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Enfoque

La política trata sobre el poder: cómo tomarlo, acrecentarlo y, cuando no hay remedio, cómo traspasarlo. Quién oficia de político sabe que el poder es celoso: quiere todo para sí y demanda cada vez más.
Por ello, ningún político busca perder poder y quien lo pierde está liquidado. De ahí que la política sea dura, descarnada y que los políticos estén siempre tentados a recurrir a cualquier medio para ganar. Aunque sean amables, aunque tengan buenas ideas.
A la política hay que recordarle todos los días que la ética existe. No es tarea fácil. Sin embargo, aunque la ética incomode a la política, no es ajena a ella pues todo poder tiene dos caras: es dominación (poder sobre otros), pero también capacidad de transformar la realidad (poder hacer). En cuanto ejercicio transformativo, debe escoger medios para cambiar esa realidad: unos son lícitos, y otros no; unos morales, y otros no. Por eso, sin ética, el poder se reduce al ejercicio de la dominación. Dice Max Weber: "una ética de fines últimos y una ética de responsabilidad no se hallan en contraste absoluto, sino más bien se complementan y solo al unísono constituyen un hombre que puede tener vocación por la política".
Sé que la democracia no elimina al poder como sistema de dominación, pero lo domestica. Lo subordina a imperativos éticos derivados de la naturaleza del poder democrático, un poder enjaulado por tres límites fundamentales: el reconocimiento y tutela de derechos ciudadanos, la subordinación de la autoridad a la ley y el reconocimiento de que la soberanía del poder reside en la ciudadanía.
Dentro de estos límites, ciertamente, la política es descarnada y cruda. Pero estos límites son esenciales. En una democracia el político camina al filo de la navaja: puede equivocarse fácilmente pues a cada paso debe balancear la lógica del poder con los imperativos éticos, pero esta dificultad no lo exime de la responsabilidad por sus acciones.
A partir de estas reflexiones, el memorando de Fernando Sánchez y Kevin Casas constituye un grueso desacierto político y ético. Los autores sucumbieron a la lógica dura del poder. Lo que leí no se justifica. Aunque ellos sean personas decentes; aunque Kevin sea un amigo personal; aunque hace rato que, en la discusión sobre el TLC, el miedo, la bajeza y la mentira, en fin, la política cruda sea un arma tanto del SÍ como del NO; aunque algunos de los que se rasgan indignados las vestiduras han hecho cualquier cosa con tal de ganar (solo que no lo ponen por escrito). Confieso que esto también me molesta: ver personas de uno y otro bando con serios problemas para conciliar poder y ética en su incursión en la política. Aun así, el memo no se justifica.

  • POR Jorge Vargas Cullell /
  • Opinión
Democracy
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