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dad de los individuos (211. En el capítulo dedicado a las ideologías se vuelve al tema, denunciando que esa doctrina está vinculada a un determinado modelo económico político, de caracteristicas elitistas y verticallstas, que suprime la amplla participación del pueblo en las decisiones políticas (407. los obispos afirman, sin titubear, que la Doctrina de la Seguridad Nacional se opone a la visión cristiana del hombre en cuanto responsable por la realización de un proyecto temporal, y del Estado, en cuanto administrador del bien común. Impone la tutela del pueblo de parte de élites del poder militar.
politico y conduce a una acentuada desigualdad en la participación en los resultados del desarrollo (408. La visión cientificista es condenada por someter a las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la tecnocracia. Una especie de ingenierla social puede controlar los espacios de Ilbertad de los individuos e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálculos (212. En lo que se refiere a las relaciones de los ciudadanos con el poder (2a. parte, II, el documento confirma que aún los poderes políticos y económicos de nuestras naciones están sometidos a centros más poderosos que operan a escala Internacional (372. y relvindica la Igualdad de todos los ciudadanos (374. el ejercicio de sus libertades (375. la legítima autodeterminación de nuestros pueblos (376. la posibilidad de restablecer la Justicia (377. La política es reconocida como constitutiva del hombre y por 880, la fe cristiana no desprecia la actividad política: al contrarlo, la valora y la tiene en alto aprecio (2a. parte, li, 5, 380. Respecto a la violencia politica (2a. parte, 11, los obispos dicen que la tortura física y psicológica, los secuestros, la persecución de disidentes políticos o sospechosos y la exclusión de la vida pública por causa de sus ideas, son siempre condenables (393. Por otra parte, la Iglesia rechaza la violencia terrorista o guerrillera. pues de ninguna manera se justifica el crimen como camino de liberación y propone el uso de medios no violentos para restablecer la Justicia en las relaciones socio políticas y económicas (394. Al no establecer distinción entre la violencia del opresor y la violencia del oprimido, los obispos que en Medellín hablan reconocido la violencia institucionallzada en el Continente no retoman la doctrina tradicional de la Iglesla que le permite al dominado, en caso extremo y en el uso de su derecho de autodefensa, el recurso a la vlolencla, cuando ella asegura un beneficio mayor frente a la sltuación vigente. la vez, los obispos nada dicen sobre el nombra.
miento de capellanes militares para ejércitos represivos que actúan arbitrariamente frente a la ley.
naza a la unldad de la Iglesla, ya que es posible el consenso respecto a principlos como quedó comprobado en Puebla que no llegan a reducir la pluralidad de las prácticas pastorales.
En el marco de esos principios hay una definición que, en términos históricos, resulta en una indefinición en el documento final los obispos condenan, como incompatibles con la vision cristiana dei hombre, al liberallsmo económico (capitallsmo. al marximo clásico (socialismo) y a los regímenes de fuerza que se incluyen en el primer sistema basados en la ideologia de la Seguridad Nacional.
Queda la pregunta. qué es lo que quieren los obispos? qué proyecto social, históricamente realizable, es compatible con la visión cristiana? La Iglesla no posee ese proyecto ni pretende elaborarlo. La Democracia Cristina constituye, a esa altura, una experiencia fraca.
sada en América Latina. Cuando uno se declara contra todas las aiternativas vlables, que proponer? Está claro, del magisterio ecle slástico no surgirá, por fuerza de su mislón, esa propuesta. Pero los seglares latinoamericanos, cumpllendo su misión en el orden tempo ral definido en Puebla, tendrán que optar por uno de los caminos. Se sentirán ellos abandonados por el magisterio si no encuentran, en la actual etapa histórica, un proyecto que corresponda a la Inme diata realización del Reino de Dios en América Latina? So verán ellos censurados por abrazar la perspectiva de un modelo social que no se originó en el Interior de la Iglesia? Se trata de una cuestión 88rla que los oblspos no podrán escamotear. En la historla, lo deseable no es siempre lo posible y la Iglesia no tiene el derecho de criticar los rumbos de una transformación de estructuras en la cual ella Impide a sus fieles de participar, mientras otros dan su vida para que el pueblo tenga más vida.
Aunque esas interrogantes hayan quedado sin respuesta, las dl.
versas tendencias en las que se agrupan los obispos convergleron, en el resultado final, en la misma opción preferencial por los pobres, en el reconocimlento promisorio y en el estímulo a las comunidades eclesiales de base y en la valoración como una vocación nueva al Interior del cuadro eclesial de los agentes de pastoral seglares, Puebla denuncia los regímenes opresores e incentiva la búsqueda de una transformación de estructuras, teniendo en vista la construc ción de una sociedad justa, igualitaria y ablerta a la participación de todos en su vida política. En ese sentido, Puebla jamás podrá ser utllizada por las dictaduras latinoamericanas, desenmascaradas en sus pretextos de seguridad nacional. Ahora, el fariseo está desnudo a la vista de todos.
Finalmente, a la luz de la fe, las contradicciones y tensiones internas en Puebla, las maniobras y los manipuleos por carta, el control de la dinámica de trabajo y la restricción de la palabra de los participantes todo eso vino a comprobar, por el salda final, que la Iglesia no es un partido de monseñores, slno el sacramento de la pa.
labra de Dios en la historla; que en ella no mandan los obispos, sino el Espiritu que sopla dónde y cómo quiere, sin que sepamos de dón de y adónde se dirige; y que la Iglesia es solamente uno, entre tantos otros medios de los que se sirve el Padre para conducirnos hacia el Reino de Justicla y amor, donde él será todo en todos.
Conclusión MAX Puebla quizá nos sorprenda menos que Medellin. La reunión en Colombia fue un momento de Pentecostés para la Iglesia de América Latina: nuevos caminos fueron abiertos y, en medio de los signos de pecado en nuestros países, se pudo sentir el aire fresco del Espiritu, lleno de esperanza. Ahora fue algo semejante al Concillo de Jerusalén, donde los apóstoles se reunieron para acertar los rumbos de la evangelización ya Iniciada. Sabemos que Pedro y Pabio tienen ideas distintas pero, no por eso, dejan de navegar en el mismo barco en dirección al puerto de las promesas del Señor. En ese sentido, Puebla representa un avance en relación a Medellin: nuestra Iglesia ha madurado y ya no conforma su unidad basada en concesiones, sino que soporta la tensión Interna, dialéctica, consciente de la diversidad de los donos y carismas del Espíritu.
De un punto de vista analitico, se perciblo en la asamblea de México, que la lucha ideologica penetro, de manera explicita, hasta el corazón del episcopado latinoamericano. Existen discursos divergentes a partir de situaciones sociales y de intereses distintos. El carácter Intra eclesial de la unidad del magisterio, fundamentado en el principio de la colegialldad, no logra transparecer en los reflejos politicos de la práctica pastoral. Las conferencias episcopales sostienen posiciones diversas frente a sus respectivos gobiernos nacionales. Las que se mantienen equidistantes de la causa popular, conviven pacíficamente con las instancias del poder. Pero las que asumen las aspiraciones de los oprimidos entran, inevitablemente, en choque con el Estado que se coloca al servicio de los intereses de los opresores. Esa situación tiende a culminar en el último nivel de la crisis eclesial: ya no se trata más del conflicto entre obispos y seglares o entre obispos y sacerdotes (como en los casos de la Acción Católica y de los movimientos sacerdotales de liberación. Ahora la crials se da entre oblspos y obispos, sin llegar a representar una ameMonseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador 20

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