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« Paca DON En niugós otro mes del año, ets Costa Rlos, es el sol imán dueto del cielo, uds soberano del Grivatuento, que eu el mes de cargo; en Cala mes triunfa eu deslumbrante y viva Iunsjuoría eo cl azul tus tucnso y despejado, nutca su poder sobre la tierra cs uds sensible; su poder fe cundanto y su poder desolsdor. Porque si es verdud que tuexta los vetdoras de los selvas, porque sí es verdad que seca las fuentes eva Poraudo sua aguas, porgue aj es verdad que reduce a polvo las pra: deras que fueron como grandes campos de camernlda, también es cierto que su calor luminoso, sobre Jos campos Jabravtíos, llena de vida los poros de la ticrro; el que ara cu marzo, dicen loa viejos, mete el sol en la tierra y asegura la cosecha; en efecto, los rayos de sol calientan la extensión de Inbor y penetran dentro del corazón de Ja tierra, por los surcos abiertos en bu seno por las cocbillos de los arados; y la tierra que aprislonó mayor cantidad de sol, cunudo recibe las lluvias primeras, se abre, ac cspouja y sevienta en yerbas por todos bus poros, El sol de marzo: el padre sol, que dijeron los incas, dorado en las wañepas, deslumbrante en los uediodías y rojo, como de fuego o de sangre, en las tardes. Eres, sol de marzo, fuente de vida; pero crea temible porque cos tus rayos, sisc prolongases por largos días, acsbaríes motando la tierra: son admirebles tus doradas auroras, porque en el oriente puro y limpio, antes de salir, ya has hecho flo»
recer el cielo como bbva gran rosa; tus inediodíaa dau tna impresión de fortaleza cegante: caes a plomo sobre los cempos y las ciudades y eres como una lluvia de luz que ne mete por todas partes, hasta en los riucones sombríos, hasta cn las grotes veladas, hasta en los sótanos tristes y opacos; y tus terdes son rojas, como tun heraldo de guerra; cuando mucres sobre el lejano horizoote, eres mojestuoso como un cmiperador y vas hundiendo tu efrculo de fuego entre cendales rojos, cutre olas brillantes de color carmesf, más brillantes que le párpura que colgó de los hombros cesárcos.
e.
El sol, este sol tórrido, ha ido, poco a poco, tostando la tierra; desde los altos cielos, limpios y brillantes, el sol va sbravando los campos y las ciudades, va sbrumándolos con su carga constante y despisdada; deede su te altura, vegur.
va cuarchitendo las verduras, egrietando el suelo, tornando en rojos, en blancos y en amarillos los caminos que serpentean sobre la tierra y espesando en ellos la cepa de polvo, La luz clara, cegadors, reverberonte, exalta los colores de los tepiales rojos de ladrillo, de los tapiales blancos que ciñica los cementerios, de los muros delas car sas, de las torres de las iglesias, de los techos de metal, o de tejes de barro de las casas, y atormenta, en los potreros donde el zecate auerillo tiene la apariencia de un campo árido o de un arenal, a las pacientes vacas que buscao el arrimo fresco y sombrío de los escasos árboles que eu las cercas que acoten la extensión añu sobreviven al tormento destructivo del sol, conservando en alto un penacho de ranas verdes.
El campo, bajo el sol de marzo, se muere de sed. Es la muerte bajo el destombramiento Inmisoso, bajo el palio ivfinitamente azul. profundamente claro de los cielos, Bsjo esta pesantez de las dos de la torde se siente una angustia como de muerte: no corre un soplo de brisa; no vusla nos ave, el vilencio es casi absoluto: en la pradera amarilla no pasta usa soli delas vacas y tústael río, cuyo cauce está cercano, parece que ba enmudecido: en otras épocas, desde este corredor de case campesina se escochaban del río las sonoridades retumbantes: el caudal de g0as quese despeña aquí, que más allá choca cootra una cortiva de roca, que hace hn recodo violento, quese irrita al caer y que atruena como vua descarga de fasilería cuyo homo esla espuma blanca, skora es un bilifb que apeass si se mueve, como petrificado en e fondo de vu lecho anchuross que parece que no ha de llenarse Jamás, Al ver este paisaje del lado del Pacífico, tan castigado per el sol del verano, esta planicie desolada donde las hachas han ido talando el bosque, rircunscribiéadolo a las alturas o a los barrancales, se comprenden las páginas seocillas de literatura plana conque Azorín retrata la sedienta y monótona llanura de Castilla, el campo desolado y parejo que se quema al rojo sol de tos estíoa, que se extiende sustero como el bábito de na monje iamóvil, sia más accidente que ua castillo con ans cubos y almenares ruicosos, recuerdos de toa grandeza que es hoy melan olía, o que ua barranco pardo, en cuyo fondo sún quedan rastros de arena por doude es un tiempo ya olvidado, corrió el agua.
Las seis de la mañava, son, sio embargo, sobre este mismo es cecario muerto del mediodía, horas de vida: el que poco a poca ha de ir:ascendiendo por el cielo, tiene una lumbre dorada como de cabellera rubia. El viento mefianero, fresco y grato, no consigue levaotar de la tierra el polvo pesado con el sereno de la noches y el. socío de la surora. Bramán lgs vacis lecheras y pasen hacia la ciudad, caballeros en jamejgos contagiados de la alegría y frescura del amanecer, gamonales de grueso ch:quetón de jerga, altas polai.
Das amarillas, el pantalón sostevido con banda roja y sobre la cabeza un blanco sombrero de pita.
Ea todas Jas casas campesinas el fcégo está vivo y entre los Ctioamastes» que aprisjonan el hrgar chisporrotean Jos tizones y se Quemen con viya luz las charramascas, calentando papzudos catde sos donde el agua canta, presta para el café. Las mozas muelen sóbre las piedras el blanco maíz y su cara rosa y saludable se dibuja la sonrisa sotisfecha de la alegría; afuera, en los patios a en los corredores caedizos, los hombres se prepsrag. para la fiena del día aflaodo, sobre los moltejones blancos o amarillos, sus cuchillos de hoja reluciente o las anchas pales Los cominos hormiguesn de gente: labradores que vas a los campos de trab. jo; mojeres que «bajan? a la vila o a la ciudad cer Cana con ans canastos llenos de huevos para la veota y que luego traerán compras del mercado; chiquillos que en alegres bandadas se dirigca a la escuela; arrieros Que pasan gritauodo a sus vacas; carre.
tas que despaciosamente, al paso tardo de los bueyes, se dirigen al lugar donde ban de alzar las Cargas Menudean por todas partes los saludos y por un momento, en el instante en que el sol se muestra todo entero sobre el horizonte del Este, se escucha el esquilón de la iglesia de un pueblo vecino, que también saluda la aparición del día cop su canción de plata.
es medío día, cuando el Sol cae verticalmente, cuando les hojas parecen muertas, y los árboles todos están como cri telizados jo el resplabdor Juminoso y reverberante del sol, el viento se ha dor mido quién sabe en qué lejanos bo»rques, quién sobe en qué alturas desconocidas. Todo está sileocioso, aplanado, muerto: los hilo» de Rua que apenas corren, se detieaea en remansos sia profuadidad, trauquilos como tazas de aceite sucio en cuya saperficie las hrijas secas, tostedas, resquebrojadas y los palíllos se vao, amOD Proteja sus embarques marítimos o portales osegurándalca en le ¿wiss National Insurance Co, Lid.
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ATMETLLA HERMANOS, Agentes Apad: rados DIARIO DIE COSTA RICÁ o. ho tonando; todo bavtera vu dinsblo dutinito bajo da lnminose cti solor; el campo re muere en un eopur de sicho plricono al ao we van cesrando, porque todo Juvito al mscño: tudo, dende los o les collados cotos ramas levantadas sl rol, sus rárias DAA yue parecen brezos implorentes, hueta las hojas pecan y OI que alfombreu el sucio. La imsxinación exalta entonces ina leyer a y los palenjes oídos y vistos alguna vez; ln frescura de los pativs tonstsimoencs, limpios sempre, consu sutidor de egte que cae, como cn lluvia de perlas, cu la fuente vucha; las playas, cerca del mar fumenao, balidas por la belsa; la frescura primaveral de das osalcdas en mayo. mo. Pero »e ebres los ojos y ee ve esta muerto amacilla bajo la luz mouótona: hay entonces una sensación de desierto silenciozo, de mar de arenas que se prolonga, y allá, aquellas colions lejanas y amarillas, sou cono las situetas triangulares de las pirámides, Todo ya a dormirse bajo el sol; todo no, que de pronto el sire incendiado se lena con uva música extenña, vibra un bordón en la calma del wedio día, y tua canción sovora, sonora y monótona, como lamento largo, fucontenible, pone in estremecimiento de vida en cl ambiente cálido, Ea da cigarra que canta.
Pegado en la rama de uo arbusto siente el insecto la vibración solar sobre sis Élitros y cautá su canción de pereza y de sueño: y la canción crece a rotos, decrece y se extingue de un momento a otro, para restrgír más fuerte, més vibrante, atormentadora, edolorida: ca un chirrido del sol, npa vibración de llamo, un crepitar de fucgo.
Zoraida Zoe, la Diosa del Misterio. vieja y tradicional costumbre, la rutiua atroz que va secando la tic.
Cuando mi amigo Ramón Coldera pasó por la redacción del periódico y me invitó a que fuésemos a ver la Diosa del Misterio, creí que me tomaba el pelo. Pero es que existe realmente eso. Claro, hombre; y es ena mujer encantadora con cada ojo que en vez de uno parecen dos. Hombre, pues yo creía que eso de la Diosa del Misterio era el título de uoa película. Qué película; se treta de una egipcia nutéotica, que sabe más que don Ricardo y que sabe el porrenirde los hombres y de los pue.
blos. nos decidimos a ir; por lo menos, ya aquello tenía el atrocti.
vo de ver can nuestros ojos una egipcia, lo cual ya era ver slgo ruás que una simple turca, de esas que se ven con frecuencia. nosotros esto de las adivigadoras y profetizas nos ha escamedo siempte; tenía tu encanto pintoresco pero sin trsscendencia; si un día visjásemos por Audalucía en cuanto saliese una gitana delgada y cimbreante que nos sonriera y nos dijera: Te la digo, resaleo. po tomatíamos muy en serio lo de resalao, pero le extenderíamos complacidísimos la pala de la meno por pura curiosidad, por lo típico de aquello, porel sabor a gitenismo y a sodaloz.
Mientras hacíamos el camico hacia el Hotel Central de Morrongo, donde vive le Diosa del Misterio, fbaros pensando en que esta egipcia a lo mejor nos resultaba una gitana del Albajcín de Granada ode Triana; o cuando no, Una mejicana metida a oriental, onza especie de Tó:tola Valencia que vi ella misma sabe dónde nació ni cómo se llama.
Morrongo, a quien le están viniendo por docenas Ízs cosas grandes, cos hizo esperar en la sutessla del botel porque la diosa estaba en usa consulta; y allí pasamos la mar de horas. femándonos los cigarrillos de Caldera y hab:ando de Leguía y de Jaciuto López, del Gallo y de Belesonte y de otros 2sesdelas verónicas y la» ESOCCI8S.
Al o n0s fot dado entrar al despacho de Zoraida Zoe, la Diosa del Misterio; y, no, noera la gitana que imagioábamos. Vestía de segro, los ojos grandes, rasgados, vivos, sou como brasas; las cejas son un arco delgado, la narizrecta y 604, eocendida la boca, blanca, muy blanca la color y los cabellos negrísimos, como tos media noche moruna. Es una mojer opuleare, hermosa y de agradable presencia, Desde luego, lo que más llama la atenciós en su cara, 109 los ojos, en los que se suceden los lumbraradas de jotelígencia.
Para recibirnos, se había despojado de las túnicas y los atavíos que usa cuando ofcía, como tna secerdotiza, en el altar de ses mis teriosos ritos. Hablamos daraote largo plazo de mil cosas, riendo veces, contando anécdotas, atormevtándola a preguntas a las que respondía con aplomo certero Sus frecuentes viajes por Espsña y los palses antillanos, la han hecho aprender bastante bien el casteJAnO.
Nos relató su historia: nació en Cairo, a orillas del Nilo, en aquella ciudad legendaria y misteriosa de las noches ezules y de los atardeceres rojos: en su puls el estudio del ocultismo y el cultivo de las fecultades espirituales y de las fuerzas desconocidas extá muy geueraliza to; de manera que cuando una persoua sale con di»posiciones vaturales para desarrolíar estas fuerzas y shondar estos estudios, tiene a 6u disposición un ciedio propicio. Zoraida, que empezó como las otras mujeres de su país e joternarse por la selva de lo desconocido, fué poco a poco dándose cuenta de que tenía en su alma y en su cerebro un extrefño y putente poder; y viajó por el iente; peregrinó, desde su ciudad, desde su vieja cona amparada por la» Pirámides y la EsGnge misteriosa, basta la Meca, donde un día se arrodilló ante la piedru negra de las veneraciones islarmitas; y fo más allá: foé hasta la Iodia misteriosa y desconocida y allí traió a los Lires y a los subios de las regiones orientales, de ese Oriente que ba ido el nido de la sebiduría, del ensueño, de la ilusión.
De atlí salió ejendo la Dioaa del Míaterio, poseedora de secretos que sólo alcanzaron los elegidos; y desde su aparición eo la 60 ciedades de Occidente, ba sido visiteda y consultada pur millones de seres que basta elle llegaron anejosos de sober yn poco acerca del incógnito misterio de su porvenir. Los éxitos obtenidos hen hecho la fama de esta maga; ella he sabido alumbrar, como con un faro, el camino de muchos corazones extraviados, ha consolado, en difíciles momentos, el espíritu deseperado de los hombres; los ha apartado con sus consejos de la raala vía y les ha h:cho comoreoder que eún hay en sucielo estrellas y fores en el rosal de su existeucia.
Ho puesto un rayo de sol, tivio y dorado, sobre la desolación de moches almss perdidas en las sombras del extravío.
Linda wmi ión la de esta mujer: quienes a ella acudieron sa.
lieroo c»a u3 buen consejo, con una bella ilusión, con nn arco iris en la conciencia; pero, ay, cuantas veces dejaron un poco de su fantasía y de sus sucios en los leatos minutos de una consalta?
El smer, la ambición, la desesperación, el deseo corrieron de: saledos tras les palabras de la Diosa Misteriosa: todos, quién más, quién menos, qnierea encantarse con lo que diga esta mujsr prestio Eiuda con los striboto» de una sabiduría extroñia, apreodida en las Cleras y azules noches de la tierra faraónica, y en los templos mis.
teriosos y sombríos de la Jodia lejema: cuántes seres hon llegado hosta esta mujer, temblando de tenor y de enriosidad, con descos y miedo de sus palabres, y han estado pendientes de sus tebíos o de Us Restos, esperendo descubrir en ellos a señal radiosa de su dichx temienda el instante suprema de la suprema decepción y de la amergur. Todo es lo que los hades quieren, loque está escrito en el gran libro de los destinos. la Diosa del Misterio sobe descifrar la escritura de los textos que vo pueden leer los bumanos. ARMANDO MARQUEZ De VAL S ES Dinaligor Mide rostro de (4) GIO)
Ve coupks violen, pora y Imjao, Inrgcas a vecs. en AAA Ae fuera tuecienda el esptelon sl palanje, Cent. u canción do vida la cigarra el sul, conta tando e e teta Que el esluereo del insecto. e bulamcen 91 e e ambiano, La clero, el socia aonante ae que Balvador Hucda dice que: La cinta cs la vor de la vida, una gota de dol hecha veto0. una pecua sovanle, erpa de due tros. ita de dos nltuns. Hundero moelsco, crótalo boluilo. o la caída del sol cu el encho precipicio del poniente uu Lálito de frescura lega desde los confines: la modora va aflojando stis secos lazos y el vieuto de la tarde va, serenatilente, matsamente despertando la música Jormida de las holan: co la lumbre, gloriosa y dorada de la tarde, las raras 10 AR tan sure.
mente, Hutonces el campo que parecía dormido, se va avere o: por los caminos, por los desfiladeros que van entre las colinas, por lay carreteras polvorosas, aparccen hombres, qhe van es grupos: s00 los trabajadores, los jornaleros que aprestiran el paso hacia el casetío agrupado alrededor de las torres de la ermita; pon os trsbajado.
res, que has sudado todo cl día, bajo el sol, removiendo Ins terrones endurecidos, respirando polvo y cegándose con la loz, arGxióndose con el calor, en una labor fatigante; preparan cl campo, neoleso la tierra, para que, cuando vcogan las primeras lltviss de abril, las illas se fecunden.
ci Sen uo rastrojo distante, hau emontonedo las cefias y la yerba seca, y antes de regre hao puesto fuego a montones: es la rra, que la ya colcioando, que acabará por toruarla en páromos estériles, Con los trabojadorce regresan sus bueyes, los bucyes mansos, llenos de paciencia que al pasar por los sí0s de escaso caudal, aga.
chan mansamente las testas poderosas y bcbeo el agua e grandes sorbos que glogluteay en sus fauces secas: los bueyes que vuelreyg del trabajo, al beber su agua, deben ilusjonarse mirando en el crigo tal de las pozas todo el cielo del crepásculo retratado: en el fondo del espejo líquido de Jas aguas encantedas, tiemblan las estrellas de oro que empiezan a encenderse ea el fondo violeta del Grmpruento a la hora serena del euochecer de verano; y se von tregando lentamente, por sus fauces glotocas, el egue con estrellas, Todo es grato a esta hora crepuscular, de luminosidad suaye, de serevidad de Égioga: la brisa soeve y fresa canta una canción musical y armoniosa en el coñaveral de rubias hojas; la locs va plateando los techos de zinc que al sol destellarón como espejos; la campana llena la tarde con la oración cristasica del ácgelos y sus ecos quedan temblando en el aire tibio que se recoge en un místi.
Cismo supremo.
Corzo rubíes en la noche azul, los fogones que encendieron los labradores en los cargpos de rastrojo ponen una note viva en la calma serena del paisaje que se borra, que secofoma con la sombra, hacia los contornos distautes; los gozquecillos Luguencos de las c2.
sas caspesizas, ladrao a los viandactes retrasados o al círculo blanco de la luna; otras veces, mirando perticaces a un punto perdido en la oquedad sombría de uo rincón del valle, o del desfiladero negro del río, antlaz lastimeros, como esos perros de las consejas que vieron a les factasmas y el miedo les erizó los pelos del espi.
n8zo.
La exteosión ondulada del paisaje bajo la luua es como un decorado de cuento viejo, de esos cuentos cresdos en la fantesía popalar, y en los que hey cusdrillas de ladroces que asaltso, en los recodos de una vía solitaria, a los pacífcos y confiados viajeros; o si vo, es el decorado de una leyenda: sobre cualquiera de esas promi.
nencias podría estar batido un castilio, con bna ventana alorobrada: y sobre el e. fCizar de la ventara, joclinando en busto hescBido hacia el suelo, usa hermosa castellana en espera del juglar, del poeta que había de cantarle dulces endechas al son de vn bandolío sonoro, como en los relatos de Provenza. o Pero no: vi hey bandidos disimulsdos en vioguos rrote de las que bordeza los caminos, oi sobre los otero» que se recortan bajo el cielo leventa su fábrica majestaosa cirgúo castillo. La traoquitidad más absoluta, el sosiego más completo, imperan en esta campiña que se extiecde cubierta por un. cielo brillante de estrellas inquietas Que parpadesa constantemente.
Este paisaje campesino. este paissje tostado por el sol, que ahora seva adormeciendo a la luz dela luna, es propicio pars la evo cación de los cuentos populares costerricenses: esos cuentos de 8parecidos, de asombrados que a veces den riquezas para los qne con valor abordaron el hermanos y a veces envían a fos hospitales o los manicomios a quienes no pudieron re»iotir al espanto.
Durante le noche, el ambiente, de cátido como fué, se torna en fresco y ya en la madrugada hace frío. Las págivas de Azorín, las descripciones de la melancólica y desolede llanura castellana, la llanera donde voltejezn las aspas de los molinos legendarios, se van olvidando poco a poco, viendo la noche ezul y estrellado, Pero dentro de unas boras, cuando vuelva el día, de nuevo los ojos se cansaráo viendo la extensión arosrílle, la tierra sbierta que se sofoca bajo el calor, el polvo espeso de los caminos, los tersenes duros, la laoura sediente, el cielo cegante y el sol, el sol de marzo que reverbera y hace arder el aire.
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SAN JOSE Ofrecen en lotes de 10 quintales para arriba Azúcar primera a 18. 00 segunda 16. 50. tercera. 00 3 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y uventud, Costa Rica. o
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