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Así lo vi

En el carnaval cabe de todo
El carnaval no me es ajeno. Desde niño me acostumbré a él sí o sí: pasaba serpenteante a los 100 metros de mi casa con sus eslabones de comparsas, carrozas, disfraces y gente..., muchísima gente.
Como en aquel entonces, el carnaval es un enorme espacio en el que cabe todo aquello que le quieran acomodar.
Así escuchamos el infaltable Año nuevo de Tony Camargo –interpretado por una banda colegial– al mismo tiempo que Otro ladrillo en la pared, de Pink Floyd –por "Los Vargas", viejos roqueros de hueso colorado–.
O vimos desfilar a las tradicionales gigantas de turnos y tan solo unos pasos atrás dragones de la China.
De verdad que al carnaval le cabe todo: una carroza cargada de niñas y niños pasó justo cuando unas bailarinas de un reconocido centro para varones (vulgo: night club ) presentaban un número especial.
No importó, porque la tarde carnavalera tiene un hilo conductor: las típicas ganas de enfiestarse en diciembre.
Para el calor
La “birrita” y el traguito no faltaron, sobre todo entre los muchachos participantes en el desfile de carros antiguos.
Entonces la escena se completaba con los “compas” en el carro, con su buena música a la caza de miradas de alguna nena del público.
Porque para eso también es el carnaval: es un buen lugar para un “lance”, aunque sea solo por cinco segundos.
Sin embargo, por si las cosas iban a más, una coqueta muchacha –con la camiseta arrollada casi como una bufanda– se encargaba de repartir condones.
Tampoco faltó el sanguchito contra el hambre, algo necesario por la ausencia de ventas de comida y las largas horas bajo el sol (dado el rojo incendio de muchas pieles, un vendedor de cremas humectantes hubiera hecho su agosto ayer).
Para quienes deseaban emociones un poquito más fuertes, apareció la cannabis.
Eso generó el horror de una señora que se desgalilló para llamar a los policías y echárselos a los marihuanillos, quienes se retiraron con discreción mientras los oficiales se vararon entre las tres filas de asistentes. Ni modo.
A pesar de que este año se privatizó, el carnaval es el mismo: un espacio para gozar, al que le cabe lo que se le ocurra, y con gente..., muchísima gente.

  • POR Arnoldo Rivera J. / arivera@nacion.com
  • Nacional
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