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TRAFALGAR EL POEMA DEL MIO CID (SEGUNDA PARTE. ESTO NO ES NADA: ISIGA EL FUEGO!
no me impidió observar el terrible efecto causado en los ánimos de todos por aquella desgracia. Como si una repentina parálisis moral y física hubiera invadido la tripulación, así se quedaron todos kelados y mudos, sin que el dolor ocasionado por la pérdida del hombre tan querido diera lugar al bochorno de la rendición.
que gozaba de gran estima y ascendiente en la corte de Fernando I, rey de León, recibió una grave afrenta de parte del conde Lozano, y como por razón de su avanzada edad le faltaban las fuerzas para tomar honrosa satisfacción de aquel ultraje, le contó su agravio a Rodrigo, y éste, después de ceñirse la espada de su padre y de recibir su bendición, partió para las montañas de Asturias en busca del conde, autor de la afrenta, a quien retó en singular combate, afeándole su innoble proceder. En ruda lucha, venció al de Lozano, le cortó la cabeza y la presentó a su padre, cuyo honor revindicó. Pero Dios no quiso que saliera vivo de la terrible porfía.
Viendo que no era posible hostilizar a un navío que por la proa molestaba al San Juan pimpunemente, fue él mismo a apuntar el cañón y logró desarfbolar al contrario. Volvía al alcázar de popa cuando una bala de cañón le alcanzó en la pierna derecha, con tal acierto, que casi se la desprendió del modo más doloroso por la parwte alta del muslo. Corrimos a sostenerlo y el héroe cayó en mis brazos. iQué horrible moemento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violenįto palpitar de un corazón, que ghasta en aquel instante terrible ano latía sino por la patria. Su decaimiento físico fue rapidíEsimo: le vi esforzándose por åerguir la cabeza, que se le in clinaba sobre el pecho, le vi tratando de reanimar con una sonrisa su semblante, cubierto aya de mortal palidez, mientras on yoz apenas alterada exclaamo: Esto no es nada! Siga gel fuego. Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo anutilado, cuyas postreras palpitaciones, se extinguían de segundo en segundo. Tratamos de bajarle a la cámara; pero no fue posible arrancarle del galcázar. Al fin, cediendo a nuestros ruegos, comprendió que era preciso abandonar el mando. Llamó a Moyna, su seJuhdo y le dijeron que había múetto; llamó al comandante de la primera batería y éste, aunque gravemente herido, subió al alcázar e inmediatamente tomó posesión del mando.
Desde aquel moinento la tripulación se achicó: de gigante se convirtió en enano, desapareció el valor y comprendimos que era indispensable rendirse. La consternación de que yo estaba poseído desde que recibí en mis brazos al héroe del San Juan. La mitad de la gente estaba muerta o herida; la mayor parte de los cañones desmontados; la arboladura, excepto el palo de trinquete, había caído, y el timón no funcionaba. En tan lamentable estado, aún se quiso hacer un esfuerzo para seguir al Principe de Asturias, que había izado la señal de retirada; pero el Nepomuceno, herido de muerte, no pudo gobernar en dirección alguna. a pesar de la ruina y destrozo del buque, a pesar del desmayo de la tripulación, a pesar de concurrir en nuestro daño circunstancias tan desfavorables, ninguno de los seis navíos ingleses se atrevió a intentar un abordaje. Temían a nuestro navío, aún después de vencerlo.
Pocos días después se presentó ante el rey, en el palacio de Burgos, la hija del conde Lozano, doña Jimena, reclamando justicia por la muerte de su padre.
Fernando le prometió casarle con Rodrigo, ya que con ello quedaría amparada por el mismo causante de su orfandad.
Volvió el Cid a guerrear por su cuenta y en el pinar de Tévar derrotó a los reyezuelos moros levantinos, incitados por el conde Berenguer de Barcelona.
En el año 1094 tomó la ciudad de Valencia, codiciada por varios monarcas, y la conservó en su poder hasta su muerte.
Tras la toma de Valencia prestó el Cid a la cristiandad el gran favor de detener a los almorávides en su marcha victoriosa, y, derrotándolos en la batalla de Bairén (en el año 1097) aseguró la existencia de los reinos pirenaicos, más débiles entonces que el de Castilla.
Los últimos hechos de armas del Cid fueron la conquista de las plazas de Almenara y Murviedro (Sagunto. Ruy Diaz de Vivar murió en Valencia el 10 de julio de 1099, dicen algunos que de dolor, por una derrota sufrida en tierras de Consuegra, y su cadáver fue trasladado a San Pedro de Cardeña. Los france ses se llevaron sus restos en 1808, pero los restituyeron en 1883, y en 1921 fueron inhumados en la catedral de Burgos, donde descansan actualmente.
El Cid es el prototipo de caballero castellano del Medievo.
Precisamente las cualidades más sobresalientes de ese linaje de caballeros son las que, quizá en mayor grado, han contribuido al desarrollo y afianzamiento del espíritu nacional español fin cercano, antes bien, todo su empeño consistía sobre todo en que la oficialidad no conociera la gravedad de su estado y en que ninguno faltase a su deber. Dio las gracias a la tripulación por su heroico comportamiento; dirigió algunas palabras a su cuñado Ruiz de Apodaca, y después de consagrar un recuerdo a su joven esposa, y de elevar el pensamiento a Dios, cuyo nombre oíamos pronunciado varias veces tenuemente por sus secos labios, expiró con la tranquilidad de los justos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido; asociando el deber a la dignidad y haciendo de la disciplina una religión; firme como militar, sereno como hombre, sin pronunciar una queja, ni acusar a nadie, con tanta dignidad en la muerte como en la vida. Rindiose el San Juan y cuando subieron a bordo los oa ficiales de las seis naves que lo habían destrozado, cada uno pretendía para si el honor de recibir la espada del brigadier muerto. Todos decían: Se ha rendido a mi navío. y por un instante disputaron reclamando el honor de la victoria para uno u otro de los buques a que pertenecían. Quisieron que el comandante accidental del San Juan, decidiera la cuestión, diciendo cúal de los navíos ingleses se había rendido y aquél respondió: todos que a uno solo jamás se hubiera rendido el San juan. Ante el cadáver del malogrado Churruca, los ingleses, que le conocían por la fama de su valor y entendimiento, mostraron gran pena, y uno de ellos dijo esto a cosa parecida. Varones ilustres como éste, no debían estar expuestos a los azares de un combate y si conservados para los progresos de la ciencia de la navegación.
Tal fue la caballerosa reacción de nuestros enemigos ante la suerte de su heroico oponente.
significa señor, jefe o caudillo.
Cuando Jimena, que vivía en la corte de Fernando como dama de la reina, tuvo noticias de las heroicas proezas del Cid, pidió al rey el cumplimiento de su palabra, a lo que este accedió, mandando a Rodrigo que se presentara en Burgos.
Se presentó el Cid con un lucido séquito de trescientos caballeros, lujosamente ataviados. su llegada salió el monarca a recibirlo y, delante de todos los nobles allí presentes, le hizo saber la petición de doña Jimena y su propósito de dotarla espléndidamente. Consintió el Cid y se celebró la boda, que fue bendecida por el obis po de Palencia, Terminada la ceremonia, el Cid se retiró con su esposa al castillo de Vivar, y, a poco partió en peregrinación a Santiago de Compostela, en cumplimiento de un voto.
Durante su ausencia se nabía levantado contienda sobre el dominio de la ciudad de Calahorra entre Fernando I, rey de León, y Ramiro de Aragón, pues ambos se proclamaban señores de ella. Para evitar los trastornos y males de una guerra, acordaron ambos que la cuestión se decidiera peleando dos caballeros, uno de cada bando; y el que saliera vencedor ganar ia la ciudad para su rey. Combatió el Cid por el rey Fernando y Martin González por Ramiro; en el combate, que fue duro y reñido, el Cid derribó a su adversario, descabalgó, le cortó la cabeza y luego dio gracias a Dios por haberle concedido la victoria.
Algún tiempo después, Rodrigo se trasladó a Zamora, donde recibió el tributo de los cinco reyes moros a quienes había vencido anteriormente.
De allí a poco, el rey Fernando se vio acometido por una cruel enfermedad, y, sintiéndose morir, quiso proceder al reparto de sus tierras entre sus cuatro hijos, dejando Castilla a don Sancho, León a don Alfonso, Vizcaya a don García y la ciudad de Zamora a su hija, la princesa doña Urraca.
Por aquel tiempo habían invadido los campos de Castilla cinco reyes moros con numerosas huestes, que asolaban los territorios, destruyendo villas y lugares, y llevándose, como botín de guerra, ganados y pobladores, sin que el rey ni nadie pudiesen atajar tales desmanes.
MUERTE DEL HEROICO CHURRUCA ADMIRACION DE SUS VENCEDORES EL CID CAMPEADOR, HEROE DE LOS ROMANCES POPULARES Churruca, en el paroxismo de su agonía, mandaba clavar la bandera y que no se rindiera el navío mientras él viviese. El plazo no podía menos de ser desgraciadamente muy corto, porque Churruca se moría a toda prisa, y cuantos le asistiamos nos asombrábamos de que alentara todavía un cuerpo en tal estado; y era que le conservaba así la fuerza del espíritu, apegado con irresistible empeño a la vida, porque para él en aquella ocasión vivir era un deber. No perdió el conocimiento hasta los últimos instantes, no se quejó de sus dolores, ni mostro pesar por su romances La leyenda pronto se apropió de Rodrigo y de sus hazañas, y comenzaron a reunirse los innumerables que sobre él circulaban. De ellos tomamos los datos que damos a continuación, para completar el cuadro anterior con la juventud y las primeras hazañas del célebre guerrero castellano.
El padre de Rodrigo, don Diego Lainez, noble hidalgo Cuando Rodrigo lo supo, pi: dio permiso al rey para atacar con su gente a los invasores; y aún cuando era mozo de pocos años, pues no había cumplido los veinte, cabalgando sobre Babieca, su caballo favorito, y seguido de sus hombres, arremetió contra los cinco reyes moros, los venció y llevó cautivos a su castillo. Estos, admirados de su valentia, le juraron vasallaje, después de lo cual el generoso vencedor les permitió volver libres a sus tierras. Desde entonces los moros dieron al héroe castellano el sobrenombre de Cid. que LA REPUBLIC Jueves 12 de abril de 1984 15
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