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Las informaciones recientes de La Nación sobre la situación de la población adolescente deberían no solo llamarnos a la reflexión, sino también a la acción inmediata.
En junio del 2006, se informa sobre deserción escolar y de cómo 40.842 jóvenes abandonaron las aulas en el 2005, y superan así los porcentajes previos del 2002 al 2004.
En agosto, de nuevo se informa y editorializa acerca del V Estado de los derechos de la niñez y la adolescencia , y se destaca, entre otros, las diferencias de cobertura en salud de las diferentes poblaciones: apenas un 30% para la adolescente.
El informe plantea que la situación en educación sigue siendo de franca desventaja para los adolescentes, ya que solo el 33,1% de quienes ingresan a primer grado se gradúan en secundaria. Además, solo el 26,7% de los mayores de 18 años ha completado la secundaria y el 7,2% de los muchachos y el 16 % de las muchachas no estudia ni trabaja. Además solo 2 de cada 10 adolescentes aprueban secundaria sin repetir.
Esos datos evidencian, como menciona el informe de derechos, "que la educación secundaria representa el punto más débil del sistema educativo tanto en cobertura como en retención".
Seguimos paralizados. La suma de debilidades del sistema de salud y educación representa no solo una violación de derechos, sino una combinación verdaderamente explosiva, que condiciona una situación de alta vulnerabilidad presente y futura para adolescentes y jóvenes. Sino, veamos el panorama diario de adolescentes en la calle, consumo de drogas, actos violentos en que se ven involucrados, embarazos, complejos trastornos alimentarios, consultas por depresión, entre muchos problemas que los impactan y ante los que permanecemos paralizados.
No es ser pesimistas, sino que, teniendo datos reales, tenemos que empezar a actuar y, entre las cosas por hacer, está mejorar la cobertura en salud para adolescentes. En las décadas de 1980 y 1990, se desarrolló un sistema de atención a adolescentes en salud que fue debilitado por enfatizar en otras prioridades y que puede ser retomado si hay voluntad política.
En educación, el mensaje del ministro Garnier es de esperanza, y debería ser apoyado por todos los sectores, y uno de sus ejes fundamentales es cómo hacer más atractiva la educación secundaria, incorporando como parte de un todo la educación sexual como una prioridad.
Sin embargo, la magnitud de los problemas acumulados es tal que solo una verdadera política de juventud, que permita integrar sectores e instituciones podría ser una opción para dar respuestas coherentes a las necesidades acumuladas. En este proceso, el Patronato Nacional de la Infancia tiene un papel irrenunciable de liderazgo.
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