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Salvar al ICE

El que el ICE como institución monopolista de los servicios de telecomunicación tenga la facultad para negarse a brindar servicio de telecomunicación fija con prontitud y eficiencia, y que permita, con la complicidad de algunos de sus funcionarios y de la pasividad excesiva de los costarricenses, que el servicio que recibe sea de pésima calidad no es más que sinónimo de subdesarrollo.
Según publicación de La Nación (26/8/06), más de 80.000 familias –incluida la mía– hemos estado esperando por años servicios de telecomunicaciones fijos, que nos permitan comunicarnos en forma eficiente y poder acceder a la Internet. Y ni qué hablar de los pésimos servicios de telefonía celular de todos comprobado, basta con estar de paso o vivir en una ciudad como San Rafael de Heredia para que las comunicaciones vía celular se vuelvan fantasmas y, como si fuera poco, las nuevas guías telefónicas están incompletas pues no aparecen todos los abonados.
Esta forma de discriminación disfrazada que favorece servicios solo a una parte de la población impide obtener servicios de buena calidad y limita el desarrollo personal de muchos ciudadanos, sus familias y empresas.
Emular al mejor. El ICE está repleto de oficinas de planificación, pero da la impresión de que existen muchos planificadores y poca gente con real capacidad de decisión y ejecución de las obras necesarias. El compararse con países del área que "están peor que nosotros" es otro sinónimo de subdesarrollo y visión miope pues debiéramos emular a los que están mejor. La propaganda del ICE de que están en la isla del Coco, a cientos de kilómetros de nuestras costas, no es más que un espejismo, pues nos alegra que estén ahí, pero más que estuvieran aquí cerquita.
El monopolio del ICE es nefasto si no está en capacidad de brindar servicios de primera calidad a todos los ciudadanos. Las opciones internacionales existen, pero son de muy alto costo. El ICE es una institución vital que está en el corazón de todos, pero vivir de las glorias pasadas no nos sirve en el presente y nos impide avanzar hacia el desarrollo individual y colectivo.

  • POR Rodrigo Martín Rodríguez
  • Opinión
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