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Una cajera de un supermercado; un vendedor de verduras en calle 8, San José; un payaso que se gana la vida inflando globos de colores; dos policías; una demostradora de productos; una comerciante ambulante; un joven dependiente del Mercado Central de San José y una vendedora de flores.
Todos gente joven entre los 18 y los 33 años y ninguno se ha puesto a pensar en la vejez. Menos en la eventualidad de quedarse sin pensión cuando lleguen a la edad de retiro, al menos quienes tienen la suerte de cotizar para algún régimen.
La mayoría forma parte del segundo baby-boom del siglo pasado (los niños que nacieron entre 1975 y 1985), causantes del salto en el número de nacimientos (de 60.000 a más de 80.000 anuales).
¿Cómo se imaginan a sí mismos a los 70 años? ìAhí sentado, pidiendo limosnaî, contestó José Ángel Cruz Sibaja, el payaso de 33 años, vecino de Concepción de Alajuelita, padre de seis hijos y con ingresos diarios que, si tiene suerte, superan los ¢3.000.
#&191;Cómo voy a pensar en cotizar si con costos tengo para llevar comida a la casa!î.
El joven policía Michael Porras, de 20 años, está dentro de la población que se pensionaría en el 2044.
Si el sistema de pensiones sigue en las condiciones de hoy, cuando él se pensione no habrá suficiente plata para pagarle el beneficio.
ìSería fatal si eso pasara. °Después de haber cotizado todo el tiempo! Yo me pregunto: ¿qué va a hacer uno a esa edad, si con costos joven le dan trabajo?î.
Un no
Pero ni él ni la demostradora de productos Házel Mena, de 28 años, aceptarían retirarse a una edad más alta que la fijada actualmente (61 años y 11 meses para hombres y 59 años y 11 para mujeres).
Sí apoyarían aumentar la cuota (7,5 por ciento del salario) que pagan para asegurar su pensión, y estarían de acuerdo en ver cómo se hace para incorporar a trabajadores informales, como una vendedora de blusas, de 34 años, a la que llamaremos Martha (para proteger su identidad), y quien trabaja desde hace pocos meses en un punto diagonal a la esquina este del Mercado Central de San José.
Para esta gente es difícil incorporarse a un régimen de pensiones. David Sánchez, de 18 años, ha vendido verduras desde los 6 años y, la verdad, no recuerda si desde entonces le han reconocido alguna cuota para pensionarse.
Aunque su sueño es convertirse algún día en maestro de inglés, considera difícil salir de calle 8, donde está más acostumbrado a las papas y chayotes que a la tiza y al borrador.
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