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San José –sí, el santo patrono– entró ayer a la capital rodeado de flores y custodiado por una legión de más de 200 boyeros procedentes de San Antonio de Escazú, San Rafael de Alajuela, Miramar de Puntarenas, El Guarco de Cartago y otras comunidades del país.
Con esto, la tradicional Entrada de Santos y Desfile de Boyeros atrajo a una gran de cantidad de familias enteras a las calles josefinas e inauguró oficialmente las fiestas de fin de año en San José.
Fue un desfile lleno de espíritu festivo, bendiciones religiosas y, sobre todo, un enorme orgullo por la tradición del boyeo y de la carreta. El año pasado, la Unesco declaró Patrimonio Intangible de la Humanidad a la carreta.
Una mujer a la cabeza. Por primera vez en sus diez ediciones, este desfile fue encabezado por una mujer: la escazuceña Aída Sandí Sandí, cuya yunta de bueyes se encargó de pasear la imagen de San José por todo el Paseo Colón y la avenida segunda.
Todos aplaudieron a la simpática boyera que "manejaba" con gran experiencia al par de bueyes maizoles.
“Yo los llamo Moros y son mis chineados: yo los baño, los alimento y los cuido. Los tengo gracias a mi esposo, Lucas Pérez. Esta es una tradición que aprendí con mi papá a los nueve años”, dijo ella.
Tras de ella venía Mariano Guzmán, un boyero de Mata de Plátano de Goicoechea, a quien se le dedicó el recorrido de ayer.
Guzmán mostró a los espectadores, apostados a la orilla de las calle, una carreta cargada de la mayor cantidad de madera a la mayor altura posible.
El desfile incluyó bueyes de todas las razas y tamaños, así como carretas de coloridas decoraciones y otras más sencillas, usadas en el trabajo diario, y casi todas cargadas con familiares de los boyeros.
Todos los participantes recibieron un baño de bendiciones y agua bendita de parte del sacerdote Edwin Aguiluz, quien los esperó en el Parque Central.
Ellos fueron observados y aplaudidos por muchos espectadores a lo largo del recorrido entre La Sabana y la Caja Costarricense del Seguro Social.
Fue evidente la participación de familias completas, desde la abuelita hasta los nietos.
Por ejemplo, María Eugenia Hernández, de 86 años y vecina de Guadalupe, dijo que ella nunca se pierde esta actividad.
“Me encanta venir todos los años. Me gusta quizá por ser campesina”, afirmó.
Víctor Chaves, de 57 años, dijo que le agrada el desfile porque “es lo verdaderamente nuestro”.
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