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Algunos investigadores de la comunicación se refieren a los frames (marcos interpretativos) como la idea central organizadora que construye el sentido de los eventos y sugiere lo que está en juego. El modo en que se aplican los frames contribuye a definir lo que está pasando cuando se presenta una situación difícil de comprender y cómo se califica a los actores.
Un estudio realizado durante los seis meses previos al referendo sobre el TLC encontró que en el diario La Nación se publicaron 447 artículos de opinión escritos por colaboradores ocasionales (se excluyen editoriales y columnistas) sobre ese tema, de los cuales 277 predispusieron a favor del TLC (62%) y 76 se escribieron en contra (17%); el resto fueron ambivalentes.
En el Semanario Universidad , durante ese mismo período se publicaron 148 artículos de opinión (el Semanario no tiene editoriales ni columnas), de los cuales 139 predispusieron en contra del TLC (94%); 6 artículos, o sea, el 4%, representaban posturas a favor del TLC, y el 2% fueron ambivalentes.
Después de analizar una muestra de 50 artículos de opinión de ambos medios de comunicación, escogidos por números al azar, se llega a algunas interpretaciones sobre lo que ambos grupos (SÍ y NO) consideraban que estaba en juego en el debate sobre el TLC y cómo unos y otros pretendieron enmarcarse a sí mismos (protagonistas) y enmarcar a los que no pensaban como ellos (antagonistas).
Enfoque moral. El primer dato que emerge es que el conflicto, en general, no se llevó a terrenos de una discusión técnica, sino más bien a lo que en los estudios de framing se llama un "enfoque moral": mostrar amenazas, culpables, responsables y la falta de ética de los antagonistas. Penosamente, se gastó mucha tinta en deslegitimar al adversario.
Los autores de aproximadamente el 50% de los artículos de La Nación que apoyaron el “SÍ al TLC” señalaron, de un modo u otro, que era imposible dialogar con los del NO. En esos artículos, los protagonistas a favor del SÍ se presentaron como personas preparadas, que juegan limpio ( fair play) , que conocen las leyes y que están a favor de las instituciones, saben lo que le conviene al país, tienen la preparación necesaria y lo hacen con los mecanismos propios de la democracia.
Simultáneamente presentaron a los del “NO al TLC” –los antagonistas, según ellos– una y otra vez como sindicalistas extremistas, izquierdistas, gentes ligadas a extranjeros intervencionistas, mentirosos y aprovechados que quieren vivir del Estado.
Prácticamente, la totalidad de la muestra estudiada de los artículos de opinión del Semanario Universidad presenta un escenario donde la desconfianza hacia los del “SÍ al TLC” era tal, que si se dialogaba con ellos era casi como hacer un pacto con el diablo. Como protagonistas, los del NO se hicieron pasar, repitiéndolo una y mil veces, como el mismo pueblo y como los defensores del pueblo. En este caso, los antagonistas –los del “SÍ al TLC”– fueron presentados como personas que venden a Costa Rica, como aquellos que quieren hacer del país un casino, como dueños del país que se creen Dios, como un puñado de millonarios matones o como aquellos que conquistan mediante el artificio del engaño, los que usan serrucho en lugar de argumentos y como mercaderes del templo.
En juego. ¿Qué estaba en juego? Para los del “SÍ al TLC” existía una oportunidad, pero bajo amenaza. Al principio, la amenaza era perder la posibilidad de un tratado con su principal socio comercial, Estados Unidos; pero, luego, lo que estaba bajo amenaza pasó a ser la posibilidad de perder el país ante grupos de izquierda. Para ellos, el referendo se convirtió en la oportunidad de afianzar las instituciones, reforzar la tradición democrática y la gran posibilidad de derrotar a los que ellos consideraban grupos ideológicamente peligrosos. Ante esto, los aparentes beneficios del TLC pasaron a un segundo plano.
Para los del NO, si se aprobaba el TLC, se estaría cometiendo una gran injusticia y se perderían las conquistas del pasado. Para ellos, el referendo se convirtió en la batalla final, por el modo de enmarcarlo, en la que se enfrentarían el “NO al TLC” –presentándose como el pueblo y sus defensores, contando con pocos medios y luchando con las uñas– versus el “SÍ al TLC” –presentándolos como los oligarcas y las transnacionales, con muchos medios-. En su narrativa, los del NO tenían como objetivo desenmascarar a unos neoliberales que utilizaban con el pueblo la táctica de caballo de Troya –presentar algo como un regalo, cuando en el fondo es un engaño–; también el referendo era la gran oportunidad de acabar con el poder de los que estaban vendiendo el país y socavando las grandes conquistas heredadas del pasado. Los del NO utilizaron un discurso heroico en el que se entrevé la batalla épica del pequeño David versus el gigante Goliat, y se convirtieron en una especie de Robin Hood contemporáneo que luchaba por quitarles a los poderosos lo que le habían robado al pueblo, para devolvérselo.
El pueblo costarricense se vio envuelto en ese fuego cruzado tan cargado de desconfianza, falto de diálogo, lleno de deslegitimación y encasillamientos. Una buena cantidad de los estudios empresariales contemporáneos de alto nivel se están orientando hacia la construcción de confianza, el desarrollo de la humildad y el saber pedir perdón. No nos vendría mal a nosotros, un pueblo que ha sido educado en un humus cristiano, retomar esas ideas para sanar las heridas que se crearon durante la batalla del TLC.
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