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Washington. AFP. El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, cedió ante la derecha religiosa de su partido Republicano y anunció ayer la designación de Samuel Alito, un juez considerado ultraconservador, para integrar la Corte Suprema.
Con esta decisión, el mandatario intenta poner fin a las divisiones dentro del partido y retomar la iniciativa política.
Dado que no pudo imponer su anterior opción, la abogada de la Casa Blanca Harriet Miers, quien retiró su candidatura el jueves tras las críticas de la derecha conservadora, Bush eligió a Alito, de 55 años, al que calificó de "uno de los jueces más cabales y respetados de Estados Unidos".
Bush renunció, de paso, a reemplazar a una mujer por otra mujer, tras la renuncia de Sandra Day O'Connor, de 75 años, más bien centrista, a quien sucederá el juez Alito, si finalmente es confirmado por el Senado.
El poder de los nueve magistrados de la Corte Suprema, designados de forma vitalicia a menos que renuncien, es enorme. Con sus decisiones influyen sobre toda la sociedad estadounidense durante una generación o más.
En la división de poderes de la democracia del país, la Corte Suprema tiene la última palabra en los grandes debates de sociedad, desde el aborto a la eutanasia, o el derecho de las minorías.
Los movimientos conservadores, que contribuyeron a asegurar la reelección de Bush, militan desde hace años para que las votaciones en la Corte se inclinen en favor de sus puntos de vista.
A partir de ahora una sola mujer se sentará con ocho hombres: Ruth Ginzburg, de 72 años, designada en 1993 por Bill Clinton, una progresista moderada, que defiende los derechos de las mujeres.
La indignación provocada por la elección de Harriet Miers dividió al Partido Republicano, en un momento delicado para el presidente, quien se estancó en menos de 40% de aceptación en los sondeos.
Los republicanos expresaron su satisfacción. "Este candidato reúne los criterios más elevados de excelencia", dijo el jefe de la mayoría republicana en el Senado, Bill Frist, quien recordó sus estudios en Princeton y Yale.
Entre los demócratas, en cambio, no se ocultó la decepción. "El Senado deberá examinar si el hombre que reemplaza a Miers es demasiado radical para el pueblo estadounidense", declaró el jefe de la oposición demócrata en el Senado, Harry Reid.
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