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Página EL SOL Sábado 14 de Setiembre de 1929 Página Literaria de El Sol La pequeña ciudad La fuga imposible Cosme el anciano. Como olvidar el cuadro de tragedia. Sobre la almohada blanca el pelo suelto y en tu semblante palidez de tumba.
Quemaré la cama en que has muerto. Cómo olvidar? La casa muda, en sombra, a mi llegada: el descubrirte, el médico, y el olor de farmacia en los pasillos.
Dejaré la casa en que has muerto. Cómo olvidar? La lúgubre odisea al través de la vida, el cementerio extranjero, y la vuelta sin amada.
Saldré de la villa en que has muerto.
Cobarde, astuto, el egoísmo, busca desmemoriarse, huir lejos, muy lejos. En balde! Ya el dolor mordió mi espíritu y clavó su garra de acero.
Desde las alturas de una colina columbramos una pequeña ciudad. Poco importa cuál sea su nombre: era ciudad de Francia en otro tiempo y está apaciblemante posada en el hueco de un valle. Era encantadora, con sus techos puntiagudos, sus calles tortuosas y el campanario de su elegante iglesia. Yo la veía extasiado: contemplar a vista de pájaro una de nuestras villas, es proporciomarse un espectáculo amable y conmovedor, un placer como pocos para el espíritu. Entre el humo que sube de los techos van pensamientos humanos, dolorosos acaso los unos, placenteros quizá los otros: todos van asociándose a nnestros recuerdos para provocar en conjunto una pesadumbre risueña, más llena de dulzura que de alegría se da uno a soñar. Esas casas tan pequeñas así, vistas a la distancia bajo la luz del sol, podría uno ocultarlas todas con sólo extender la mano? y.
sin embargo lcuántos siglos de amor y de odios, de gozo y de sufrimientos han cobijado!
Ellas guardan secretos terribles y melancólicos. Saben mucho acerca de la vida y la muerte. Cuántas cosas nos dirían si pudieran hablar. Cuántas cosas propicias al lloro y a la risa!
Pero las piedras tienen una voz accesible a los que saben oirlas.
La pequeña ciudad dice a los franceses que la contemplan desde la colina. Vedme. Soy vieja; pero también soy bella todavía; mis hijos piadosos han bordado en mi traje, torres, campanarios, atalayas.
muros de encajes. Soy una buena madre: soy profesora del trabajo y enseño las artes de la paz; exhorto a los ciudadanos a que desprecien el peligro y los hago con mi propia sangre. después que han finalizado su labor cotidiada, se vienen a echar a mis pies, en pos de la piedad del sueño, sobre la misma yerba en que pasen los carneros. Ellos pasan pero yo permanezco aquí para guardar el tesoro de su recuerdo. Soy su memoria. Por eso me deben lo que son, pues el hombre dejaría de ser tal si la memoria llehase a afalta le. Mi man o ha sido desgarrado, y traspasado mi gecqo en la agresión de las áatallas. He recibids heridas que se diriau mortales. He v! vido porque he esperado, Aprended en mí mí a mantener viva en el alma esta santa esperanza que salva sa patria. Huir. Adónde. Para qué? De norte a sur, en vano cruzaré universos. Cómo huir de mi propio. Cómo libre estaré jamás del Recuerdo?
La generosidad de Cosme de Médices era tumultuosa, pero racional. Era un tirano. Desterrado en Venecia, agradecido a las deferencias que con el tuvo la Señoría veneciana, mandó construir, junto al converto de los benedictinos de San Jorge, un edificio inmenso, donde reunió los más raros pergaminos. Después regalóa Venecia la biblioteca y el palacio.
Tornó a florencia de vuelta del destierro, y persiguió a sus enemigos con un furor digno de Sila. Era ya gonfaloniero. Había en Florencia un hombre rico, generoso y bueno, que se llamaba Baldaccio. Era popular por sus virtudes. Cosme de Médicis le envió una cita de mujer. Lo esperó en la sombra de un jardín y lo mató de una puñalada, como un rayo.
Cosme era un déspota, un asesino biblióniano, de una casta muy rara.
Pagaba emisarios que recorrían constantemente las ciudades de Oriente y Alemania en busca de manuscritas, que compraba por sumas fabnlosas. Nicolás y Alfonso de Nápoles le disputaban la posesión de los libros descubiertos. una vez ocurrió el siguiente interesante caso. Ss trataba de en ejemplar de Tito Livio, descubierto al mismo tiempo por los emisarios de Cosine y Alfonso de Nápoles.
La discusión que se encendió fué tremenda. Cosme, más inteligente, logró que el ejemplar qnedara en depósito, en Florencia. Si quieres este Tito Livio, le digo Cosme a Alfonso. has de hacer lo que yo te pida. Ya está hecho. contestó el de Nápoles. Pues firma aquí, ordenó el de Médices Alfonso hizo lo que le mandaban. así, de este modo tan sencillo, se firmó la paz de Italia.
Cosme ordenó que se sacara una copia del ejemplar citado, y cuando le llegó la hora hizo que se le pusiera de cabezal en el sepulcro.
Poco ontes de morir, Cosme el Anciano pudo gozar eel descubrimiento de la imprenta. Tres de éstas se establecieron inmediatamente en Italia: una en Milán, otra en Venecia y la tercera en Subiaco, cerca de Roma. BLACCO FOMBONA.
Conjunción Sahumáronte los pétalos de acacia que para adorno de tu frente arranco y tu uervioso zapatito blanco llenó toda lo tarde con su gracia Abriose con erótica eficacia tu enagua de surah, y el viejo banco.
sintió gemir sobre tu altivo fianco el vigor de mi torva aristocracia.
ANATOLE FRANCE PRUDENCIO IGLESIAS HERMIDA Ojos de los dos El arte de traducir Lluvia Muchas veces en horas tuyas, he pensado, al mirar en los espejos, en los espejos encantadores de la soledad y del silencio, multiplicarse hasta un infinito de ensueño, fulgurantes de tí; nris insomnes pupilas. Mis ojos. son mis ojos o son los tuyos?
Sólo a ti veo en ellos como si tú y yo fuésemos algo tan consubstancialmente inseparable como si fuesen cisternas donde se reflejasen todas las estsellas del cielo.
Estas ojeras que agradan y ensombrecen mis pupilas, inacieron de mis insomnios o de los tuyos?
Ciñen realmente, como coronas de amor, mis ojos, co las he visto en los tuyos, y por eso las veo ahora en los míos?
Violetas efixeras, se abren en el transcurso de una mirada furtiva, y se deshacen en un fugitivo parpadeo, para volver a brotar y a morir. así siempre, como este amor que se enciende y se apaga eternamente y que desaparece para surgir de nuevo más absorbente y para el cual no hay tiempo, ni barreras, ni distancias, porque sabe hacer la misma muerte un pncipio de vida.
Ojos tuyos, ojos thíos, ojos de los dos. Hasta cuándo seréis distintos. Hasta cuándo?
Oh, el día en que todo lo veamos de un solo sireño y no existía ni lo tuyo ni lo mío, sino lo nuestro!
Una resurrección de primaveras lenó la tarde gris; y tus ojeras, que avivó la caricia fatigada, me fantasearon mi penumbra fina.
El gran arte de traducir bien estriba en la facultad de verter las alas de una leve golondrina literalmente las palabras de un autor extranjero, preservando al mismo tiempo el espíritu del original. Más hasta qué punto uno de suspensa en la ilusión de tu mirada.
estos requisitos de la buen traducción puede sacrificarse al otro, y LEOPOLDO LUGONES hasta qué punto el traductor queda en libertad de embellecer el original al presentarlo en un nuevo idioma, sou cuestiones que personas de diverso gusto han resuelto de modo difereute. Cuando el escultor pasa al mármol inanimado la forma y los rasgos de un ser viviente; pudiera decirse que no sólo copia sino interpreta. Más, no Loftséndole posible al esenltor representar en el mármol la belleza y La luna vaesfuenándose entre el follaje espese; expresión del ojo humano, vese forzado a infringuir, para remediar lenta cae la lluvia santando en la arboleda, en lo que cabe este defecto, el rígido verismo de la naturaleza.
con su monotonía que el corazón queda Aundiendo algo más el ojo y haciendo más prominente la ceja, como queda en el alma la languidez de un beso.
acentúa luz y sombra y pone así en la estatua más del espíritu y (i Corazón, como sientes deseos de estar triste vida original que si hubiera hecho una exacta copia. Lo mismo puede decirse del traductor. Como en un buen original hay ciertas bey de llogar! La lluvia es como un llanto amargo llezas de pensamiento y de expresión que no pueden reproducirse que en el dolor de un día profundamente largo llora el alma doliente por lo que ya no existe)
enteramente en el material menos flexible de otro idioma, ha de permitirse al trnductor que en ocasiones infrinja la precisa exactitud El hilo de la lluvia cae apaciblemente del lenguaje, y remedie el defecto. en cuanto un defecto puede recon una languide de jardín y de fuente, prediarse con ligeros y juiciosos embellecimimientos del original.
y en el corazón deja una vieja canción.
Tal ha sido mi principio al hacer las siguientes traducciones, He vertido literalmente las palabra del original, cuando ello era posible Llega hasta mí el recuerdo de otra noche de Huvia: sin perjudicar su espíritu; y cuando no cabía hacerlo así, he usado su sonrisa, sus manos, su cabecita rubia.
alguna vez que otra el embellecimiento de un adicional epíteto. Ci Cómo sientes deseos de llorar, corazón. wn giro mes exoresivo.
RICARDO CASTERAN.
STPRO ENRIQUE WADSTOHWR OLNGFELLOW FRANCISCO VILLAESPESA El color de los besos Cleptomana Quand je morrai Los besos, como las palabras, tienen su color. Hay besos que semejan los pálidos tonos de las rosas deshojadas, y huyen tristemente hacia las escarpadas cimas, donde tiembla el dolor del recuerdo.
Otros, postreras flores que ruedan a la vera del áspero camino congeladas por la nieve y salpicadas de lágrimas cristalinks, son, para las almas enfermas, de un blarco inmaculado bajo el obscuro cielo.
Algunos tienen el modesto color de las violetas; otros ya borrados, fragmentos ténues y delicados, semejan enjambres de mariposas grises.
El beso del mal mal es negro y muerde como la lima.
Pero el rey d: los blasos, ese en el que mi ser vive aprisionado, es tu beso de sangre, tu ardiente beso rojo. Traducción de Juan María Cuéllar)
Era una Cleptomana de bellas fusleerías, robada por un goce de erótica emoción.
Cuando yo muera, oh vosotros los que me habéis amado, colocad Linda fascinerosa de cuyas fechorías rosas sobre mis mejillas, entre mis manos, en mis cabellos. Cuando jamás cupo el severo juzgado de instrucción, mis ojos se hayan cerrado, que las flores acaricien mis ojos.
La sorprendí una tarde, en un comercio antiguo, 29 Cuando el térmido de mi peregrinación se acerque, cuando hurtando un caprichoso trasquito de cristal veáis que el sol de mi vida declina a su ocaso, consolad mi agonia que tuvo esencias raras. En su mirar ambiguo con rosas perfumadas que aun me inspiren amor.
relampagueó un ocnlto destello de ideal.
Sobre mi tumba entre el obscuro follaje de los cipreses, haced Se hizo mi camarada para cosas secretas que florezcan rosas, flores de esperanza, cuyos pétalos, al despren cosas que sólo saben mujeres y poetasderse, volarán y se desvanecerán, confundiendo su alina con mi pero llegó a tal punto su indómita afición, alma, en el viento de la tarde, que perturbó la calma de mis serenos días.
Ya que en la vida todo pasa y muere, vosotros, amigos míos, Era um cleptomaua de bellas fruslerías: no lloréis; mi amor sobrevivirá, como sobrevive en el alma de las y, isin embargo, quiso robarme el corazón!
rosas el suave perfume que flota en la noche de su vida.
AGUSTÍN ACOSTA EMILE ARNAL. uo 2013 JUANA DE LA VAV DERE Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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