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Así definió el jerarca del Banco Central, Francisco de Paula Gutiérrez, la situación macroeconómica de Costa Rica: " H ay una restricción monetaria mucho mayor, una situación fiscal estable, un esquema cambiario que se podría mantener sin grandes altibajos, las tasas de interés han venido subiendo, la capacidad de demanda se está desestimulando y tenemos factores externos que hoy presentan una coyuntura más favorable". Coincidimos plenamente. Se trata de una lectura acertada de la coyuntura externa e interna. La conclusión inevitable es que la tasa de inflación está a la baja.
Los factores de origen externo que contribuyeron a incrementar el índice de precios al consumidor (IPC) en Costa Rica, al igual que en otras partes del mundo, han variado a nuestro favor. En la jerga de los economistas se les denomina términos de intercambio. El precio del petróleo y el valor de las materias primas que importamos en el mercado internacional hoy son más baratos que hace tres meses. El barril de petróleo de la variedad que importamos en el país ha caído de $147 el barril, según se cotizó en junio, a menos de $106 el pasado viernes. Algo similar ha sucedido con otras materias primas, incluyendo alimentos, cuyas cotizaciones han descendido. Y, aunque no todas ellas se han trasladado todavía a los consumidores –esperamos que lo hagan pronto–, al menos los precios han dejado de subir, lo cual le imprime cierta estabilidad al IPC, cuya medición refleja los incrementos mensuales. Es de esperar que pronto se reflejen en las mediciones de los meses por venir y que merme la tasa de inflación. Debe recordarse que el alza del petróleo representó un incremento de 3 puntos porcentuales del PIC.
En el plano interno, los factores relacionados con el mercado cambiario han incidido favorablemente en el manejo de la política monetaria y y han producido un efecto marcadamente antiinflacionario. Con anterioridad a mayo del 2008, el mercado cambiario costarricense era superavitario y, por la estructura misma del régimen de bandas cambiarias, obligaba al Banco Central a intervenir adquiriendo divisas para sostener en el piso las cotizaciones diarias. El Banco compró alrededor de $2.000 millones durante todo el período anterior a mayo, y quedó así obligado a emitir y, luego, a absorber colones, lo que incrementó la liquidez y aumentó las pérdidas de operación al vender bonos de estabilización y otros títulos de absorción directa que, también, a mediano plazo inciden en las pérdidas del Banco Central. Pero ese panorama ya cambió. Al ajustarse el tipo de cambio en el mercado y dejar de intervenir, se revirtió la expansión monetaria por esa fuente.
El Banco Central está ahora en mejor posición para controlar la política monetaria y reducir la inflación. La venta de reservas monetarias internacionales por $1.000 millones en los últimos meses ha drenado el exceso de liquidez y ha permitido una mayor concordancia entre la expansión de la producción y la liquidez total. Eso se ha reflejado en variables importantes como las tasas de interés y la expansión del crédito al sector privado. La tasa básica pasiva se incrementó del 4,5% vigente en mayo al 9,25% reportada la semana pasada. Y las tasas activas que cobran los bancos comerciales a sus clientes también han experimentado alzas concomitantes, lo que ha permitido una reducción en la tasa de expansión en el crédito privado. El crédito total a ese sector, que alcanzó más del 70% en diciembre del 2007, redujo su tasa de expansión al 20% en el primer trimestre del año. Y, aunque luego volvió a subir, es de esperar que modere su alzada en respuesta al ajuste en las tasas de interés. No se puede descartar que las tasas de interés pasivas –y consecuentemente las activas– terminen de ajustarse en los próximos meses para ubicarse en alrededor de un 10%. Pero, si se toma en consideración que la inflación está a la baja, pronto dejarán de ser negativas en términos reales, y se estimulará de nuevo el ahorro, lo que contribuirá de esta manera a reducir la inflación.
Íntimamente ligada con la política monetaria está la devaluación esperada. Después del incremento de un 13% en las cotizaciones ocurrido entre abril y setiembre, el tipo de cambio parece ubicarse dentro de márgenes de incremento razonables, según las expectativas del Banco Central. A pesar de que siempre es difícil prever el comportamiento de un mercado determinado por la oferta y demanda, es de esperar que cualesquiera alzas marginales no impacten demasiado los precios de artículos importados vendidos en el mercado nacional. Finalmente, la política fiscal se mantenido en una posición favorable. Los ingresos hasta ahora han continuado creciendo a tasas similares a la expansión similar al PIB, y el gasto se ha mantenido relativamente ordenado. Después de haberse producido un superávit fiscal en el Gobierno central, el déficit reaparecerá pronto como consecuencia de menores captaciones asociadas con la ralentización de la economía y mayores demandas sociales, también vinculadas con el menor crecimiento del ingreso. Pero no producirá ningún empuje significativo en la demanda agregada que presione la inflación por la vía del gasto total. Y, si el Banco Central controla mejor el crédito al sector privado, y las instituciones públicas moderan los ajustes de tarifas, pronto veremos una más razonable tasa de inflación.
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