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DIARIO DEL COMERCIO El Tribunal fios.
Domingos Literarios de que a su marido amenazaba una. si yo te lo suplicara, si yo te Cerca de las nueve de la mafiana gran desgracia.
rogara que ahora, mientras estás en Pablo aún dormía con sueño pesado, Aquella máscara de indiferencia con fermo dejaras ese amiguito?
También el recibía la caricia fortifique acogía sus frases doloridas, aquella iAy! no no papá, entonces me mue cante del sueño que tanto necesitaba.
mirada en la que a veces creía ver re ro, yo me quiero morir si Luisín no Sin reparar en él, Luisín había en.
flejos de una ira concentrada en el alma, viene! y sollozando se tendió en la ca. trado de puntillas a ver a su amiguito, le habían dado la clave de todo. ma dando señales de gran excitación. CUENTO)
que no había querido tomar la medi. Si no es el valor de la cosa, hija, Durante todo este tiempo. Pablo cina prescrita por el médico.
son sus exigencias, sus groserías lo sentía sobre sí, la mirada de su esposa Pablo despertó: hay murmullos que En aquellos días, las viejas diferen tinuó, haciendo un movimiento torpe, que me violenta.
que había permanecido de pie a la ca.
causan a algunos temperamentos el cias que por motivo de intereses exis para ocultarla: iPobre Raúl. Cómo Es que tú eres extraordinariamente becera del lecho. Alzó los ojos y pudo efecto de una tormenta. Se incorporó tían entre los dos vecinos, Pablo sigue?
susceptible, y juzgas con tus prejuicios hacerse cargo de aquella mirada, llena frotándose los ojos, y vió a Luisín.
y Enrique se habían agravado a No está bien, respondió ella en de todas las cosas. Medita, analiza con del más hondo reproche, con que su al mismo Luisín que servía una cuchacausa de una acalorada disputa habida medio de un suspiro enorme que la criterio sereno, y verás que Enrique mujer afeaba su conducta. Sin perder rada de medicina a Raúl, que inclinaentre ellos, motivada por una impru ahogaba: la fiebre ha estado alta esta nunca ha podido ofender tu reputación, su serenidad, que era mucha, pero un ba su cuerpo faco, esqueletoso, hacia dencia que, inadvertidamente había tarde. He tenido que darle, dos batu honor.
tanto avergonzado, hizo ademán de posu amigito, mientras rodeaba con un cometido un amigo de Pablo, al refe¡Cuánta verdad encerraban estas pa nerse de pie. Su esposa se le acercó. brazo el cuello de Luisin en actitud de rirle éste, ciertas frases proferidas por Mientras hablaba, fijaba su mirada labras de la pobre esposa desconsolada! poniéndole las manos sobre ambas roabandono y de obediencia. la cabeEnrique acerca de la añeja cuestión. escrutadora en la mirada de Pablo y EI, huraño, encastillado en su obse dillas, le dijo al oído con una sequedad cera de la cama, la pobre madre mira.
El encuentro había sido al parecer, comprendió enseguida, con esa penesión rumiaba su venganza. ca doce que le dejó aturdido.
ba con tristes ojos desfallecientes por casual, aunque es de suponer que Pa tración que algunas esposas poseen en pasos. Es que tienes prisa de matar a tu el insomnio, alternativamente al grupo blo lo había provocado esa tarde, pre grado superlativo para traducir ciertos Se habían detenido en el cuarto pró hijo? iNunca te creí capaz de tanta que formaban los dos niños, y a Pablo.
sentándose en un sitio frecuentado por signos, el modo de mirar, de sonreir, ximo al de Raúl, e iban a entrar, cuando crueldad, de tan ruín rencor! salió Este se levantó, bosco, desgreñado.
Enrique. No llegaron a las manos por la inflexión de la voz, un cierto disiel timbre de la calle sonó de manera altiva y serena de la habitación. la Avanzó hasta ellos, y besando a su hila oportuna intervención de un amigo mulo que lo reviste todo cuando se muy discreta.
fiera que aún qullaba en el alma de jo, sin hacer el menor caso de Luisin.
que acompañaba a Enrrique, pero los experimentan ciertas crisis, que algo Aquello más que llamada, parecía Pablo, filosofó. Enrique también tie dijo a su mujer. Por qué no le das bastones habíanse levantado amenaza muy grave pasaba a su marido. Dulci.
una señal.
ne un hijo de la misma edad que el tú la medicina?
dores, y las frases cruzado como lati. ficando la voz cuanto pudo, a fin de Un momento, dijo el con viveza; mío. La partida es igual. Doce paLuisin al oír esto, se ruborizó, puso gazos vibrantes e birientes.
no provocar una aspereza, algo frey fue rápidamente, pero antes, pasó SOS. Dado el temperamento de aquellos cuentes en él, como cierta compensala cuchard en el velador, dió media por su escritorio y tomó la carta.
Minutos después de las once, el amidos caracteres, temíanse fatales conse ción de aquella alma en que se confunvuelta, y quiso huir, como un cervaRegresó al lado de su mujer que go entró al cuarto de Pablo, donde cuencias.
dían, por una dualidad no rara en tillo astustado en el fondo del boscaje esperaba llena de zozobra y de anguséste hojeaba un libro. Recibió a su Pablo entró a su casa esa tarde más ciertos temperamentos una gran ter tia, después de haber entregado a su amigo y le preguntó en voz baja: por lejana detonación, pero la esposa temprano que de costumbre, preocu nura y una altiva braveza; una humilde Pablo le detuvo: amigo la carta, con semblante ani. bien. la carta?
pado y sombrío, sin reparar siquiera dad sincera, y el más profundo orgumado, casi risueño: al entrar los dos Entregada personalmente.
No te vayas, Luisin no hagas caso en su esposa con quien se cruzó en el llo, prosiguió. Qué te pasa? chas en el cuarto de Raúl, tropezaron con. Acepta?
de éste señor que, aunque parece un pasillo; entró a su cuarto y se sentó tenido alguna molestia con. Enrique?
Luisin, que salía escapado, rojo como Si.
ogro que come gente, es el más bueno frente al escritorio, en actitud medita Veo que le escribes. Hay alguna nouna amapola, con el largo cabello albo Hubo un silencio embarazoso.
de los hombres.
bunda.
vedad en el asunto?
rotado sobre la frente, bajo la cual El amigo refirió: Enrique se mos. Rápidamente había concebido una Poco antes había ido a buscar a su Phs. silvó el indiferente; nada sonreían unos grandes ojos pardos, tró al principio extrañado de tu deter idea salvadora, antes de arrepentirse excelente amigo a quien había con nuevo: el pleito continúa. le contesto ojos de dulzura, de una belleza seráfica, minación, pues cree que las condicio. de ella, estaba resuelta a ponerla en tado lo ocurrido, rogándole avistarse una carta en que me propone un arbiojos vivos en los que reía todo un cielo nes del duelo son exajeradas. pero práctica, de manera tan valerosa, que con Enrique, esa ma noche y entre traje. Tal vez arreglemos pronto eso.
de inocencia.
que, sin embargo, no será él quien te no se detuvo a medir las consecuencias: garle una carta que escribiría ensegui. Un arreglo? clamó la esposa: iqué Adiós, Luisin, hasta mañana, di desaire, si tal empeño ponías en ello; ella domaría al león con la barra de da. No valieron las reflexiones del dicha! acéptalo enseguida, ya sabes jo ella cariñosamente; venga acá. por que su nombre y su posición le obli hierro puesta al rojo.
amigo, quien apuró toda su dialéctica que es mejor un mal arreglo al mejor qué tan huraño? Salude a Pablo. gaban a no hacer un papel desairado, El león era bravío, pero ella era inpara hacer desistir a Pablo de su in de los pleitos. Ya ves, es más gene El chico quedóse parado, todo cohi ni a cargar toda la vida, ante la socie vencible, en su doble majestad de estento. Las condiciones que se proponía roso que tú, puesto que ha salido de bido. Aquel señor le inpiraba un gran dad, que impone sus leyes, con un posa y madre. En último caso, exigir eran espeluznantes, y el resul él la iniciativa! tanto como te lo he temor mezclado de no sé qué secreta sambenito deshonroso.
nada le importaba ser devorada por tado del encuentro tendría que ser suplicado.
antipatía. En su inocencia, a fuerza. Cuándo? interrumpió Pablo. ese león. Veremos de quien es el fatal. Pero no podía negar ese servicio Veremos, replicó Pablo, no puedo de oír en su casa aquel nombre, ha Probablemente pasado mañana, triunfo!
a su mejor amigo, a quien unía una comprometerme; además, las condicio.
bíalo asociado no se sabe por qué proen mi finca. Mañana quedará esto de vieja amistad, íntima y sinceramente nes serán inaceptables; tiene unas preSu rostro adquirió de pronto una ceso de ideas, a algo extraordinario, finitivamente arreglado, pues he de cultivada.
tensiones y unas exigencias. bien expresión de honda, de intensa ternuparecido a un vago terror, y sonreía, verme con los amigos de Enrique, y En el interior de Pablo se libraba ho sabes que la razón está de mi parte!
ra, de excelsa serenidad, y cuaudo Paa pesar de todo, sonreía de manera con Luis, mi colega.
rrible lucha, dado su natural exaltado Se había levantado en actitud de blo la miraba extrañado y confundido, angelical, pronto a deponer sus temo. No podría verificarse el lance y puntilloso; no podía creer que hu terminar el diálogo, y dudaba si toy se preparaba a contestar no sabía res a la primera caricia que recibiera mañana, aún cuando fuese por la tarbiese un hombre capaz de ofenderle mar la carta o dejarla allí, para no qué, ella, con un ademán digno, casi de aquel señor que tenía el inmenso de?
como lo había hecho Enrique: su amor infundir sospechas: mas ella lo arraslleno de santidad, como un Juez Sumérito de ser el papá de su amiguito Creo que no: ello depende de propio y orgullo de hombre hopra tró dulcemente, como un león que se premo, de pie, frente a los niños, erRaúl. Eran el amor, la dulzura, la in circunstanscias. El amigo X, camdo y sin miedo, se revelaban ante la deja conducir atado con un listón de. genuidad profundas del alma que viguida y valiente prosiguió: Si, Luibiando de tono prosiguió: Créeme, idea de sufrir una ofensa sin vengarla seda.
sin, este señor que ves aquí, a tu lado vían en aquel niño. ay! como han que deploro con toda mi alma esta amplia y satisfactoriamente. Vamos, que Raúl te está esperanen estos momentos no se preocupa de vivido en todos los seres humanos, desgraciada ocurrencia; me propongo Creía llegada para él una de esas do desde que te oyó entrar. iPobreotra cosa que de ver la mejor manera antes de trapsformarse en la fiera hom. aunque tú protestes, atenuar esas bárcrisis tremendas, definitivas, después cito! no tiene otra diversión que tus de matar a tu papacito, pero ya no lo bre. De la oruga brota la mariposa: baras condiciones.
de las cuales no es posible imaginarse visitas, y la compañía de Luisin que matará. Verdad, Raúl. siguió diridel niño la fiera: padres, madres, edu Ni una sola! exclamó Pablo vioun concepto claro de la vida: una cri no le deja sino muy breves momengiendose a su hijo que tu padre no casiopistas, habéis meditado alguna lento. El las ha aceptado, y no puede puede, no debe ser el asesino del papá sis en que todo se hunde estrepitosa tos. Ahora, justamente está con el, vez en este cruel, espantoso viceversa? volver atrás. Lo veremos. mente y hacia la cual era arrastrado les ha encantado el juego de damas de Luisin que te adora, que no ha te¿Es que el mundo ha de ser siempre Un momento después, cuando Pablo por su orgullo, por la idea exagerada que trajiste esta mañana, y aún no se mido el contagio de tu enfermedad, una guarida de fieras?
ha ido; si hubiese podido escaparse regresaba de despedir a su amigo, se de lo que el suponía EL HONOR.
que se moriría de pesar si tú murieses?
Luisin notó que aquel señor volvía encontró frente a su esposa, quien Maquinalmente tiró de una gaveta sin que le vieras, ya habría volado; le Verdad que tu papá no tiene cara de la espalda sin hacer caso de la excita le mostraba un termómetro clínico, y de su escritorio; los brillantes deste inspiras, al parecer tanto miedo.
asesino, ni de padre desnaturalizado, tiva de la pobre esposa, y permanecía le decía llena de congoja: Hos de un revolver hirieron sus ojos. Tan juicioso y tan bueno!
ni de ingrato, y que es incapaz de coparado, rojo hasta el cabello, pero ella. Treinta y nueve grados y tres Al oír Pablo el nombre de Luisin, La vista de una arma ejerce en ciermeter tan abominable infamia?
insistió.
quintos!
tos caracteres una acción sugestiva, arrugó el ceño, y su semblante adqui Pablo, ique Luisin quiere darte El la miró sorprendido. Había olvi.
Dijo todo esto aquella esposa, muy inquietante. Se apodera un vago de. rió una expresión de dureza y hosguelentamente, con tal acento de dignila mano!
dado que su hijo se moría allí cerca, seo de poner a prueba las condiciones dad que alarmó a su esposa, porque dad, de severidad; había tanto dolor, Luisin avanzaba con una manita consumido por la fiebre. El egoísmo mortíferas de aquella pequeña máqui Luisin era el hijo de Enrique estirada, sonriente y medroso hacia humano todo lo olvida, menos el culto tanto reproche y también tanta infini.
del hombre con quien estaba dispuesto Pablo. Este lo advirtió y no pudo mena, de apretar el disparador, de oir el de sus pasiones y de sus errores!
ta ternura en sus palabras, que los nitrueno de una detonación que duerme a jugarse la vida en lauce a muerte, nos de volverse hacia el niño, que le. iPobre chiquillo! exclamó Pablo, ños comprendieron al fin: aterrorizaallí el inconsiente sueño de una diná cuyas bases le obsesionaban como una ofrecía su manita abierta, con tal can volviéndose a la realidad: üle has pados por un miedo que les hacía temmica fatal, lista a producir sus efectos locura. pistolas 44, doce pasos, toda blar, abrieron intensamente los ojos, dor y confianza, que tuvo que tomarsado la esponja?
al menor capricho de una locura, o de la carga en recámara, y hacer fuego a Sí, acabo de darle un baño. Se la, rojo también, y aver gonzado como y rompieron a llorar abrazados, a una voluntad. ya, frente a un ad. discreción y avanzando hasta obtener un colegial, no sin disparar antes a su queja de la cabeza, llama a Luisin grandes gritos, mirando a Pablo con versario, en lucha franca y leal, una resultado. Un duelo en otra forma, mujer, una mirada de fiereza tal, que constantemente, delira a ratos.
ojos azorados por el espanto.
presión sobre la muelle, un estallido, era para el ridículo, teatralería.
la hizo estremecer. No había tenido el Pablo entró al cuarto del enfermito, Pablo quedó anonadado, confundiuna bala que sale a estrellarse no im. No vayas a decirle nada! hoy se valor, la entereza para despreciar aque y quedóse largo rato mirándole; estaba do; se habío puesto de pié, como galporta donde,. en una cabeza, sobre ha entretenido más de lo regular.
lla manifestación del niño.
conmovido. Hasta ahora no había vanizado por un súbito terror o por un corazón. Luego, un hombre muer. Ve, que se vaya, dile que han ve¿Quién lo habría tenido?
pensado en que la suerte podía serle una gran vergüenza. Sentía que sus nido a buscarle. No quiero ver aquí to, un proceso.¿Qué importa? iera. Qué cosos tienes tá! balbució en adversa en el lance que había provopuños se contrainan en dolorosa crisnecesario!
a ese chiquillo.
voz baja.
cado, y en que aquel pobre nifio mopación, como si quiesiera hacer añicos meditaba que no podría vivir sin. Jesús, qué dureza! nunca te he Ella rió nerviosamente, para disi riría de sentimiento, si tal cosa sucealguna cosa: miró a su mujer con ojos tiendo el oprobio de una bofetada en oído hablar así. Qué culpa tienen mular su turbación, dió un beso a diese.
de loco, amenazadores, quiso avanzar el alma y el desprecio de la sociedad ellos de quererse tanto. Qué tienen Luisin y lo acompaño hasta la puerta, Tuvo un momento lúcido en que hacia ella, pero la mirada de su esposa donde el brillaba y se imponía por sus que ver los pobrecitos con los asuntos donde esperaba ya una criada que iba vió su deformidad moral, y se averempapada de dulzura, y al propio méritos.
que ventilan sus padres? Además, tu a buscar al niño.
Nervioso, frenético, escribió upas bien sabías que a pesar de tu enemisgonzó de sí mismo. Al menos, pensó, tiempo de altivez soberana, le detuvo, Pablo entró al cuarto de su hijo debiera aguardar a que mejorase. como el león amedrentado ante el hiecuantas líneas, cerró la carta y rotulo: tad con Enrique, Luisin no ha dejado quien se eutretenía en colocar las fi la fiera humana, allá dentro, grito: rro del domador.
de venir aquí ni un sólo día, y eso que Señor don Enrique Ciudad chas del juego en su lugar. Sufría la Al verse denunciado por su propia De codos sobre la mesa, quedó miipasado mañana!
se lo han prohibido de manera termiescarlatina. Estaba flaco, extenuado, iPasado mañana! un día más. esposa, ante aquel terrible, altísimo rando aquel nombre que ejercía ahora nante, y no han logrado hacerle desis.
en su alma una diabólica fascinación. tir de sus visitas ni las reprimendas pi con los ojos agrandados, y las mejillas Porque ahora, Pablo sentía un miedo tribunal formado por la conciencia de coloreadas por la fiebre: parecía un Veía el rasgo de las letras de aquellos castigos. En cuanto sales oigo tres horrible, no por el lance que iba a los dos niños, en lo que existe algo, muertecito: un poco de vida, nada jugar; resistiría sin pertañar todos los irresistible, avasallador, formidable, nombre odioso, que denotaban la ira saltitos en el zaguán, y Luisin se cuemás en aquellas pupilas que la calenconque fueron trazadas: allí no decía la en el cuarto de Raúl que le espera disparos de su adversario, y estaba se sintió pequeño, ruin, deforme: nuntura encendía a intervalos. Se sentó a Enrique allí decia rabia, loci. desde que abre los ojos hasta que los dispuesto a avanzar bajo el fuego de ca había visto hacia el fondo de rit ser la orilla de la cama, y besó a Raul en cierra con el sopor de la fiebre: no la frente. Le tomó el pulso y se sobresu pistola. Todo eso haría con la con tan brillante lucidez. En su alma ra, sangre. Aquella mayúscula era fiereza que le era peculiar, pero, vol se operó entonces una reacción tarauna vibora eroscada, erguida ahita sabes? ayer tuve que llamar a Luisin salto; estaba calenturiento.
ver a ver a Luisin, tener que hablarle, villosamente saludable. Se sintió anede la ponzoia de su alma, para que Raúl tomara la medicina.
Tan abstraído estaba, que no oyó a Raúl, tu hijo, te llamaría el más ingra ¿Cómo te sientes? le preguntó con que tomarle la mano, que oir las recri gado en una gran piedad. Quiso deinterés acariciando el cabello húmedo to de los padres si le privaras de su minaciones de Raúl devorado por la cir algo, y su garganta no logró emisu mujer que entraba al cuarto, con una expresión de extrañeza en el sem gran amiguito.
y pegajoso del niño.
fiebre, sufrir las miradas de reproche tir sino un débil gemido, y. ino pu Bien, respondió éste; mucha sed, Dime, yale una vara de tierra, la blante, que cualquiera otro hubiera de su mujer, ioh! ieso jamás! se sentía do más! echose sobre los dos niños que gritaban abrazados, y los cubrió de advertido; se estremeció visiblemente, tan cobarde ante esas pequeñeces Cintranquilidad de una familia, la vida de y duele mucho esta cabecilla.
cuando su esposa le preguntó. Es que has jugado mucho con ese besos, que estallaban como sollozos, un hijo?
cuenta veces iría a jugarse la vida en. Qué te pasa, que ni siquiera has amiguito. Es mejor que no venga No, no tienes ningún derecho para con esa música inefable en que la paun lance como el que se concertaba, preguntado por Raúl, que hace rato te más aquí. verdad? te hace daño hamatar en tu hijo esos sentimientos.
labra PERDÓN! parece vibrar celestialantes de sufrirlas. Qué vergüenza blar mucho, y eso es muy malo para ¿Qué fuera de los hombres sin esas está esperando?
mente.
sería deponer todo su coraje, toda su Pablo no había cerrado la gaveta afecciones que llegan a unirlos, a vela calentura, además, se le puede pa braveza ante los gestos, ante las lágri Luisin, al verse acariciado de aquella donde guardaba el revólver, que fué ces, como a hermanos?
sar la enfermedad.
mas de un chiquillo. Nunca!
manera por el ogro, soltó a su amiguito, advertido por los ojos recelosos de su Mientras ella hablaba, él obsesionaAl oir esto, el chico miró a su pa Raúl pasó mala noche; la fiebre tuvo y se abrazó al cuello de Pablo, sollomujer, ni tuvo tiempo tampoco para do con su idea, divagaba. a doce dre con aquellos grandes ojos de caalternativas; el alarma ahuyentó la zando, con el rostro bañado en lágriocultar la carta que estaba allí. Se pasos, y avanzando. Se daba cuenta lenturiento, y haciendo gestos de tranquilidad de aquel hogar.
mas.
nor don Enrique Ciudad. exacta de que lo que decía su mujer, y aflicción.
Ya casi al amanecer, Pablo se dur Pablo estrechó a Luisin entre stis Reportándose cuanto pudo, contestó sobre todo de que lo que decía, era Quién, Luisin? no, no, yo quiero mió en un divan, envuelto en su sobrazos, y salió con el precipitadamente sin saber lo que decia, oyéndose el una gravedad, inspirada en un senti que venga siempre; tu no sabes lo que bretodo, allí cerca del lecho en que de la habitación.
mismo, como asustado de su von miento de altísima justicia. La vió yo lo quiero.
Raúl permanecía en ese aletargamiento Es verdad! estaba distraído. llorar, beberse sus lágrimas, en aque Si vieras lo bueno que es! Ya me que concede algún descanso al orgaJenaro Cardona advirtiendo que ella deroraba con ojos lla tensión dolorosa que experimenta enseñó a jugar, y le gané dos juegos. nismo combatido por los fuertes y pronquisidores aquel sobre escrito, con ba, pues ya no le quedaba duda alguna. sabe mucho, mucho.
longados abrazos de la fiebre.
San José, Costa Rica CUANDO USTED ESCRIBA LOS ANUNCIANTES, LE SUPLICAMOS MENCIONAR EL DIARIO DEL COMERCIO, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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