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El antiejemplo exitoso

La columna de Barraza

Buenos Aires
¿Cambiar de caballo en medio del río…? El refrán afirma que no, Estudiantes dice que sí. El flamante campeón de la Libertadores comenzó la Copa con Leonardo Astrada como técnico. Perdió tres de los primeros cinco partidos y ello determinó su alejamiento del club. Astrada renunció, aunque nadie le pidió que revirtiera su medida.
"Los resultados mandan y él lo sintió así. El equipo no estuvo a la altura de las circunstancias y no se logró lo pretendido", se desentendió un directivo.
¿Qué debieron hacer los dirigentes…? ¿Confirmarlo en el cargo o soltarle la mano?
En su lugar ingresó Alejandro Sabella, 54 años, debutante como entrenador, y produjo un vuelco fenomenal. Con el mismo plantel, Estudiantes terminó campeón e invicto bajo su mando: disputó 11 partidos, ganó 8, empató 3, marcó 18 goles y recibió apenas 2.
El año pasado Liga de Quito ganó la Libertadores y lo que más se ponderó del directorio del club fue el haber sostenido a Edgardo Bauza cuando atravesaba un vendaval de críticas. El mismo Bauza en un momento sugirió dar un paso al costado. Lo mantuvieron y dio la vuelta olímpica. ¿Quién tiene la verdad…?
Un lector pregunta: “¿Cuándo se debe cambiar al técnico?”. Los casos anteriores reflejan que no hay una receta infalible. Lo ideal es dar estabilidad, tanto al estratega como a los futbolistas. De tener un plantel a tener un equipo hay un trecho. Para lo segundo se requiere tiempo, ensayos.
Ahora bien, cuando se suma una derrota tras otra y no se vislumbra una mejora en el juego ni en la actitud de los jugadores, ¿para qué seguir? En el caso de Estudiantes, está la prueba palpable: material había, simplemente Astrada no le encontraba la vuelta.
Cuando el mensaje del técnico no llega, cuando después de 15 o 20 partidos no se advierte una idea en los movimientos colectivos, cuando se quiebra el diálogo entre el conductor y sus dirigidos, cuando no existe armonía en el camarín, lo mejor es cambiar. “Siempre una renovación es positiva”, opinó Mauro Boselli, goleador de la Copa, acerca de la llegada de Sabella. Definió.
La táctica es secundaria. Sabella asumió y en el acto el equipo se convirtió en una máquina de ganar. ¿Implantó una táctica en una semana? ¿Entrenaban día y noche para poder aprenderla? No, no tocó nada. Lo suyo -él lo reconoció- fue ante todo motivacional. Como piensa Manuel Pellegrini, lo más importante del técnico es el manejo de grupo, tener un vestuario alegre.
La Copa es ganable. Con su triunfo, Estudiantes mandó el mismo mensaje de esperanza que pasó Liga el año anterior y Once Caldas en el 2004: la Copa está al alcance de todos. (En esta década también llegaron a la final Sao Caetano y Atlético Paranaense). No es necesario tener una Ferrari para llegar a la gloria, ya no está el Santos de Pelé ni el Peñarol de Rocha, Spencer y Joya, ni el Independiente de Bochini y Bertoni. Estudiantes es buen equipo, parejo, compacto, aunque no le sobra nada. Su mentalización fue el punto clave.
Marcar bien es jugar bien. Un latiguillo que escuchamos con frecuencia señala, casi despectivamente: “Aquel es un equipo de marca”. El tema es saber cómo marca. Marcar es una faceta importantísima del juego. Estudiantes neutralizó a Cruzeiro con una marcación notable. Marcar bien es tan importante como atacar bien. “El que defiende mal, pierde, eso es seguro”, sentencia Héctor Cúper. Ninguna duda.
Tener un líder. La presencia de Juan Sebastián Verón es una prueba contundente de la importancia de un líder dentro del campo. Influye más por mando que por juego. A veces falla en los pases, lo que en teoría es su fuerte, pero él genera confianza, plantea la idea, pega un grito, da una orden y el resto lo sigue. Todo grupo humano necesita un capitán, un guía. Se vio sobre el final, Gastón Fernández, extenuado, bajó los brazos; Verón lo azuzó con un grito y el delantero se levantó y empezó a correr de nuevo. Al minuto de juego le tiró un codazo a Ramires, quien le dejó un ojo negro y le abrió el pómulo en el partido de ida. No era un deseo de pegar sino de enviar una señal: “aquí estamos y no tenemos miedo”. En adelante se dedicó a jugar.
¿Y la cantera…? Otro antiejemplo exitoso. Apenas 4 de los 14 jugadores que entraron en la final surgieron de las inferiores estudiantiles. Y dos de ellos -Verón y Calderón- volvieron luego de años de estar afuera. No se advierte un “proyecto”. Formar jugadores es esencial para el crecimiento y la sustentabilidad de un club, sin embargo la clave está en saber elegir jugadores. Y en amar al club. Estudiantes es el triunfo del amor, de la mística, no del “trabajo” ni de un “proyecto serio”.

  • POR Jorge Barraza
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