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La Embajada de Francia ha denunciado el Acuerdo bilateral de 1967, producto de una decisión gubernamental "irrevocable" que implica el cierre del Liceo Franco-Costarricense en los próximos meses.
Este anunciado cierre no debe sernos indiferente y debe convocarnos a buscar alguna opción que permita, para las actuales y futuras generaciones, tener la posibilidad de estudiar en este tan particular colegio bicultural.
Intereses. Ha habido, no obstante, intereses diversos que han llevado al traste las negociaciones. Hace tres años comenzaron a aflorar los problemas, cuando la Junta Administradora estimaba inadmisible la presencia de un agente contable francés; la sensatez se impuso, y la Asamblea acordó incorporarlo. Quienes no mantenemos constante relación con el Liceo no supimos, sino hasta ahora, que los problemas no terminaron allí.
En estos días, la prensa ha publicado artículos contra esa Junta, que, guste o no, fue elegida con los votos de los que fueron y la desidia de quienes se quedaron en sus casas dejando en manos de otros las trascendentes decisiones. La evidente intransigencia y arrogancia de los opositores a la Junta, manifiesta en la Asamblea del pasado 13 de agosto, no deja duda de que las pasiones se desbordaron y prácticamente ninguno de los actuales padres de familia resulta buen interlocutor: todos creen poseer la verdad, y la discusión se va en estériles ataques.
Entre los ataques inadmisibles se ha dicho que es cuestión de la “derecha francesa”, como si en cuarenta años no hubiese habido Gobiernos de todo signo. Además, el presupuesto de este liceo es ridículo en el monto total del presupuesto francés destinado a educación.
Lo que sí es real es que ya no es una prioridad porque, desde la visión francesa, el Liceo ya no es el mismo y las autoridades han señalado que cada vez hay menos profesores franceses enviados por el Gobierno, al tiempo que aumentan como profesores los francoparlantes radicados en el país y que, al decir de algunos, ha incidido en una desmejora de la calidad académica.
Los resultados del bachillerato francés deberían ser una medida histórica comparativa que permita afirmar o desmentir tal aseveración y corresponde a las autoridades del Liceo aclarar este punto.
Por otro lado, la contratación de los francoparlantes implica costos en las mensualidades que algunos padres no quieren asumir.
Finalmente, Francia reclama la presencia de un 75% o más de profesores franceses, como era en otros tiempos, y como resulta deseable para que sea, realmente, “un lycée français”.
Ámbito diplomático. Pese a los esfuerzos del ministro Leonardo Garnier, el tema ya no es educativo; ha pasado al ámbito diplomático y corresponde al canciller Stagno colocar en su agenda de prioridades la negociación de un nuevo Acuerdo o la búsqueda de que Francia eche marcha atrás en el proceso de denuncia del convenio de 1967.
Estoy convencida de que, para el Gobierno francés, este Liceo no es un gasto, sino una inversión y que si ha llegado a las actuales decisiones es porque se rompió toda posibilidad de negociación para mantener los estándares franceses. No dudo de que dicho Gobierno tiene claro que la amistad entre los países es lo que hace posible la paz y que esta comienza por el entendimiento cultural. No creo que el proceso sea “irreversible”, sino que hay que buscar nuevos caminos y tender puentes que hagan posible mantener vigente un acuerdo que garantice la permanencia del Liceo.
Ha llegado la hora de hacer máximos esfuerzos para cambiar la trágica circunstancia que amenaza con el fin de la enseñanza francesa en nuestro país. Espero que el canciller Stagno logre conciliar los intereses en juego y accione exitosamente la vía diplomática para que, en esas aulas en Concepción de Tres Ríos, sigan bailando en los corredores los espíritus libres y soñadores de Voltaire, Rousseau, Verne, Molière, Sartre, Camus, Beauvoir, Hugo y tantos más, y para que, como en la canción de Luis Ángel Castro, no llegue un nuevo inquilino con otro pensar, que evite que siga cantando Edith Piaf...
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