Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Limón. Una familia viajó desde Panamá en velero para observar la llegada de la competencia Transat, cuyos navíos salieron el 8 de noviembre del puerto francés Le Havre y se esperan esta noche en el Muelle 70 de Limón.
Se trata de los Buhot, Christophe (el papá), Maiken (la mamá), Timery (una niña de 4 años) y Antonin (un juguetón de 2 años).
Y falta el barco. Se llama "Teou", que significa, “Donde estas”.
Los padres salieron de Francia hace ya siete años y no se han bajado a tierra, algo que dicen, no les hace falta. “Es muy peligrosa, con tantos carros”, afirmó Maiken en buen español, la única que lo habla.
Ellos están deseosos de que acabe la regata, pues en ella viene el monoscaso Veolia, que es tripulado por sus amigos Roland Jourdain y Jean Luc Nélias.
“En Francia es común que las familias tengan un bote y decidan vivir en el mar”, sostuvo Maiken.
“A nosotros nos gusta esta forma de vida. En el velero tenemos todo lo que necesitamos para vivir como deseamos y nos divierte”.
Los padres no se preocupan porque sus hijos correteen entre uno y otro sector del navío, o que, en forma intrépida, pasen entre cuerdas, jueguen en una esquina o reboten a más no poder en un cama elástica.
“Ellos (los niños) ya están acostumbrados a vivir así, pues toda la vida la han pasado aquí”.
Su pasión por el mar los ha llevado a cruzar tres veces el Atlántico (ida y vuelta). “Duramos como 16 días de Los Azores (Portugal) a (la isla) Guadalupe, pero todo depende de los vientos se reinen”.
Tras la llegada de la Transat al muelle 70 de Limón y la respectiva celebración con sus amigos, la familia Buhot regresará a Panamá, donde tienen su centro de operaciones en la monarca de San Blas.
“Aquí vivimos de nuestro barco, pues los alquilamos a diferentes personas, esa es nuestra forma de obtener ingresos”.
Maiken explicó que la vida en el mar tiene sus complejidades. Por ejemplo, contó que varias veces han estado a punto de naufragar en medio del Atlántico, lo que sin duda significaría una muerte segura.
Pero la vez que estuvieron más cerca del fin fue en Alaska donde, cuenta, ya no tenían ninguna posibilidad de salvarse, aspectos que consiguieron casi de milagro.
“Así es el mar y hay que aceptarlo si se quiere vivir en él”, sostuvo la madre, quien sostiene que solo el tiempo dirá cuando dar el océano.
“Tal vez cuando los niños necesiten socializar o requieran educación formal. Quien sabe”, dijo.
Este documento no posee notas.