Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Segunda Parte. a mv.
TT al Ea ms Dr AO a E INDEPENDIENTE DE INTERESES ¡00 EU ro. 20)
77 cal tonal e y bi GENERALES AÑO Sen José, Costa Rico, Domingo de Setiembre de 1828.
RUMERO 2758. AN Ed. Sezñcra, permítame una pregunrta: esta carla que tengo aquí ex el bolsillo izquierdo de mi 3: ed quien me la En efecto, no está firmada, y la eserttura no se parece a la suy2. Sin embarzo, estoy convencido de que usted sabe demasiado bien de qué se trata. Puesto que me 2segura lo eccntrari vase enterarse de su corte.
o. La rapidez con que la ha léido, su hilaridad mal reprimida, les miradas que ústed cambia con su amiga Renata, que mientras habla con su marido EDECBCACIE ES Noches de lluvia Yo amo las noches de lluvia.
Son de una intimidad intensa y dulce como si nuestra casa se convirtiera, de pronto, en el único refugio tibio e iluminado del universo. Los objetos que nos rodean adquieren una familiaridad más afectuosa y más honda; la luz parece más límpida; el fuego, la. mecedora, los ovillos de lana, el lecho, las mantas, todo es Muás nuestro y más grato.
La ulcoba, realmgnte, se convierte en nido, en nido caliente y claro y sereno, en medio del viento gruñidor, de la lluvía furiosa o mansa, del frío que hace acurrucar cabeza con cabeza a las parejas de pájaros. Me imagino mi casa, entonces, como un pequeño y vivo diamante apreta do utre el puño de un negro gi o (aros cnuen a NABRONRAEONNan a CONACACECACMNCAO Ga luna Esta noche, la luna, redonda y brillante, está, de una manera casí matemática, encima del pozo, de modo que se refleja precisamente en el céntro de la oblea negra del agua. AÁprovechando su claridad el jardinero prefiere regar las plantas a esta hora. ese espéstáculo no lo.
perdemos nunca nosotros, porque el jardín y el huerto. son hermosísimas en estas claras noches de enero, y la frescura del agua da a las flores una belleza limpía y alegre que nos llena de paz el alma. Mi hijo fué el primero en descubrir la luna en el pozo. sobre el brocal cubierto. de musgos y culandrillos nos inclinamos los dos, con ganas de estirar la muno hasta el oro fugaz de esa impo. e moneda de luz. Pero al ruido áspero de los zueccs del jardinero nos retiramos un poco.
ACASO RA AN AC CCAA De Los remansos 0el crepúsculo Cuando la tarde a dec. para soñar con tu carigi cierro los ojos y pausadament manos la cabeza.
reclino entre CLA ni zno solo de nuestodo la bre de que esta círa es el resultado de su colaboración. Crze usted que es balazador su contenido. Ah, señora. Su broma es pbro ez ¡Una ración de amor, mí, Raimundo Sentenac, el hombre más feo de Francia. Ayr. no me hago ninguna ilusión. Por eso, estos renglones tan amables, tan prometedores no haz kecho más que excitar mi desconfianza. He adivinagantesco. Qué beatitud! Hago por no dormirme para gozar esas horas de gracia propicias al ensueño y al amor. Pero a veces, también, me asalta de pronto la. visión de pobres ranchos agujereados, de chicos friolentos, de mujeres que no tienen como yo una casa tibia ni una abrigada cama blanda y para quienes estas noches así son un suPlicio. entonces sí, me esfuerzo por dormir. Ya que no puedo remediar yo sola su infinita miseria, les doy el sacrificio de la conciencia de mi bienestar: Me duermo, me duermo, avergonzada de paladear un gozo que atormenta a millares de seres humanos. Juani de Ibarbourów. Juan va a regar.
El viejo desata la cuerda, alza pausadamente el balde y lo arroja, luego, al agua. Inconscientements, en un impulso simultáneo, nos inclinamos de nuevo Sobre el brocal. El balde sube y: rebosando, brillante, fresqui: mo, con una multitud de ondutaciones doradas entre el agua oscura, extriada de blanco. En el pozo la luna ha desaparecido y sólo queda de ella una multitud de hilos de luz. El jardinero ha deshilachado la luna. tran. quilo, como un tosco dios inconsciento, se va por el caminito musgcso con su balde lleno de luna y de agua, mizntras en el fondo dal pozo, de una negrura temblorosa, vuelve a cuajar lentamente, la moneda blanca.
Juana de Ibarbourgu. estos reviva tu belleza: balconas, sor Francisco VILLAESPESA. r empieza, o ausente, ETXNiiiczrzzt ea mi boca de buzón. Tengo adeSIDA GAL do enseguida la burla, y, lejos despertar uza es ranza o un sólo Ea coz ontribtuido a hacer más prolun da la sensación de mi desgracia.
sied trata abora de resiaLar la herida tan cruelmente ha abierto. Cómo quiere que yo ignore mi fisico. Hay espejos, qué diablos! La imagen que se refleja en elloz a mi paso es. tan odiosa, que me doy vuelta enseguida para uo verla. Desde que tengo uso de razón me he cuidado bien de no poner nunca los pies en una fotografía. Una sola vez derogué esta regla de buen sentido; pero cuando el fotógrafo me entregó las primeras prue bas, sin retoque, quedé asustado a tal punto que le pagué inmediatamente el precio convenido rogándole que rompiese los lisés. Si quiere otro ejemplo hablemos de los niños. Se dice, y es exacto, que la verdad sale siempre de su boca ingenua.
Pues bien, ordene a un niño que me bese. De dos ecsas, una: o s2 echará a llorar asustado o contestará, como lo ha hecho hace un instante la pequeña Inssita. No quiero, es demasiado Teo.
si no fuese más que la nariz querida señora; pero fíjese en mis ojos estrábicos, en mis pómulos salientes, en mi: mentón cóncavo, en mi cráneo calvo más el hombro izquierdo más alto que el derecho, los brazos demasiado cortos, las piernas arqueadas. En resumen: todo un conjunto de taras, una sola de las cuales bastaría para ridiculizar a un hombre. He sufrido, sí, señora.
He Eneuna pequeña mesa para sufrido lo indecible; tanto más enznto que en este cuerpo informe habita un alma sensible y capaz de ternura. He amado, seBorz, he amado, y estoy Seguro de que era correspondido. Pe ro, luézo, un capricho de la suer te que ni. siquiera puedo rmaldecir, destruyó tedas mis esperanzas. Sí tan siquiera pudiese olvidar! Pero ciertos días, cuando me hallo solo en mi departamento de soltero, me percato de que mi corazón no ha muerto, y evoco pesiroso la dulzura del pasado. Camprende usted ahora la crueldad de la mofa de que me ha hecho víctima inocen ¿De veras. Le interesa ese romance de un pobre, feo que estuvo enamorado y que a su. vez quizá fué correspondido por una joven bellísima. Pero. no crea que trata de una historia. vul gar, materialista Fué el. más inocente, el más casto de los idi lios, y la conclusión era aún bástante lejana cuando me ví obligado a tomar la resolución heroica de desaparecer tos de la guerra habitaba yo con mi madrs en el tercer y último piso de un edificio construído para residencia particular y. luego destinado a alquilar. Los locatarios. del entresuelo dis: frutaban de un magnífico jardín lleno de hermosos árboles en e; que los jilguzros, en primavera trinaban desde el alba hasta el crepúsculo. Por ese jardín paseábase menudo una jeven a quien el sol aureolaba de oro y cuyo rostro de líneas puras evo caba en mí, no sé por qué asociación de ideas, la iHagen ceCUENTOS. EXTRAORDINARIOS LA VENGANZA cuatro personas, en el comedor de Fritz Múller, el conocido tesorero de la sucursal del Banco Hamburgués, juegan a las cartas, displicentement e, además del SRARIA Uns ojos en la sombra CO dueño de cusa, que es viudo, sus compatriotas Wilhelm Klinger, de la casa Kurzibold; Hans Hcldombach, ingeniero de minas, y la esposa de éste, frau Carolina, cuya belleza, recortada en queso de Nuremberg, se tornara en los últimos tiempos motivo de orgullo y admiración entre sus connacionales. Libres de las condiciones impuestas al Reich por los tratados de Verzalles, diviértense los cuatro a su manera, teniendo cada cual por delante un Chopp doble, servido por el criado de Fritz, cuando, a e una cortés discusión entre los compañeros de jue» frau Carolina, que no aceptara cartas, se levanta suavemente de la mesa, desapareciendo bajo un cortinado hacia el interior de la casa.
Elucados y respetuosos, los caballeros muéstranse indiferentes ante el hacho. El chopp es bueno, y nadie puede exigir que una señora se mantenga. a pie firmo, después de tres vasos referzados.
Dos minutos después, sin embarro, otra silla se arrastraba, y Fritz desaparecia bajo el mismo cortinado, dejando a los dos amigos resolviendo un lance complicado que dec. victoria de la partida.
Concluida ésta, díndose cuenta dos, Wilhelm Klirger miró sign pernindola con el examen de la heara puesta, barh no pureci: ría entre ellos aban solos los ngeniero, desla de que es ivaniente ituación el zo de :al vez, en peligro en aquel mame. Hold sia emb. PE. percibir la elocuencia de los ojos las des sillas vacias. Este ocumiento es proptedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Por JACQUES CONSTANT jaa en con sa sexo. Cuanio mí us grandes ojos azules deles: de Esatriz, la desdichada ína de La Divina Comelia.
Cuando mo daba el brazo a sa madre o a Su mucama, aquella Joven llamémosla Beatiriz caminaba a pasos indecisos tanteando el terreno con un bastón.
Teatriz había quedado ciega consecuencia de un accidente.
Dos taxis que chocar, un trozo de vidrio que se incrusta en la raíz de la n2ri2. no es necesario más para perder eterna mente los goces de la luz. Eterramente? Tal vez no, porque el oculista que la cuidaba dejaba entrever la posibilidad de unz curación. Nuestras dos madres cultivaban vínculos de amistad, y como yo 2cababa de obtener mi diploma de doctor en filosofía y letras, se me rogó que di2ra lecciones a Beatriz, la cual, desde el día del cruel accidente, había interrumpido sus estudioz.
Me alegré mucho, porque ese tra bajo aportaba una distracción a mi melancólica existencia. Ya supondrá usted que mi incomparable fealdad empezaba a va lerme algunos sinsabores. De ni ño yo había sido el hazmerreír!
de mis condiscípulos; al llegar a la edad adulta, me veía privado de los placeres propios de la juventud: el baile, el trato con mujeres, la frecuentación de ta vida social. Todo me estaba prohibido,. so pera da. las. más duras humillatio, Ciando no me acogían con risa3 y mofas, las mujeras respondían a mis pa labras con una frialdad diz¿
tiva más hiriente que una be: tada. los quince años, Beatriz unía Jas cualidades del espíritu a las del corazón. Dulce, fina, sensible, me raconcilió trás de los cuales. ay. ya no se fitraba la luz, yo me sentía transportado un mundo mejor y más dichoso. Ella apreciaba mis lonzs, y cuendo yo ma rizrnzbá en los horizontes infinitos del ensueño, Beatriz me escuchaba temblorosa y me oprimía febrilmente la meno. Día tras día me sentía más enamozada de la pobre Beatriz, y en las tinieblas de wmi vida sentimental brillaba como una peque ña luz la esperanza de que ella consentiría un día en compartir su vida con la mía. No hallaba reparos en su ceguera, puesto que ella le evitaría el conocer mi fealdad. Parceíame haber conquistado casi la serenidad, cuando, bruscamente, el oculista que cuidaba a Beatriz se la llevó a su sanatorio. Al regresar a su casa había recuperado la vista. No me regocijé del milegro. Comprendí que mi presex cía la horrorizaría cuando me contemplara tal como en realidad soy. Partí para un largo viaje durante el cual mi madre cambió de domicilio. Volví para (a movilización y permanecí en ¡las trincheras hasta el año 1913, Nunca más he vuelto a ver a mi dulce amiga. Las sombras que ella arrojara de sus ojos se han albergado para siempre en mi corazón. Pero. qué le suceda, issñera. Sus ojos, están llenos Ce lágrimas. Sus manos tiemLlan! perdóneme si la he conmo vido demasiado. Es verdad, señora. Mi amada no se llamaba Beatriz. Ya le he dicho que es un nombre supuesto. Estela. Calle Tajllebourg!
Por HUMBERTO DOS CAMPOS. desapareció con ella, por alli!
Rostro sereno, alma tranquila, el ingeniero no se mostró espauntado con el incidente. Procuró, sin emburgo, esclarecer más el episodio. Fritz acompañó a mi mujer? preguntó. La acompañó. Está allá adentro con ella. Está iiformó el amigo.
Holdembach sonrle, y, perverso, piensa en seguida con una frialdad germánica, en una venganza trágica. Pues entonces, yo. me tomo el chopp de él! se ració la copa de un trago. UN JUDIO No obstante sus barbas hirsutas y aquella nariz aquilina, que parecía espiar, curiosa, para el abismo de la boca disimulada bajo el matorral de los bigotes, Abraham Salazar no era un hombre triste. En la sinagoga, en laser reuniones religiosas, era de los menos graves, al punto de rEaber sido censurado una vez, con la mirada, por el rubino Melchisedec.
o. Fué por eso gran iotivo de extrañeza, el modo cómo aquel ho o descendiente de Isra2l entró aquella noche al paqueño predic de la sinagoga lJonde se iban a elevar nuevas preces por la felicidad de los judios esparcidos por el mundo. como mun tuviese más idad con él que el viejo Isaac Labbaref, fué ¿ste quien se acercó a Abriharm para hacerle una pregunta fraterzal. encontré a Dani a me ¿ha raso? dél ministerio de Cultura y Juventud; Costa Rica.
era más morena que ahora y me OST ENENENDV. Dios mío. Es Zabla recon Ez ag ua capullo de rosz, y ahora zo Arta te a e la rosa lozara: ezrs aermanes, esos modal diferentes. esz marido! LES: marido que no soy y ¡Estela, Estelal. Ciarot ¡Lo comprendo!. Usted no polia perar eternamente. al desaparecido. Comprendo también que. mi nuevo nombre no haya despertado en usted. ningún recuerdo. Yo tenía en 2quella época un apellido ridicuel emonces era zo podía esSS C4 obtenido actorizacióx sa Córara de Justicia carbíarlo por el de Sents22 pertenecía a ri abuela, palerra gata de antaño! Trenqu EA Xo alberga mi pecho ningún re»
senini ¿Essentimientosy yo, contra usted. Aquel sueoo.
ua sueño. bellísimo, Ed imposible para mí ro. Soy hombre!
ra da, ni siquiera la amistad, puede reemplazar al amor.
HEAD CARA Gos arboles Ese trasformar de los árboles en muebles. no es un suplicio monstruo? El árbol, hecho leña, va a poseer el alma multicolor y maravillosa del fuego; va a con sas del mundo?
cluirse más pronto, pero antes sentirá flamear su espiritu en las lenguas inquietas de la llama y en las estrellitás de las chispas; saciará su afán de ascensión y de cielo subiendo hecho humo, hecho nube, él, que siempre estiraba la verde cabeza de su copa a las nubes. Pero, convertido en mueble, no es más que una momia, la forma más horrible de. perdurar. Recorro las habitaciones: de mi pienso: casa y ¿Cuántos árboles habrán talado para que yo tenga tedo esto. Qué selvas enormes se han abatido para amueblar todas las caMe lHeno de tristeza pensando en el duelo def rocío, de los pájaros y del vien to. me lleno de angustia imaginando el dolor de los gajos he»
rálos, de los troncos mutilados. de todas las selvas de la tierra: caídas bajo las hachas brillan tes de los leñadores. Esta ma dera ahora inmóvil y muda. cómo habrá susurrado y Horecido»
en un tiempo!
Juana de Ibarbourou.
des chicharras.
Ese chirriar de las chicharras a la siesta, durante el verano. cómo es para mí. un recuerdo alegre! Al evozarlo, me parece sentir de nuevo el olor fuerts de los pastos verdes, florecidos de eepiguitas barbudas y de pequeñas corolas humildes; el grito áspero los benteveos, el sonar del agua del río, todo el silancio rumoroso del campo en las siestas del mes. de diciembre. Yo peinaba con dos largas trenzas negras. Recuerdo también que era huraña y ardiente y que gustaba siempre de masticar largos tallos jugosos de hierbas. El coro de las chicharras tenía para mi un encanto extraño. Más de una vez he pensado que ellas saben lo que siente la tierra en esta hora caldeuda en que cada hoja de hierba, cada flor, cada planta, es una alcoba nupcial. su himno es, quizás, un canto de bodas. mi lado desfilaban. h s donde se deshoaba, ana te Hora romántica Plasmáronse en la sombra los jardines en un sonoro acariciar de seda la romántica voz de los violines.
largas caravanas de hormigas y escarabajos: ellas negras Q; jas, ellos con sus corazas de. resplandores metálicos que sugieren la idea de estar hechis de acero con esmaltes, tornasoles ¡Pedacitos de iris trasportados por seis patitas ganchudas! Era mi hora de observaciones y de descubrimientos. Fui ¡eñtónces toda una intuitiva y agreste en?
tomólaza que sorprendió secrotos de amor y de muerte en e)
mundo de los alguaciles, las máriposas, las lagartijas y las vaevitas de San Antón. La vida, luego, ma llevó muy lejos. Soy ahora en la ciudad populosa como una planta de la sierra aclimatada en un invernáculo. Pero todos esos recuerdos están en mi alma, y en mi sangre yy a pesar de los años que hun pasado, no olvido. no olvido.
Juana de Ibarbourou.
CEZEREINE DARA triste y leda, et A: hi
Este documento no posee notas.