiese puesto la lluvia, si sé de sentir a mis espaldas unos pasos en aquel instante no me cubre con sti hombrunos que, por su insistencia en paraguas el alma caritativa que venía seguirme, comenzaron a picar mi cusiguiéndome. Me volví, resuelta a enriosidad. Varias veces cambié de acemendar mis pasados errores in menti, ra; pero irrútilmente. No había que y exclamé, con dignidad tribunicia: dudar; alguien me seguía. Quien? Lo. iS. es un inbécil presumí. Aunque provinciana, no soy Quedé fría. No era el chico de la tonta. Debía de ser aquel guapo jóprensa quien me cobijaba bajo su paven de la tribuna de la prensa, que raguas; era mi esposo, que había tenisiempre me mira con simpática sonrisa do la humorada de seguirme, no sé si en los labios. Esto pensando, y tenienpor capricho. o por otra causa.
do en cuenta que las letras son un gran El se echó a reir, con la satisfacción apoyo para la oratoria, y que mucho del hombre que está seguro de su dipesa una gacetilla encomiástica inspi. cha, y yo. como no había allí Presirada en la gratitud, descubrí bandera dente que me obligáse a ello, olvide parlamentaria, recogiendo un poquito retirar la frase con que mi esposo apamás mi airosa falda. para esquivar el bullara a su colega.
barro. Afortunadamente llevaba mis botitas nuevas, que ajustan a la perLUIS DE VAL.
fección de estos pies que. vamos, me han valido más de un piropo, desde que me llevan por las calles de la corte.
Yo no sé si por culpa de la lluvia o de la presión atmosférica, los nervios apoderáronse de mí, y una ligera pena Un venado salto desde un repecho, en el pecho hacíame suspirar incons ávido el ojo, humeantes las narices, cientemente. Lo que entonces pasaba adivinando en las marañas grises por mí no he podido explicarmelo to del restrojal, mastines en acecho.
davía. Caminaba presurosa como huyendo de aquellos pasos firmes que me Pero cuando tendía la escopeta seguían; mi imaginación se fué exalCando y pensé. pensé que mi consyo, el más fiero Nemrod de la partida, tante perseguidor, el simpático joven sentí el cósmico imperio de la vida de la tribuna de la prensa, me detenía, revelarse en mis fibras de poeta.
me rogaba que le escuchase, que tuviese compasión de él. Yo me indigna Violó un tiro el silencio del contorno, ba y al mismo tiempo sonreía. Des crispó las bocas una risa aviesa pués. después él. terco a mi lado, viendo a la bestia remontarse ilesa.
diciéndome que mi belleza era superior a la de todas las mujeres de Madrid; Mas un perro el más triste eo mi bochorno, afirmación que, la verdad, no me prome besó con sus ojos nazarenos ducía al efecto. Al fin, formulaba una declaración en toda regla, y yo.
iy sentí que los dos éramos buenos!
yo, en vez de enojarme, continuaba sonriendo, como animándole a seguir FLAVIO HERRERA murmurando cosas tiernas. El mozo Pamaxán, 1917.
MATES La Bacante De caza Mis estimados lectores y las gentiles amigas del tración escrita y perdurable en que pretenden conDIARIO DEL Comercio verán con gusto esta foto densar la admiración de los públicos entusiasmados: grafía de Ana Pawlowa, la sutil mariposa que en crónicas en las que a la madrigalesca galantería se una temporada abrileña, llenó con su arte mágico une la apreciación del valor artístico, todas ellas rala escena de nuestro Teatro Nacional. mos de rosas perfumadas, que han formado como Surgen en nuestro recuerdo, evocadas por el nom una alfombra suave y olorosa, sobre la que unos bre de la artista, aquellas noches amables, ya un pies enanos y musicales, unos talones de oro como poco lejanas, en que la Pawlowa, enmedio de una los de Panyra, han danzado armoniosamente du.
decoración rara, a veces atormentada, como hecha rante noches y noches, sin que ninguno de aquellos por pinceles rusos, cruzaba bailando con sus pies pétalos se marchitase o fuera maltratado. Así, fuligeros aquellas danzas sugestivas: coronada de gando de escena en escena, volvió a su Europa; rosas, apenas cubierto su cuerpo impecable y fino París ha aplaudido a esta rusa con entusiasmo: en con sutiles gasas, donde el color suave parecía irse los Campos Elíseos la temporada de sus bailes ha difundiendo en la luz coloreada de los proyectores debido prolongarse, pues, según han dicho los dia.
eléctricos y los pies alados tejiendo primorosos pa rios parisinos, todos los asíduos amantes y devotos sos al ritmo de la música, iba la danzarina cauti. de su arte, estaban propuestos a no dejarla irse de vando con su arte extraño, arrebatando con sus ninguna manera. Ha vuelto al Nuevo Mundo, livuelos, transportando el alma contemplativa a los bertada al fin de la ola de admiración de la Ciudad paraísos de una fantasía oriental, ideada por una Luz, para caer en el delirio de los americanos, ruiScherazada de viva imaginación poética, para solaz dosos y expansivos. De allí nos viene la fotografía: de algún emir sanguinario y artista, que después quiso la diva retratarse en un estudio de bacante, de fuerte lucha, volviese a su palacio y llamara a su coronada de frescos pámpanos su frente blanca, contadora de cuentos que le refrescara el alma con desaudos los brazos marmoreos y un racimo de un episodio miliunanochesco.
uvas suspendido en la cintura ondulante. Los pies Fugazmente pasó la hechicera czarina del baile no se ven, los pies mágicos que bordan maravillas por nuestro suelo; su recuerdo perdura y con afán sobre la seda de los ensueños, que apenas si se pose ha seguido su paso quimérico de coliseo en coli san en la punta fina y que en un amable mes de seo, donde el ruido de estruendosas ovaciones pre abril pasaron, como en un rápido vislumbre, por la mia su arte original.
escena de nuestro Teatro.
Los cronistas de todos los diarios se han afanado, a su paso, para hacerle a Ana Pawlowa la demosARMANDO MARQUEZ COMO EL ROBLE.
茶茶 茶茶 Me dijo el amigo: te hieren con safia, denostan a gritos tu nombre y lo ultrajan.
Y, fíjate bien, son los mismos los que antes en triunfo te alzaran, aquellos que ungiste a tu lado.
los mismos.
Sybe! le decía sube hasta mi cumbre y serás en mi cumbre admirada.
El sol y la tierra y el viento y el río formaron mi entraña y Dios mismo puso con amor de hermano todo lo grandioso que en mis venas haya.
Tómalo y sé buena; no envidies a nadie, y y al beber mi sagia tu espíritu encienda el Amor divino que todo lo alcanza!
La voz alterada, nerviosas las manos francas del amigo, vehemente y airoso me instaba: mira que te hieren en lo hondo, mira.
Con el claro gesto de quien no se exalta, sereno, con una sonrisa de paz que se abría en surco del alma, seguro de ser más humilde que aquél que me hablaba, repuse al amigo querido sin una violencia que nos alterara: En un campo mismo, a la par crecían oyó que a su paso le cantaba el río un pequeño roble y una trepadora; y que entre sus hojas se quedaba el alba; era un vasto campo de notas alegres: la montaña, el río, el árbol, la alondra.
lo vió tan alegre sobre el campo, ella, la pobre arrastrada, Sucedió que un día que probó a subirse por el ancho tronco el roble arraigaba sus raíces hondas y hundir en el árbol con furor su zarpa.
y el ramaje todo florecido y verde alzaba a los cielos sus ramas hermosas. estrujar al roble y apagar su vida en el campo alegre y perfumado, había y sentir su altivez desgajada, un cariño nuevo para aquellas frondas.
y luego dejarlo tronchado en el campo donde nadie oyera su canción alada. el río cantaba debajo del árbol.
iOh la trepadora y cantaba el pájaro por entre las hojas, y el viento pasaba por entre las ramas, y lo que pensaba!
y era todo el árbol una lira eólia.
El fecundo roble la miró sereno, comprendió stis ansias, en el campo era todo alegre fiesta y ayudóla a subir a la cumbre y sólo callaba una trepadora, haciéndole brazos de amor con sus ramas.
una pobrecilla trepadora mustia que no pudo alzarse por sobre las cosas. por cada paso de la trepadora por hundir su zarpa Pasaron los días.
el roble tranquilo e diámehroblemeteriske olies rato at antarabregón Lizano del Sistláhed fordi de Bibixecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
Asida al nudoso tronco de algún roble verás, aferrada, a una pobrecilla trepadora.
Aprende el sabio consejo que alienta esta fábula, y haz con los amigos que te hieran, eso: darles el amparo sereno del alma. Este documento ROGELIO SOTELA.

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