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Hoy es un día propicio para recapitular una larga lista de reportajes e informaciones de este periódico sobre los problemas sociales del país, reflexionar sobre ellos y asumir nuestra responsabilidad. No se trata de un artificio periodístico o de un recordatorio para presentar un cuadro lúgubre de nuestro país, según se estila en ciertos círculos, sino para hacer conciencia sobre la necesidad y el deber de acometer su solución con seriedad. Esta es la razón por la que, tras cada uno de nuestros reportajes sobre los problemas básicos del país, hemos editorializado sobre ellos para señalar a los responsables y para aplicar las rectificaciones de fondo.
Este día es propicio por cuanto hoy celebramos el 185.° aniversario de la independencia nacional, cuando, al exaltar aquella efeméride gloriosa, se aquilata aún más el sentido y contenido de patria, tierra natal o adoptiva de un conjunto de personas, a la que estamos ligados por vínculos jurídicos, históricos, culturales y afectivos, y a la que sentimos que le pertenecemos, como se ha dicho, por el corazón y la fidelidad. La patria es, por su componente de humanidad, una noción subjetiva y afectiva, en la que los valores de unidad y solidaridad, de paz y trabajo, constituyen su fuerza inspiradora. Conviene, por ello, en estas fechas, reflexionar acerca de estas cuestiones y, sobre todo, más allá de las consideraciones teóricas, preguntarnos, concretamente, qué estamos haciendo, cada uno en su ámbito particular, por la patria, por Costa Rica, esto es, por las personas que representan su razón de ser.
Este es un día propicio para tocar tierra y para enfrentarnos con la realidad de nuestra patria, cuyo punto de partida fue la decisión de nuestros antepasados, hace 185 años, de declararse independientes y, luego, de construir un Estado. Su visión política constituye un paradigma universal. Somos los herederos, como usufructuarios, como custodios y como continuadores responsables, de aquel grandioso legado que, ante el desafío enorme del fenómeno de la globalización, consustancial con la especie humana, le confiere a la independencia nacional otra dimensión. Si el desarrollo humano, como expresó el papa Paulo VI, es el nuevo nombre de la paz, también lo es de la independencia. Sin estos conceptos básicos, convertidos en obra concreta, se vacía y pervierte el sentido de la patria.
La patria no son, pues, proclamas, ni su apropiación ideológica o política ha de servir para sacar provecho o para manipular las conciencias. Si la patria son, en última instancia, las personas que convivimos en este territorio, la solución seria y responsable de los problemas nacionales concretos, con la misma visión de nuestros antepasados, en condiciones singulares, es el testimonio definitivo del genuino patriotismo. Su manipulación y la confusión de conceptos y de valores, particularmente entre los niños y los adolescentes, son formas execrables de corrupción, cuya consecuencia es el agravamiento de los problemas específicos del país, por la comodidad personal o institucional que significa oponerse al cambio o formular nobles designios, sin comprometerse con soluciones concretas, que son las que, en verdad, definen la estatura de un político, de un partido o de una institución.
La independencia nacional, que hoy celebramos, está hermanada con el desarrollo de nuestra patria, inspirado en el bien común y realizado, día a día, con hechos concretos y tangibles, como los que trazaron el rumbo de Costa Rica desde 1821, en un marco de paz, de unidad y de visión de futuro.
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