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Claridad o sombra en la aurora Debo confesar que mi educación.
Lilla Ramos LA REPUBLICA, lunes 16 de enero de 1978 Marginal Con una fuerte evidencia en los diarios y en otros libros y de manera simbólica en algunos, se hallaba el relato del calvario de Franz Kafka. Digo que en su vida escrita por su amigo Brod y en su autobiografia, el lector tiene a su disposición un manual de todo lo que no debe hacerse con los educandos. Realmente el padre de Kafka, un déspota. lo indispuso contra todo lo que significara autoridad. formándole una especie de paranoia. Así. él sentia enemigos en todas partes: maestros, inspector, la sociedad misma.
Echar en cara es una acción muy nociva: indigna a la víctima en tal forma que va destruyendo la gratitud que hubiera alentado. Además, origina muchas cóleras sin la obtención del beneficio más insignificante.
Numerosos educandos me han confesado sus intimos sentires. Mi agradecimiento se termino. Lo peor personalmente, tenea que sentirme ilimies la sensación horrible que me da la falta de esa virtud.
tadamente agradecido.
Con que placer lo escucharia si hablara continuamente de su juventud y de sus pa Me pone iracundo y me espanta el deseo dres. pero escuchar eso mismo dicho en un de atacarlo que me provoca.
tone de vanagloria y de reproche. es un Mejor no me hubiera ayudado. tormento. cada momento da una palmada Me hiere su conducta. soy su hijo y su con las manos: deber es auxiliarme! El puede. Quién puede imaginarse hoy esas cosas. Qué saben los muchachos de hoy. Me odia! Su proceder me dice Nadie ha pasado por ésas. claramente que le duele haberme hecho Háganselo comprender hoy a un joven. tantos favores!
Hoy volvió a hablar en ese tono ante la tia Julie que vino a visitarnos. También ella Por qué me culpa de lo que le sucetiene la cara de gigante de todos los familiares del lado de mi padre. y los ojos Lamenta que yo no sufra lo que él sufrió.
levisima, pero incómodamente mal coloca Es muy injusto!
dos o mal coloreados. los diez años se ¡Me entran ganas de insultarlo y huir de empleó como cocinera. En medio del frío la casa. Etc. etc.
más atroz, tenía que salir a buscar algo con un vestidito mojado; se la abría la piel de las No son menos duras las expresiones que piernas, el vestidito se congelaba y sólo se le lanzan contra la madre que echa en cara secaba por la noche, en la cama.
y contra lo que no se atreve a defender a los Franz Kafka hijos que soportan esa afrenta. Cuando reflexiono, debo confesar que mi educación me ha dañado en muchos sentidos. Este reproche alcanza a una cantidad de personas es decir, a mis padres, a algunos parientes, a algunas personas que visitaban regularmente la casa, a diversos escritores, a cierta cocinera que durante un año me acompañó a la escuela; a una multitud de maestros. a un inspector escolar, a lentos peatones que pasaban a mi lado En fin, este reproche se insinúa a través de toda la sociedad como un puñal y nadie, lo repito, nadie puede por desgracia, estar seguro de que la punta de ese puñal no se le aparecerá de pronto por delante. por detrás o por el flanco.
No quiero cir ninguna contradicción a este reproche ya he oido demasiadas y mo en general he sido refutado por la mayoria de los que me contradecian. incluyo estas contradicciones en mi reproche y declaro ahora que mi educación y esas refutaciones me han dañado en muchos sentidos.
Es desagradable oir a mi padre.
cuando habla de los sufrimientos que tuvo que soportar en su infancia, con incesantes indirectas a la muerte de los jóvenes de ahora, sobre todo a sus hijos. Nadie niega que durante muchos años, a consecuencia de insuficiencia de sus ropas de invierno.
haya tenido las piernas llenas de llagas que no se cerraban. ni que a menudo haya pasado hambre, ni que cuando tenía apenas diez años se viera obligado a arrastrar un carrito por las aldeas, en invierno y desde la salida del sol.
Pero todas esas circunstancias innegables, y esto es lo que él no comprenderá jamás, comparadas con la más innegable circunstancia de que yo no he pasado por nada de eso, no permiten de ninguna manera deducir que yo haya sido más feliz que él: que él pueda enorgullecerce de esas llagas en las piernas, lo que él afirma y da por sentado desde el primer momento; que yo no pueda apreciar sus padecimientos pasados y, finalmente, como no los he sufrido dio 66. CITO El pueblo había quedado atrás. Las ráfagas de viento frio y húmedo de la madrugada traian el eco de cuatro campanadas del viejo y medio afonico reloj de la iglesia. Las ruedas de la carreta se hundían en el lodo del camino, y sólo la fuerza y el sudor de los overos. ayudados por Cito y Manuel. podian lograr que aquella carga de caña de azúcar llegara a su destino, para traerla de regreso, muchas horas después, convertida en atados de dulce. Ellos nunca habían oído hablar de obras de infraestructura ni cosas por el estilo; sólo sabían que tenían que luchar contra las inclemencias del tiempo y contra los obstáculos de aquello que llamaban camino.
Yiii. buey; yiiii. buey: no se me aflojen que nos espera una larga jornada: debemos llegar antes de que aclare el dia.
Se llamaba José Campos; era un hombre fuerte, de recio temple moldeado a mazo por la dura e interminable lucha que sostiene todo pequeño agricultor por la subsistencia de los suyos. Sin embargo, desde que era muy niño, sus padres, adivinando la ternura que albergaria en su alma, comenzaron a llamarlo Josecito, para quedar luego en simplemente Cito. como era conocido por todo el Iba con su hijo Manuel para el trapiche, al que había bautizado con el nombre de EL ESFUERZO. así, con mayúsculas, no por capricho sino con plena conciencia de lo que ello significaba.
En la casa quedó su abnegada compañera, Cecilia, siempre dispuesta a cumplir los oficios de la casa, a ordenar las dos vacas y limpiar el gallinero con la ayuda de sus hijos menores. Como todos los días, desde las tres de la madrugada estaba en pie, preparando el desayuno y el puntalito que Cito y Manuel debían llevar para echarle algo al estómago y reponer fuerzas a las diez en punto de la mañana. Ella tampoco habia oído hablar de liberación femenina, ni de igualdad de oportunidades para la mujer, ni de tantas zarandajas que quizá, por falta de oficio, pregonan muchas damas que viven con harta comodidad y plácidamente en eso que algunos llaman centros urbanos sin percatarse de que, por lo general, están rodeados de anillos de miseria de las hijas. la más coqueta, le comprarían unas zapatillas, pues no le gustaba andar descalza. La menor de ellas no tenía una toalla de medio ver para ir a misa los domingos, y era necesario reponer el machete del menor de la prole, ya que alguno de esos muchachos mañosos de la vecindad se lo había robado. Además, era urgente comprar cedazo.
alambre y púas para arreglar la cerca de la casa, pues, de lo contrario, las galllinas seguirían desapareciéndose.
Tampoco querían regresar de la capital como era de ley.
sin un saco con buena carne del Mercado Central, con pan y repostería de donde Musmanni. y algunas cajetas o melcochas.
Dias después llevaron el dulce a San José. Las calles que lo rodeaban estaban llenas de camiones y carretas con atados de dulce proveniente de diversas zonas del país, y ellos nada sabían de la inflexibilidad de eso que llaman ley de oferta y demanda. Mucho menos contaban con que se verian obligados a negociar su carga con unos bribones sin alma conocidos como intermediarios. quienes al final de cuentas se quedaban con la mayor parte del producto de tantos días de trabajo en el terrenillo y en el trapiche.
Olman Vargas Campos pueblo.
voy alla!
La molienda había comenzado mucho rato antes. Cito.
haciendo un arco, con la palma de la mano, sobre sus cejas.
elevó la mirada al firmamento; la posición de aquel reloj brillante y luminoso no lo podía engañar, era exactamente la hora de comer el puntalito.
Se sento junto a Manuel, de piernas cruzadas sobre el zacate; al desanudar las servilletas de tela y abrir aquellas hoias de plátano, salió un delicioso olor a chorizo, huevos duros, tortillas y frijoles. Desta paron también sendas botellas con aguadulce. Entre bocado y bocado. veian los bueyes tirar del yugo y marcar aquel círculo una y otra vez, mientras el jugo de la cala iba llegando a las enormes pailas de donde. horas después, saldría el producto de su esfuerzo.
Soñaban con llevarlo al mercado de la capital y venderlo por una cantidad de dinero que les permitiera comprar todas aquellas cosas que pasaban por su mentes: entre otras. Cecilia necesitaba medicinas porque era muy padeciente. y un rebozo para cubrirse del frío. la mayor Cómo estaba la capital. Hace tantos años que no Nada ha cambiado. Cecilia. yo la veo igual. Te aseguro que prefiero vermelas con las viboras y alimañas del monte, y no con las que viven en la ciudad. Con decirte que las gallinas seguirán desapareciéndose por un tiempo más, pues el arreglo de la cerca tendrá que quedarse para más adelante. Sólo nos alcanzó para tus medicinas y el rebozo y para algunas cositas de los muchachos, ya que mañana tengo que pagar un piquillo en la pulperia de Abdenago. Alabado sea Dios! El es misericordioso. Llegará el día en que las riendas del país estén en manos de un hombre de trabajo. que de verdad sepa lo que es sudarse la chaqueta para exprimirle el jugo a la tierra, a ver si se amarra los pantalones y mete en cintura a tanto desvergonzado.
Ya es tarde y ustedes vienen con hambre, mejor coman de una vez, que todo está caliente ahora. A Pedro Joaquín Chamorro Cardenal In memoriam Hinque su colmillo El Chacal!
De la carne desgarrada brotará sangre de Mártir y abonarà el camino!
Desde Las Segovias baja el retumbo y tiemblan los vanos poderosos.
Sus días están contados.
justiciero se pone en marcha y bao las ruinas metropolitanas pronto llegará a Tiscapa.
Sus días están contados.
La humana y millonaria masa sobreviviente tiene incontables y nervudos brazos, incontables y sanos cerebros, incontables y punzantes plumas, incontables y apasionados corazones que levantan el Pendón escarnecido hasta llevarlo junto al Cielo y demostrada por los encadenados en medio siglo eterno, levantan el Pendon escarnecido y con él sacuden el trono mismo del Altísimo.
Sus dias están contados.
El grito libertario ahoga las gargantas y se prepara una vez más la lucha.
Cien mil muertos se apinan y cada vez levantan más el Pendóm escarnecido hasta llevarlo junto al Cielo.
Hinque su colmillo El Chacal!
De la carne desgarrada brotara sangre de Mártir y abonará el camino!
Hinque su colmillo El Chacal!
De la carne desgarrada brotará sangre de Mártir y abonará el camino. Ah! La Justicia Mayor está a punto de poner en movimiento la justicia de los hombres y todo acabará. sólo para que esta infeliz generación atestigte el milagroso despertar de la amada Nicaragua!
Hinque su colmillo El Chacal!
De la carne desgarrada brotara sangre de Mártir y abonará el camino. Muy pronto el Pendon escarnecido tendrá su lugar muy junto al Cielo!
Gonzalo Páez Montalban al Desde Chinandega, desde Nueva Segovia.
desde Zelaya, desde Rivas, desde Chontales, desde Matagalpa y el San Juan, un tropel Las oraciones por los asesinados en medio siglo eterno. los gritos de los torturados en medio siglo eterno, la indignación reprimida Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
Este documento no posee notas.