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LA REPUBLICA, lunes 19 de enero de 197611 Tiempo de silencio. sonora caja de resonancia de Tres clases sociales en una sola obra.
Pocas veces hemos leido a un escritor español que esté en condiciones de unir el ancestral estilo castizo, particularmente en cuanto a lenguaje se refiere, y las modernas técnicas narrativas. Desde un punto de vista estrictamente temático. Luis Martin Santos, en la única novela que alcanzara a escribir antes de su trágica muerte. Tiempo de silencio. Ed. Seix Barral, Barcelona, 1973. es, quizá, también, el único capaz de hablarnos de aquella España que ríe y aquella España que Hora como dice el poeta. La obra se centra en un médico de la tipica clase media: Don Pedro. Pero aparece también la clase alta, representada por la riqueza material y espiritual de Matias. La clase baja tiene como protagonistas a los representantes de dos estratos: uno medio (la viuda del militar, Dora. Dorita y Amador) y otro bajo: expresión del lumpen proletario, habitante de las chabolas tugurios. Muecas, Cartucho y su conjunto de diosas de la pobreza. una novela IT Raúl Torres Martínez En ocasiones como en el inicio de la novela, se vale, por lo contrario de un período corto, conciso, certero. Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono.
He dicho: Amador (pág. No es posible concebir mayor laconismo. Tampoco es posible mayor oposición.
um estilo más antitético con el anteriormente demostrado de acuerdo con las exigencias temáticas. España en su critica.
En este complicado medio social. Martin Santos se despliega con singular soltura. Don Pedro es becario del Instituto de Investigaciones. Con su ayudante, Amador, comprueba que las importadas ratas norteamericanas provenientes de Illinois se han agotado en el laboratorio.
Antes de correr el riesgo de suspender la investigación que puede aliviar las dolencias del cáncer, es preferible recurrir a la industria nacional. de la cual Muecas es valioso representante. El joven médico habita una pensión modesta. La propietaria aspira a desposar a su nieta Dorita, hija ilegítima de Dora, con el angustiado galeno. Florita. hija de Muecas, está embarazada. El progenitor. descontento con su extraña condición de padre abuelo. ha intentado hacerle una intervención poco afortunada. Recurre a Amador, quien solicita la participación del médico, pese a lo cual la muchacha muere desangrada. Adelante. Pasen ustedes y acomódense (se supone que habría dicho Muecas. No de otro modo dispone el burgués los agasajos debidos a sus iguales, haciéndolos pasar a la tranquila, polvorienta y oscurecida sala, donde uma silleria forrada de raso espera el honroso peso de los cuerpos de aquellas personas que dotadas de análoga jerarquía que los propios dueños de la casa pueden ocupar sus sitiales y disponerse durante lapsos de tiempo (Sic) variables a una conversación. a título de la conversación indirecta de la pertenencia a un mismo y honroso estamento social (pág. 49. Pero ya es suficiente la profundidad de la herida hecha con el bien afilado estilete de la sátira. renglón seguido, ahora la dura verdad: Asi Muecas dispuso que Don Pedro tomara asiento en una a modo de cama hecha con cajones que alli había y que, en ausencia de sábanas, cubria una manta parduzca (pág. 49. No está claro si el autor pretende criticar desfavorablemente las distintas clases sociales peninsulares a través de su obra. Cabe, si, señalar que.
de ser así, no quedarían estas bien paradas.
Si Matias representa a la clase alta. Sus iguales no parecen poseer sus notables condiciones humanas, ya que no están dispuestos a colaborarle cuando pretende ayudar a Pedro.
Esta trama va umiendo a los pertenecientes a las clases sociales va indicadas. Este es el contexto donde se mueve con rauda celeridad singular aplomo el escritor español, haciendo gala como dijéramos de un singular manejo del lenguaje y de la técnica narrativa.
Si Pedro representa a su clase, esta es conformista, fatalista. Es una clase que se deja llevar por la inercia, por la derrota, por la resignación que no tiene más recurso que ser víctima muda del tiempo de silencio.
Su humor negro no se frena ante la ridiculización hecha, se presume. por Pedro de los disfrutadores de tan miseras riquezas. Pocas veces como en esta obra asistimos de modo tan evidente al imposible deslinde entre forma y fondo. Ambos constituyen aquí más que nunca un todo indestructible. Cervantes y el Lazarillo redivivos en parte del estilo de Martin Santos. Las enumeraciones: un cuento de nunca acabar.
Si lo mismo ocurre con las Doras y con Amador: si tal cosa sucede con Muecas y Cartucho, el panorama, el conjunto total del panorama es dramático. Es riesgoso y falso buscar en forma superficial el simbolismo y aun el pretendido mensaje que la obra puede tener en el sentido antes señalado. Nuestra permanencia más de una vez en la Madre Patria nos permite afirmar que el genio hispano permanece. que la fuerza y la pujanza de ese pueblo se demuestran en infinidad de españoles; que hay Pedros. Doras y Muecas, vaya si los hay, como en todo el mundo. Son algunas golondrinas que no alcanzan para hacer verano. Demasiado al haber y un tanto al debe en la novela.
La novela está dividida en múltiples secuencias, todas ellas de cierta brevedad. Usa el escritor el estilo que más acomode a los propósitos que persigue: ora el período breve, en primera persona, con abundancia de monólogo interior: ora el período extenso redactado, igualmente.
en primera. veces, la narración se hace en tercera persona y también el período puede ser largo o corto.
según exijan las circunstancias. Las reminiscencias clásicas ya cervantinas, ya lazarillescas del estilo son evidentes. Pocas veces nos veremos más precisados de hacer citas abundantes para demostrar nuestras afir.
maciones. He aquí Cervantes. través de Martin Santos: Puede realmente haber existido en semejante pueblo, en tal ciudad como esta, en tales calles insignificantes y vulgares, un hombre que tuviera esa visión de lo humano, esa creencia en la libertad, esa melancolía tan lejana de todo heroismo, como de toda exageración de todo fanatismo como de toda certeza. Puede haber respirado este aire tan excesivamente limpio y haber sido consciente. de la naturaleza de la sociedad en que se veía obligado a cobrar impuestos.
matar turcos. perder manos, solicitar favores, poblar cárceles y escribir un libro que había de hacer reír. a э?
Iste tan valioso recurso de adoptar la prosa y todos sus recursos estilisticos a la intención que persigue. llega.
veces, a puntos culminantes y hasta majaderos.
Su afán por las enumeraciones inacabables nos hace.
a veces, recordar a García Márquez. Son una vastísima serie de expresiones en que se va amplificando una afirmación inicial inconclusa, seguida por una larga retahila de elementos que interrumpen por espacio de lineas y aun páginas lo que quiere decir. Es el caso de la descripción de Madrid: Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traidas y llevadas por gobernantes. Los clementos de enumeración encabezados por el incansable adverbio tan, tan. continúan hasta constituir casi una treintena y llegar a decir, finalmente. tan llenas de comedias.
Pero más aún: después nos enumera diez tipos de tales obras de teatro para decir, por último, por fin que no tienen catedral (pág. 15. Han sido necesarias cuarenta y cuatro lineus para decir lo fundamental: Hay ciudades tan llenas de elementos negativos, que no tienen catedral Este creador, inagotable manantial de riqueza temalica y lingtristica: este inventor de vocablos compuestos por varias palabras unidas por guiones. Júpiter tonante Moisés destrozante de becertros áureos, Padreofrecedor de generosos auxilios que han sido malignamente rechazados. pág. 29. este inventor de conversaciones en que se nota sólo lo que dice una de las partes y no lo que arguye la otra. Por quién preguntar? No, no se puede. Usted qué es de él. Por qué hubo de hacer reír el hombre que más melancólicamente haya llevado una cabeza serena sobre unos hombros vencidos. Qué significa que quien sabía que la locura no es sino la nada, el hueco, lo vacio.
afirmara que solamente en la locura reposa el ser moral del hombre. pág. 62. De quién nos habla. De más está decirlo: del propio Cervantes, y en el monólogo interior de Pedro usa, pues, el estilo del que hacía gala el propio Manco de Lepanto. Mayor funcionalidad en el uso del lenguaje es imposible encontrar.
Lo mismo sucede en los casos en que nuestro autor. al enumerar de nuevo, no recurre ya a la misma socorrida palabra tan para encabezar los elementos de enumeración. Emplea, a veces, infinitivos. Nos limitaremos a penetrar en las oscuras tabernas. y luego llena páginas tras páginas con elementos análogos encabezados por el señalado recurso verbal: a pasear. a contemplar. a abrazar. a preguntar. a gastar. a hacer. a inventar. a iniciar. a calcular. a adivinar.
a revisar. a comprender. pág. 15. Del mismo modo usará gerundios, participios o lo que estime conveniente.
No, no puedo decirle nada (pág. 27. sí, este Martín Santos de los mil recursos, también comete sus pecadillos. Entre ellos, el más grave es el de la omnisapiencia, del que, afortunadamente, rara vez, hace gala, amén de algunas irregularidades estilísticas excusables y una cierta exageración generalizada.
Cuando, con Amador. visita don Pedro la casa de Muecas, el malvado pícaro, usa Martin Santos un estilo burlesco propio de El Lazarillo de Tormes. El macabrismo de su humor negro convierte el detritus en lujo; al pachuco criador de ratas, en un burgués de pro.
Decía el uruguayo Zorrilla y San Martin que nada era más elocuente que un gran silencio. Pues bien: este Tiempo de Silencio resuena aún en nuestros ojdos.
Hay obras que permanecen por sus temas, pero, están, a la postre, destinadas a desaparecer. Sólo perduran aquellas que unen como el Quijote al tema, la grandiosidad del lenguaje. La novela de Martín Santos es lingüisticamente superior a su tema. Será larga su permanencia en las letras hispanas o el tiempo la con denará al silencio?
La obra está saturada de este estilo grandilocuente, acumulativo, amplificador, enumerativo, exagerado, extravagante, tantas veces y cuando el autor lo considera necesario.
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