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PAGINA LITERARIA Poesías inéditas de Literatos Guatemaltecos Nuestras almas se extienden, tacteando en lo divino y misterioso; y son Cual un recuerdo que el placer exfolia, el regocijo trémulo del aire aviva tu fragancia de magnolia.
XAVIER DE XIMÉNEZ aureoladas de esperanza: auna heroica fermata de sol a solen que persiste la nota clara.
De Los Templos Abandonados El sol desfalleció en reflejos pálidos; la sombra agigantó las galerías con un exasperante desaliento. contra la reciedumbre del Olvido arcanas voces despertaron la ilusión de un vibrar en el silencio. fué sanudo, interminable y sordo el centuple rumor de las memorias que las alas estrujan de los ecos, perceptible en profundas reflexiones allí donde ha sembrado el abandono la floración sombría del Misterio.
Y, así cual se levanta la cabeza en las noches de mudo pervigilio para escrutar el lóbrego silencio, se diría espectante y asombrada, debajo la quietud de los escombros, la señorial grandeza del Convento.
Cruzó la soledad callado soplo y, al agitar vetustas colgaduras, desmadejóse en crepitar quimérico.
Se exaltó la nostalgia de la hora. Qué extraña insinuación desenvolviera su hachich tentacular en el Convento?
Difundían corpúsculos policromos, con su lívida luz, los ventanales, e iluminaban sobre arcaico lienzo el rosto pensativo de una monja.
Venía intermitentemente al claustro el batir de una puerta desde lejos.
y las flores le brindan su fragancia para envolverla en un mantón de ensueño, y, estremeciéndose, solloza el agua.
Neulina viene cadenciosamente a cobijarse bajo añosas ramas; la caricia del sol sobre su cuerpo le da fugaces refracciones aureas, y la ondulante cabellera flota cual flámula broncínea por su espalda.
Parece allí sacerdotisa en éxtasis, ofrendando liturgia legendaria.
De pronto surge en la ribera opuesta un recio atleta de actitud airada: examina el paisaje su ojo fiero y con gesto felino se echa al agua. y al sumergirse un vórtice revienta que en círculos concéntricos se ensancha.
Y, como emprende el vuelo una paloma, Neulina corre y su blancura arrastra hacia el hondo misterio de la selva; a su paso la sombra se desgarra, la recibe en su seno y se condensa para ocultarla en su caricia de ala.
Mas largamente se ilumina el bosque con la ignea estela de las crenchas áureas.
Mansedumbre (Ser unprior alegre y. Ser pastor de muy dóciles rebaños; y a la sombra de un álamo clemente resolver, en la calma del poniente, el problema intrincado de mis años. viviendo como esos ermitaños en las grutas musgosas de un torrente, escuchar el temblar de los castaños modulando oberturas con la fuente.
No saber de ciudades ni de aldeas. ocupado en idénticas tareas dejar rodar tranquila mi existencia. ya viejo agobiado por los años dar al cielo tan blanca mi conciencia como el blanco vellón de mis rebaños.
La canción de lo que dice el viento La calleja desierta, El viento ulula; y al pasar por mi puerta modula una canción fugaz, que ha llenado mi alma de una amargura tenaz.
Ruidos de hojas secas. Clarores de luna. pasa una vaga, espectral, sombra saturna, que en la calma nocturna me nombra.
Flotan ecos de una voz extinguida que en la noche serena, va diciendo mi pena: mi juventud ya ida, el dolor de pensar y de vivir y de anhelar no sé qué. caminar, caminar. nunca llegar al final de la jornada. a la vida ya no pedirle nada. siento un hálito frio que pasa por mi puerta.
El viento.
La calleja desierta.
De Esfumes de Opalo La última Cita Gravemente inclinado sobre el puente, maldije de tu suerte y mis dolores, mientras el canto de los leñadores hirióme el corazón traidoramente.
Entre la brisa de los surtidores y en la espuma sangrante del torrente bordó la tarde primorosamente filigranas de luces y colores.
La gastada campana de la ermita auuncióme la hora de la cita, cuando en una curva de la senda Se perfiló tu omnipotencia rara, vi constelarse en tu mirada clara la página triunfal de una leyenda.
Del poema Dolores La canción de la nieve Saltó sobre la grupa de mi potro, ciñóme al cuello los turgentes brazos y, viéndonos de cerca perseguidos, con loco galopar nos alejamos, En la noche su blonda cabellera se desplegó como un pendón fantástico; entre el fulgor de la naciente luna puso un toque de bronce en el espacio, y a los soplos del viento se estrujaba con un agudo rechinar de raso.
Detrás venían en tropel furioso, movidos por la saña, sus hermanos; cual una maldición nos perseguían, neno en la calleja despertando.
Sin detener un punto nuestra fuga, traspusimos así todo el poblado.
Después fué la ascensión de la montaña; siguieron el camino los caballos con áspero correr tal un torrente que, a inaudito conjuro replegado, cauce arriba a la cumbre se volviera.
El eco se estregaba en los barrancos.
Su presencia me dió calor y brio, y su cabello, cual pendón fantástico, nos envolvía en su ondular sedoso y juntó muchas veces nuestros labios; pero en mi cuello se aflojaba el nudo en que se upieran sus divinas manos, y, al doblar una súbita revuelta, se rompió la cadena de sus brazos y entre la sombra resbaló su cuerpo!
Yo continué hacia arriba galopando.
Soneto póstumo Cansados de llorar, ya sin consuelo errábamos sin rumbo a la ventura; tu blanco rostro exangüe de amargura se escondía detras de tu pañuelo.
Aquel musgoso banco hospitalario semi oculto en las frondas del pimiento fué en aquella ocasión como un santuario donde oficiara nuestro sufrimiento.
Ebrios de angustia ante la suerte artera nos juramos amor por vez postrera. luego que los dos en falso alarde fingimos al callar indiferencia, crudamente avivó nuestra dolencia la fuga misteriosa de la tarde.
CARLOS GÁNDARA DURÁN Estoy solo. la noche ya va a llegar, una tristeza blanca, crepuscular cae sobre todas las cosas. siento aletear unas alas brumosas que me traen la fría y gris melancolía del paisaje. Neva. la angustia me lleva a querer ocultar mi corazón. No se ve nada, ni se oye nada. Solo la descarnada tos de la nieve que se queja sin cesar. yo solo. sin apagar mi sombra. la noche ya va a llegar.
un Horas Nuevas Bajo la aurea presión de tu cabeza treman crugientes los cojines rojos, como si hubiesen bíblicos aojos, vibrantes en elástica dureza.
Infundídoles túrbidos antojos y fueran, con litúrgica pereza, en sensuales y bélicos arrojos desentumido su inicial firmeza, Alzas el brazo con felino gesto: so el kimono trepida un seno enhiesto y, al removerse la batista lila Exhalando un olor de liquidámbar, blondo rayo de sol fulge en tu axila y dá sobre tu piel reflejos de ámbar.
La euritmia musical de tu figura, trasunto de las vírgenes extáticas, sabe rememorar las gracias áticas del baile antiguo, con triunfal soltura.
Ríen tus ojos la sutil dulzura yacente en las pupilas enigmáticas, y tus fúlgidas formas numismáticas, reclaman el honor de la escultura. escribes en un lápguido poema de actitudes, con rítmico empeño materialización de ansia suprema, Tal un abrazo de la Venus trunca. la flexibilidad de un vago ensueño que no ha logrado realizarse nunca!
Oficias en la clásica liturgia de una danza de lentas inflexiones; pone la luz, rotundas refracciones sobre la complicada metalurgia Del peto y los bruñidos brazaletes, que, en un gesto de férvida codicia, te en vuelven en miríficos filetes de obnibilante y álgida caricia.
La música despierta la ilusoria sensación de una voz deprecatoria, y, al cerrarse tus ojos abismales, Arden en salomónicos poemas, con un rojo, fulgor, las verdes gemas donde culminan ambos pectorales!
Tu danza me sugiere un vago ensueño; describen las ingrávidas cadencias de la música, en místicas turgencias, la honda genuflexión de mudo empeño Que, en las vibrantes y albas opulencias de tu cuerpo beligero y cimbreño, desenvolviera su fulgor sedeño e hiciera resaltar sus prominencias.
La cabellera undosa, al aire suelta, de bronce tiñe tu figura esbelta y, con penumbra de sutil ancorca, En el ambiente cálido sigila el dejo suave de tu blonda axila y el crudo brillo de tu gruesa ajorca.
Desnuda estás y en el obscuro raso del diván donde yace tu belleza, con un gesto de muelle languideza desmayase la lumbre del Ocaso.
Realza el esplendor de tu cabeza.
cuyas crenchas se convierten al acaso, la color de tu cuerpo rico vaso de frágil y fugaz delicadeza.
Tu vientre róseo y cándido cobijas, bajo tus dedos llenos de sortijas, y si mueves la mano con desgaire, La Canción del Año Nuevo Igual que un reloj cuenta mi corazón las horas del año, próximo a expirar. pienso con tortura que voy a comenzar la misma senda, con la misma canción en los labios y la misma fugaz ilusión o desengaño que escribió en cada día, el destino del año de la melancolía, en el detario de mi renovación.
El reloj dió las doce mortales campanadas que llegaron a mi alma como crueles azadas, que buscaran ansiosas el tesoro interior. después; con un poco de dolor y sonriente.
Deshojé mi corazón indiferentemente, como las hojas muertas del viejo exfoliador.
De El Parque Ensoñador Bajo el domibo sombrío de los robles se despereza blandamente el agua; dice el viento su canto monorítmico en el blondo arabesco de las ramas, y, plegando con bruscos estrujones la superficie de la fuente, pasa como el genio fantástico del bosque sobre el suave susurro de las aguas, y va a dormirse en la ribera opuesta.
Sentada cabe roca solitaria Neulina se desnuda lentamente; la crespa cabellera destrenzada encuadra en ondulante nimbo de oro la calor marfileña de su cara, donde florecen la inefable risa de las grandes pupilas aleonadas y el dístico purpúreo de la boca.
Cuando por fin las manos ya separan de su cuerpo la Itima batista, se aviva el esplendor de la mañana, el boscaje se llena de rumores ACTUALIDAD El río pasa corriendo, Dexo claro de cristal que va de ayer a mañana.
Fiesta de luz, en la onda que se hincha apretada de luceros.
En cada gota de agua mía, es mar el anhelo de endulzar el mar.
El río pasa corriendo.
II EVA La tierra, en primavera, en esa flor divina.
Eva: tu risa.
El mar inmenso, todo, en esa gota de agua.
Eva: tu lágrima.
El cielo en esa rosa regada de rocío risa y lágrima. Eva: tu alma.
III LIRA Oye, Pitágoras. Cuando la forma y el color se callan, en la sombra, tu música se exalta.
La Canción del Invierno Il pleure dans mon coeur comme il pleut dans la ville.
VERLAINE Llueve en la ciudad y los días brumosos en los turbios cristales ritman una canción; y las gotas, lentas, sobre mi corazón caen, queriendo apagar los pensierosos fuegos que arden en mi interior. Oh, los resposos que hacen forzosamente auscultar el destino.
Caminar en la vida por los cielos fangosos.
que ha hecho la lluvia en el largo camino.
Apesar de lo obscuro de los días hiemales; habrá siempre una luz tras los sucios cristales aunque quiera la lluvia apagar el interno fuego. Tendré en las horas tediosas del invierno: la única, la eterna, luminosa canción, que arde perennemente dentro mi corazón.
ARQUES VELA LA PERLA Cómo se salva una crisis LA GRAN SEÑORA DE DE MARCELINO LOSILLA SANZ SRa frente al BCO DE COSTA RICA Existencia constante, y SIEMPRE RENOVADA de toda clase de tejidos y artículos de fantasía importados directamente de las fábricas.
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