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dero Hijo de Dios, ni sería por tanto el centro y el objeto del mismo mensaje evangélico.
En otros casos se pretende mostrar a Jesús como comprometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y contra los poderes, e incluso implicado en la lucha de clases. Esta concepción de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de Nazareth, no se compagina con la catequesis de la Iglesia. Confundiendo el pretexto insidioso de los acusadores de Jesús con la actitud de Jesús mismo bien diferente se aduce como causa de su muerte el desenlace de un conflicto político y se calla la vo.
luntad de entrega del Señor y aún la conciencia de su misión redentora. Los Evangelios muestran claramente como para Jesús era una tentación lo que altera su misión de Servidor de Yahvé (Mt 4, 8; Lc 4, No acepta la posición de quienes mezclaban las cosas de Dios con actitudes meramente políticas (Mt 22, 21: Mc 12, 17; Jn 18, 36. Rechaza inequívocamente el recurso a la violencia. Abre su mensaje de conversión a todos, sin excluir a los mismos Publicanos. La perspectiva de su misión es, mucho más profunda. Consiste en la salvación integral por un amor transformante, pacificador, de perdón y reconciliación. No cabe duda, por otra parte, que todo esto es muy exigente para la actitud del cristiano que quiere servir de verdad a los hermanos más pequeños, a los pobres, a los necesitados, a los marginados; en una palabra, a todos los que reflejan en sus vidas el rostro doliente del Señor (L. 1, Contra tales relecturas pues, y contra sus hipótesis, brillantes quizás, pero frágiles e inconsistentes, que de ellas derivan, la evangelización en el presente y en el futuro de América latina no puede cesar de afirmar la fe de la Iglesia: Jesucristo, Verbo e Hijo de Dios, se hace hombre para acercarse al hombre y brindarle, por la fuerza de su mis la salvación, gran don de Dios (E. 19 y 17. Es esta la fe que ha informado vuestra historia y ha plasmado lo mejor de los valores de vuestros pueblos y tendrá que seguir animando, con todas las energías, el dinamismo de su futuro. Es esta la fe que revela la vocación de concordia y unidad que ha de desterrar los peligros de guerras en este continente de esperanza, en el que la Iglesia ha sido tan potente factor de integración. Esta fe, en fin, que con tanta vitalidad y de tan variados modos expresan los fieles de América Latina a través de la religiosidad o piedad popular.
Desde esta fe en Cristo, desde el seno de la Iglesia, somos capaces de servir al hombre, a nuestros pueblos, de penetrar con el Evangelio su cultura, transformar los corazones, humanizar sistemas y estructuras.
Cualquier silencio, olvido, mutilación o Inadecuada acentuación de la integridad del misterio de Jesucristo que se aparte de la fe de la Iglesia no puede ser contenido válido de la evangelización. Hoy, bajo el pretexto de una piedad que es falsa, bajo la apariencia engañosa de una predicación evangélica, se intenta negar al Señor Jesús. escribía un gran Obispo en medio de las duras crisis del siglo IV. agregaba: Yo digo la verdad, para que sea conocido de todos la causa de la desorientación que sufrimos. No puedo callarme (S. Hilario de Poitiers, Ad Ausentium, 4. Tampoco vosotros, Obispos de Hoy, cuando estas confusiones se dieren, podéis callar.
Es la recomendación que el Papa Pablo VI hacía en el discurso de apertura de la Conferencia de Medellín: Hablad, hablad, predicad, escribid, tomad posiciones, como se dice, en armonía de planes y de intenciones, acerca de las verdades de la fe, defendiéndolas e ilustrándolas, de la actualidad del Evangeto, de las cuestiones que interesan la vida de los fieles y la tutela de las cosy tumbres cristianas. Discurso de Pablo VI, No me cansaré yo mismo de repetir, en cumplimiento de mi deber de evangelizador a la humanidad entera: No temáis! Abrid, más todavía, abrid de par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora, las puertas de los Estados, los sistemas económicos y políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y el desarrollo (Homilía del Padre en el comienzo solemne de su Pontificado, Oct. 22)
tiendo un título que viene de los primeros tiempos y atraviesa los siglos (cf.
Henri de Lubac, Meditation sur Eglise. Hay pues que amarla, respetarla, servirla, porque no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre (San Cipriano, De la unidad, 6, No es posible amar a Cristo sin amar a la Iglesia de Cristo, poseer el Espíritu Santo (San Agustin, In loannern tract. 32, El amor a la Iglesia tiene que estar hecho de fidelidad y de confianza. En el y Primer Discurso de mi pontificado, subrayando el propósito de fidelidad al Concilio Vaticano II y la voluntad de volcar mis mejores cuidados en el sector de la Eclesiología, invité a tomar de nuevo en mano la Constitución Dogmática Lumen Gentium para meditar con renovado afán sobre la naturaleza y mi sión de la Iglesia. Sobre su modo de existir y actuar. No sólo para lograr aquella comunión de vida en Cristo de todos los que en El creen y esperan, sino para contribuir a hacer más amplia y estrecha la unidad de toda la familia humana (Primer Mensaje de Juan Pablo li a la Iglesia y al Mundo, 17 de ocy tubre. Repito ahora la invitación en este momento trascendental de la evangelización en América Latina: la adhesión a este documento del Concilio, tal como resulta iluminado por la Tradición y que contiene las fórmulas dogmáticas dadas hace un siglo por el Concilio Vaticano I, será para nosotros, Pastores y fieles, el camino cierto y el estímulo constante digámoslo de nuevo en orу den a caminar por las sendas de la vida y de la historia (Ibid. No hay garantía de una acción evangelizadora seria y vigorosa, sin una eclesiología bien cimentada.
Primero, porque evangelizar es la misión esencial, la vocación propia, la identidad más profunda de la Iglesia, a su vez evangelizada (E. 14 15; Enviada por el Señor, ella envía a su vez a los evangelizadores a predicar, no a sí mismos, sus ideas personales, sino un evangelio del que ni ella, ni ellos son dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto (E. 15. Segundo, porque evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial, un acto de la Iglesia. 60) que está sujeta no al poder discrecional de criterios y perspectivas individualistas, sino de la comunión con la Iglesia y sus Pastores (E. 60. Por eso una visión correcta de la Iglesia es fase idispensable para una justa visión de la evangelización. Cómo podría hacer una auténtica evangelización, si faltase un acatamiento pronto y sincero al sagrado Magisterio, con la clara conciencia de que sometiéndose al él el Pueblo de Dios no acepta una palabra de hombres, sino la ver.
dadera palabra de Dios. cf. Tes. 2, 13; 12. Hay que tener en cuenta la importancia objetiva de este Magisterio y tambien defenderlo de las insidias que en estos tiempos, aquí y allá, se tienden contra algunas verdades firmes de nuestra fe católica (Primer Mensaje de Juan Pablo Il a la Iglesia y al Mundo, 17 Octubre 1978. Conozco bien vuestra adhesión y disponibilidad a la Catedra de Pedro y el amor que siempre le habéis demostrado. Os agradezco de corazón, en el nombre del Señor, la profunda actitud eclesial que esto implica y os deseo el consuelo de que también vosotros contéis con la adhesión leal de vuestros fieles.
1, En la amplia documentación, con la que habéis preparado esta Conferencia, particularmente en las aportaciones de numerosas Iglesias, se advierte a veces un cierto malestar respecto de la interpretación misma de la naturaleza y misión de la Iglesia. Se alude por ejemplo a la separación que algunos establecen entre Iglesia y Reino de Dios. Este, vaciado de su contenido total, es entendido en sentido más bien secularista: al Reino no se llegaría por la fe y la pertenencia a la Iglesia, sino por el mero cambio estructural y el compromiso y socio político. Donde hay un cierto tipo de compromiso y de praxis por la justicia, allí estaría ya presente el Reino. Se olvida de este modo que a Iglesia. recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos y constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino (L. En una de sus hermosas Catequesis, el Papa Juan Pablo I, hablando de la virtud de la esperanza, advertía: es un error afirmar que la liberación política, económica y social coincide con la salvación en Jesucristo; en el Regnum Dei se identifica con el Regnum hominis.
Se genera en algunos casos una actitud de desconfianza hacia la Iglesia institucional u oficial. calificada como alienante, a la que se opondría otra Iglesia popular que nace del pueblo y se concreta en los pobres. Estas posiciones podrían tener grados diferentes, no siempre fáciles de precisar, de conocidos condicionamientos ideológicos, El Concilio ha hecho presente cuál es la naturaleza y misión de la Iglesia. y como se contribuye a su unidad profunda y a su permantente construcción por parte de quienes tienen a su cargo en ministerios de la comunidad, y han de contar con la colaboración de todo el Pueblo de Dios. En efecto, si el evangelio que proclamamos aparece desgarrado, por querellas doctrinales, polarizaciones ideológicas o por condenas recíprocas entre cristianos, el antojo de sus diferentes teorias sobre Cristo y sobre la Iglesia e incluso a causa de distintas concepciones de la sociedad y de las instituciones humanas. cómo pretender que aquellos a los que se dirige nuestra predica.
Verdad sobre la misión de la Iglesia 1, Maestros de la verdad, se espera de vosotros que proclaméis sin cesar, y con especial vigor en esta circunstancia, la verdad sobre la misión de la Iglesia, objeto del Credo que profesamos, y campo imprescindible y fundamental de nuestra fidelidad. El Señor la instituyó como comunidad de vida, de caridad, de verdad (L 9) y como cuerpo, pléroma y sacramento de Cristo en qulen habita toda la plenitud de la divinidad (L. La Iglesia nace de la respuesta de fe que nosotros damos a Cristo. En efecto, es por la acogida sincera a la Buena Nueva, que nos reunimos los creyentes en el nombre de Jesús para buscar juntos el Reino, construirlo, vivirlo (EN. 13. La Iglesia es congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús el autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz (L. Pero por otra parte nosotros nacemos de la Iglesia: ella nos comunica la rtqueza de vida y de gracia de que es depositaria, nos engendra por el bautismo, nos alimenta con los sacramentos y la palabra de Dios, nos prepara para la misión, nos conduce al designio de Dios, razón de nuestra existencia como cristanos. Somos sus hijos. La llamamos con legitimo orgullo nuestra Madre, repiy a
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