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Barcelona. EFE. De la mano de Arsene Wenger, entrenador del Arsenal, el fútbol inglés ha asistido en la última década a una revolución tranquila, pero persistente.
Fue una modernización acompañada de una apertura de fronteras impensable cuando el francés aterrizó en Highbury, allá por setiembre de 1996.
En aquel momento pocos podían imaginar que el club armero de Londres jugaría su primera final de la Copa de Europa de la mano de aquel entrenador metódico y detallista procedente de Japón.
Los más escépticos le pronosticaron un par de meses porque su presentación como entrenador "rojo", a través de una videoconferencia desde Japón, cuando entrenaba al Nagoya Grampus y sin dominar el inglés, se convirtió en un auténtico esperpento.
Sin embargo, Wenger ha hecho historia en el Arsenal, el viejo equipo londinense -fundado en 1886- acostumbrado a fracasar una y otra vez en Europa.
Es el entrenador más laureado de la historia del Arsenal (tres Ligas y cuatro Copas) y el único con dos dobletes, 1998 y 2002.
Técnico de futuro más que de presente, ha lanzado la carrera de un sinfín de jugadores estancados, con su estilo sutil y elegante.
Es el caso de Cesc o de Reyes, últimos ejemplos de una nómina en la que aparecen Henry, Viera o Pires, pero también jóvenes talentos actuales como Van Persie.
Arsenal llegó a la final teniendo pocos chances después de dar un golpe contundente al club Real Madrid en los octavos de final y a la Juventus en la siguiente ronda, antes de dominar al novato de la Liga de Campeones, Villarreal, en las eliminatorias. Ahora Wenger quiere hacer más historia.
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