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Hacer hombre EN TIEMPO PRESENTE Carlos Ml. Arguedas Arturo Uslar Pietri CARACAS. ALA. José Antonio Páez es una de las figuras más completas de la guerra de independencia de Venezuela. Su contribución al triunfo militar fue inmensa y decisiva. Se convirtió en un caudillo de excepcional sagacidad y en el más eficaz mantenedor del régimen constitucional de la República, a la que presidió en tres ocasiones diferentes. Sin embargo, nada parecía prepararlo al comienzo de su vida para tan excepcional destino.
Nacido en la pobreza de una aldea de los llanos no tuvo acceso sino a una educación rudimentaria. Apenas entrado en la adolescencia un incidente desgraciado le hizo huir a lo más salvaje de las llanuras, donde hubo de servir en las condiciones más duras, como peón de ganados, a las órdenes de un implacable capataz que era un esclavo del propietario, a quien llamaban Manuelote.
En sus memorias. Páez recuerda conmovido esta recia etapa de su existencia: Imagine el lector cuán duro había de ser el aprendizaje de semejante vida.
Montar potros salvajes, cruzar ríos llenos de caimanes, alcanzar los toros cimarrones, pasar días y noches a la intemperie en medio de la inmensa soledad y recibir constantemente el brutal trato del inapelable capataz.
Fue este el exigente aprendizaje en que equilató sus excepcionales condiciones el futuro gran caudillo de la independencia.
escuela. No vacilaba el general Páez en reconocer de ese modo generoso que era aquel áspero capataz quien lo había hecho hombre.
Muchas veces me ha venido a la memoria este hecho significativo y conmovedor. Qué mejor escuela pudo tener aquel hombre extraordinario que la escueta y heroica pedagogia de Manuelote, ni de qué otra manera hubiera podido prepararse para una lucha tan difícil y terrible como la que le iba a tocar protagonizar por tantos años hasta convertirse en un héroe de leyenda. Este ejemplo de dureza espartana para la formación del carácter se repite con reveladora insistencia a lo largo de la historia. Pareciera como si el hombre no llegara a dar todas sus potencialidades sino bajo la presión de la necesidad y la escasez de medios. Porque en el fondo toda educación eficaz no es sino una auto educación en la que el individuo encuentra dentro de sí mismo la respuesta adecuada a las casi insuperables exigencias que el medio le impone.
Se podría pensar que acaso el hombre es como una planta xerófila, a la que la abundancia de riego y abono debilita y corrompe a que requiere un cierto grado de pobreza de medios y dificultades para dar de sí todo lo que tiene en potencia.
La facilidad lo enerva y ablanda, mientras que la dureza lo estimula a poner a valer todos sus recursos. Tal vez para hacerse hombre, como parecía saberlo Manuelote, se requiere de una ingrata cantidad de dificultades y carencias.
Porque el propósito final de la educación tiene que ser más global y completo que el de instruir en determinados conocimientos y ha de proponerse el ambicioso fin que anunciaba Manuelote de decir. Lo hice hombre.
Un cierto grado de tensión y de lucha, de aquel polemos que el griego Heráclito veía en todo, parece formar parte inseparable de ese difícil e insigne propósito, que se aleja cada vez más de la mentalidad de las sociedades que llamamos civilizadas. Cómo explicar el aburrimiento que embarga, al final del curso lectivo, a todos los factores de éste. qué atribuir este general desencanto, la grosera conclusión de que todo da lo mismo? El desaparecido Teodoro Olarte escribía que se ha condescendido y hasta se ha ido con generosidad deplorable más allá de lo pedidocon todas las exigencias de la ignorancia, de la pereza mental y de un sentimentalismo morboso. De ahí, al menos, el desaliento de los jóvenes. Pero la condescendencia de que escribía don Teodoro no es un hecho que atañe sólo a éstos: también hemos sido generosos, resueltamente manirrotos, con la ignorancia y la pereza mental de los restantes factores. Qué es lo que falla. Son, acaso, los métodos, o los contenidos, o, para no prolongar la enumeración, los propósitos escondidos en lo más intrincado del sistema?
XXXX Algunos años más tarde, en plena guerra, cuando ya era el general Páez, después de un combate contra los realistas, al pasar revista a los prisioneros halló entre ellos al antiguo capataz, Le trate con la mayor bondad, hasta hacerlo sentar a mi mesa, y un día que le manifesté el deseo de serle útil en alguna cosa, me suplicó como único favor que le diera un salvoconducto para retirarse a su casa. Al momento le complací, por lo que, agradecido al buen tratamiento que había recibido, se incorporó más tarde en mis filas. Los soldados le hacían befa, repitiendo en su presencia las brutales formas en que había solido dar órdenes a Páez, Yo sé, replicaba, que ustedes dicen eso por mí, pero a mi me deben el tener a la cabeza un hombre tan fuerte y la patria una de las mejores lanzas, porque fui yo quien le hice hombre.
Al escribir esas frases el anciano héroe, lleno de honores y merecimientos, hacía públicamente el reconocimiento de todo lo que le debía a Manuelote y a su ruda Y, al principio, todo fue curiosidad. dice Isaac Asimov en su Introducción a la Ciencia. La curiosidad es el imperativo deseo de conocer, propio de ciertos organismos dotados de movimiento independiente, que se ven precisados a explorar su ambiente para asegurar su supervivencia. Algunos de esos organismos, especialmente complejos y sensibles, con una elevada aptitud para interpretar y almacenar los datos captados por los sentidos, tienen una curiosidad excedente. El hombre, en particular, dueño de la más estupenda masa de materia organizada del Universo conocido el cerebro humano, posee capacidad para recibir millones de datos de información. En consecuencia, el hombre que solo emplea el cerebro para una mínima supervivencia, padece, en el mejor de los casos, de una enfermedad sumamente dolorosa: el aburrimiento.
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XXXX Yo le temo a Virginia Woolf ¿Por qué este aburrimiento en que desemboca el curso lectivo? La nuestra es una educación presuntuosa, burocrática, documental. De paso: esto explica nuestra desconfianza e incomprensión por las campañas de alfabetzación que se han realizado en otros lugares. Lo que exigimos es que el alumno deje huella de su tránsito por el aula: los cuadernos de apuntes, los cuadernos de exámenes, las libretas de notas, las tareas, conducen, a fuerza de paciencia y hastío. a un documento final, el título o el certificado. Si se examina una ley cualquiera relativa a la enseñanza, se comprobará este afán leguleyezco de documentarlo todo, de certificarlo todo, como si hubiera incredulidad en la posibilidad misma del aprendizaje.
XXXX Crítica teatral de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, en el Teatro Tiempo (Arlequin. bajo la dirección de Jaime Hernández.
Víctor Valembois Había cierta espectativa alrededor de esta obra, porque era un proyecto acariciado por más de un director desde hace tiempo; también influyó la versión cinematográfica bastante conocida, con Richard Burton y Elizabeth Taylor en los papeles estelares. Finalmente aquí parece que impactó lo logrado del afiche y la interrogante que despierta el título. la pregunta ¿Quién le teme a Virginia Woolf. un estudiante contestó simplemente yo con lápiz grueso en uno de los tantos anuncios de la obra, en la Universidad es que la creación de Edward Albee (1928. no permite, por cierto, que el espectador se mantenga indiferente o en académica neutralidad. Se trata de una obra en que Marta y Jorge, como pareja y como personas traten de aniquilarse mutuamente en tremenda lucha verbal. El es profesor en una pequeña universidad norteamericana. Ella es simplemente la esposa de su marido, en una sociedad consumista, alienada y alcoholizada. Este pleito matrimonial transcurre en el momento mismo en que los visita un colega La obra de Albee causó escándalo, al entrega aquí una interpretación que al principio no parece suficientemente matizada, pero que finalmente conmueve por las indudables capacidades histrionicas de una actriz que nos gustaría ver más a menudo sobre las tablas. Repugnante y atractiva por su humanidad así es la Marta que podemos apreciar en el Teatro Tiempo. En permanente contrapunto artístico está el papel de Jorge, interpretado por Leonardo Perucci. Muchos recordarán su papel heroico del Comendador en Fuenteovejuna; otros le habrán apreciado su talento en papeles cómicos, como en La locandiera. Aquí lo tenemos en una creación sumamente matizada que confirma al actor completo. En la pareja invitada están Lenín Vargas y Lilliam Quesada. La joven actriz, en difícil papel y salvo algunos momentos en que más bien incita a la risa, logra por lo general no desentonar frente a dos actores consumados. Todo un mérito en sí. Lenín Vargas aparece aquí con un trabajo mucho más convincente que en La Celestina. Su expresividad facial y gestual siempre llaman la atención, pero aquí supo ponderar las cosas en la creación de personaje que se acopla dentro de un mensaje total.
Esto último permite, por cierto, subrayar el meticuloso trabajo de Jaime Hernández, director de esta arriesgada empresa. Coordinar todos los movimientos de solo cuatro actores en una jornada de más de dos horas con dos minúsculos intermedios, en una obra que mucha gente conoce, dentro de un texto con predominio verbal, eso lo logró Jaime Hernández.
Un merecido aplauso. La escenografía, a cargo de David Vargas, muy cuidada en sí, pero quizás más pensada para un ámbito escénico a la italiana que para la estructura circular del Arquelin. La música y las luces, altamente convincentes. Quién le teme a Virginia Woolf. un estupendo trabajo que el aficionado no puede perder, incluso si conoce la versión cinematográfica, con tal de ver y apreciar un buen trabajo en equipo y el valor insustituible de la actuación directa.
estrenarse en 1962. Viéndola superficialmente, podría ser la mostración máxima de la grosería y la vulgaridad en las tablas.
Con más detenimiento y sobre todo gracias a la estupenda actuación y la cuidadosa dirección en que se ofrece la obra aquí mismo, el texto se transforma en un impresionante documento que, al lado del Informe Kinsey y otros, muestra el desgarramiento de estructuras y normas tradicionalmente vistas como. nobles y sagradas. Detrás del torrente verbal se nos pide que reflexionemos, nosotros adultos acerca de nuestras relaciones humanas más íntimas y nuestros valores más proclamados, La obra es durísima: recuerdo que cuando, como adolescente, vi la pelicula, no la aguanté: era evidentemente demasiado joven.
Una presencia casi permanente en escena en papeles sumamente agotadores, eso es lo que ofrecen los cuatro intérpretes de este montaje. Anabelle de Garrido Una educación así deja escaso margen a la curiosidad excedente. Véase, para ilustrar el asunto con un ejemplo tomado al azar, el caso de la geografía. Qué curiosidad puede despertar hasta en los profesores esta disciplina aburrida y facilona? Sin embargo, la geografía es un temible instrumento de fuerza para quienes poseen el poder. No hace mucho, un geografo ponía de manifiesto que la geografía sirve, de entrada, para hacer la guerra.
La geografia es un saber estratégico, pero no solamente aprovechable en el ámbito militar, sino en el más amplio de la dominación económica. Cuando hace unos cuantos días Alvaro Umaña se referia al problema del oleoducto, desde esta misma columna, ponía de manifiesto como ese traste convertiría a Costa Rica en un punto estratégico para la defensa de los Estados Unidos. Este hecho decía Alvaro Umaña tiene un precio incalculable pues nos pondría en el centro del juego mortal de los grandes intereses internacionales. Si el estudio de la geografía se relacionara con hechos como el citado, si se abandonara esa geografía que es poco más que una suma aritmética de ríos, montañas, valles, etc. habría razón para el aburrimiento? Pero. podríamos permitirnos una educación así. con su esposa.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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