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En Vela

La ventaja de ser un ignorante de carné en el campo militar le permite a un costarricense, cuyo ADN es radicalmente antimilitar, expresar su capacidad de asombro ante ciertas noticias de corte castrense y más allá.
Una de ellas apareció ayer en La Nación : la Comisión de Asuntos Económicos (CAE) del Senado Federal brasileño autorizó, por unanimidad, al gobierno del bueno de Lula contratar un préstamo de unos $6.000 millones en Francia para construir el primer submarino nuclear del país. Solo resta ahora el visto bueno del plenario de la Cámara Alta. Según el ministro brasileño de Defensa, Nelson Jobim, el Programa de Desarrollo de Submarinos (Prosub) es de importancia "vital" para la defensa del Brasil y para el desarrollo nacional (sic). También se construirán cuatro submarinos convencionales y otro de propulsión nuclear. En total, unos $9.000 millones.
Se me ocurre recordar, según dicen los expertos que, tras el deceso de la URSS, la probabilidad de defender el territorio nacional contra una agresión nuclear o clásica es exigua. Una vez desintegrado el orden bipolar, dicen, es la multiplicación de las crisis limitadas las que afectan la seguridad de los países sin amenaza directa sobre su territorio. Por ello, los sistemas colectivos de defensa ocupan el proscenio militar, como el caso de la OTAN desde 1949 y, luego, con el tratado de Maastricht, de 1992, con la creación de la Unión Europea, que puso las bases de un sistema de política extranjera y de seguridad, orientado a la defensa común.
Mi ignorancia me lleva entonces a preguntar: ¿de qué pretenden defenderse Brasil y otros países sudamericanos, sobre todo Venezuela, con sus exorbitantes y ofensivos gastos militares? ¿Por qué se aduce que son de importancia “vital”? ¿Quién los amenaza? Sin comezón de populismo, ¿no son los pobres lo “vital”? Y si en la reciente comedia diplomática en Bariloche, se tocó el tema de una defensa común, ¿qué sentido tiene esta si ni siquiera son capaces de una política exterior común? La amenaza, además, no está en un ataque exterior, sino en el inmenso poderío del narcoterrorismo, al que Colombia le hace frente, en forma solitaria, mientras ellos, sus socios, instigados por Chávez, en vez de combatirlo solidariamente, siguen entreviendo en la ayuda militar de EE. UU. un peligro para la soberanía de América del Sur. ¡El ridículo transportado en submarinos nucleares y en una escalada militar demencial!
Colofón: estos países no quieren ver la amenaza real que representa la alianza entre Chávez, Irán y otros regímenes terroristas, todos con fuertes representaciones diplomáticas en Caracas. La verdadera invasión.

  • POR Julio Rodríguez / envela@nacion.com
  • Opinión
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