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"Nuestra economía entera está en peligro", afirmó el miércoles 24/9/08 en la noche el presidente Bush, en un mensaje televisivo en que explicaba la magnitud de la crisis financiera y la importancia de que el Congreso apruebe las medidas de emergencia.
Expresó que “los principales expertos económicos del Gobierno advierten que sin una acción inmediata por parte del Congreso, Estados Unidos podría caer en un pánico financiero, y se desenvolvería un angustioso escenario”. Este implicaría una mayor restricción crediticia y más quiebras bancarias, que eventualmente provocarían “una larga y duradera recesión”.
Plan de rescate. Ese mismo día, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, explicaban al Senado la urgencia de aprobar el plan de rescate que permitiría al Gobierno utilizar $700.000 millones (equivalente al 5% del PIB de EE. UU. del 2007) para comprar “activos ilíquidos” a los bancos en problemas. El valor de estos activos está determinado por el desempeño de una enorme cantidad de hipotecas que presentan problemas de incumplimiento en los pagos.
Bernanke discutía con los senadores sobre los resultados de las políticas implementadas durante la Gran Depresión (1929 – 1939), como un escenario comparable al que se podría enfrentar si no se aprueban las medidas requeridas. Paulson afirmó que “la fragilidad del sistema financiero pone en riesgo el bienestar económico de la población”.
El candidato a la presidencia de los EE. UU., John McCain, suspendió su campaña para regresar al Senado a impulsar el plan de emergencia. Por su parte, Barack Obama expresó la necesidad de un apoyo bipartidario al plan, pero anunció: “No podemos darle un cheque en blanco a Washington”. El expresidente Clinton afirmó: “Esto trata de salvar a nuestro sistema financiero”. Las negociaciones sobre el plan de emergencia deberían lograr pronto un acuerdo, y los miles de millones de dólares empezarían a fluir hacia los bancos.
Efectos potenciales. La gravedad de la crisis financiera y los efectos que podrían tener las medidas que se implementen para solucionarla, sin duda alguna impactarán a nuestra economía. El posible freno en la inversión extranjera directa, y las presiones inflacionarias que se puedan derivar de la gran emisión de dólares que está por venir, son dos efectos potenciales que podrían desestabilizar nuestra economía.
A pesar del aumento que ha mostrado el tipo de cambio, el déficit comercial de nuestro país se sigue incrementando. Las importaciones han crecido un 27% en el último año, y las exportaciones, un 6%. El déficit acumulado al mes de agosto creció un 91%. El desbalance lo solíamos financiar con inversión extranjera directa, pero en los últimos cinco meses lo ha sostenido el Banco Central de Costa Rica (BCCR) con $1.071 millones de sus reservas monetarias, las que se ubican en estos momentos en $3.865 millones.
El mercado cambiario enfrenta un importante desequilibrio, ante un déficit de cuenta corriente que el BCCR estima que alcanzará este año el 8% del PIB. Este déficit no podrá financiarse con reservas monetarias por mucho tiempo.
Debemos recordar que la economía suele moverse en ciclos. Después de la recesión seguirá el periodo de auge. Debemos tener la confianza de que, dentro de algún tiempo (nadie sabe cuánto), esta crisis se habrá convertido en un episodio más en la historia económica.
Resulta imperativo tomar las medidas necesarias para enfrentar el complicado entorno económico que se vislumbra en el futuro cercano.
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