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Buena Vista, Liberia. Octavio Martínez, de 71 años, pertenece a una de las cuatro familias que vio nacer y crecer a este pueblo, agrícola y empolvado, que se enclava en plena llanura guanacasteca.
Sentado en una mecedora, muy cerca de la entrada a su muy chineada casa, este hombre recuerda cómo hace más de 60 años los Martínez, los Molina, los De la O y los Miranda poblaron este poblado del distrito de Cañas Dulces y que se asienta en las faldas del volcán Rincón de la Vieja.
Entonces eran unas poquísimas casas, que este curtido pampero podía contar con los dedos de sus manos curtidas. Hoy, hay más de 100 familias. "Somos como un poco más de 400 votantes", dijo.
Pero en Buena Vista pareciera que el tiempo hizo una pausa a pesar del crecimiento demográfico: las calles son de lastre y la actividad comercial es limitada, muy limitada (un par de pulperías, un par de cantinas, una soda y el "polaco" que pasa de vez en cuando). Eso sí, tiene escuela y EBAIS.
El grueso de la actividad se concentra en la vecina Cañas Dulces, una localidad más pujante: calles asfaltadas, aunque con huecos, abastecedores y una delegación del Ministerio de Seguridad.
Y ni qué decir de Liberia, a poco más de 30 kilómetros de distancia, que es el punto de referencia obligatorio para cualquier poblado de la provincia de Guanacaste.
Pero esto no amilana la felicidad de don Octavio y su familia, quienes se sienten orgullosos y más que felices de vivir en Buena Vista. "No hay bulla, no hay vida más feliz que esta. Respiramos aire puro... aquí yo creo que tendrán que sacarnos, porque es donde hemos hecho toda nuestra vida... Estamos felices de la vida", declaró.
A su lado, su esposa, Francisca Miranda, no oculta su sonrisa por las palabras de su compañero desde hace 51 años.
Juntos han labrado una vida de la mano de la agricultura (arroz y frijoles) y ahora en la construcción. Ambos ven con ilusión el desarrollo hotelero en la zona, pero confían en que los lugareños se vean más beneficiados con esta actividad.
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