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24 LA REPUBLICA. Lunes de oe tubre de 1984 CLAJ EDITORIAL PENTAGRAMA El hincha desenfrenado, la identificación fanática con el héroe.
jugador, no son fenómenos de nuestra época.
El gran mal de nuestro tiempo Estas manifestaciones que hoy definimos, con frecuencia, como fruto de la violencia de la sociedad actual, de la ausencia de ideales, de las con radicciones de una época sin duda difícil, pueden van agloriarse de tener un muy noble antepasado: el hincha del pueblo cartagines para nada diferente del contemporáneo.
La demostración corresponde al estudio del circo de Cartago, visible desde siempre pero desde el cual se hicieron recientemente individualizaciones de dimensiones exactas y otras características gracias al trabajo del arqueólogo norteamericano John Humphrey.
Cartago fue fundada en el 814 antes de Cristo por los fenicios de Tiro. Su circo. aunque no tenia las dimensiones del Massimo de Roma, fue, de todo el imperio romano, el lugar donde más desenfrenada era la pasión de los aficionados El lugar es sugestivo. De éste, donde ahora reina el silencio, Tertuliano dice que los hinchas lo hacían temblar y que cada espectador parecia enloquecer mientras incitaba a su auriga.
Debia ser un delirio coral que se apoderaba de todos, ricos y pobres, paganos y cristianos, si hasta en el momento en que los ván.
dalos llegaron bajo los muros de Cartago, 439 después de Cristo, se rechazó dejar el circo donde acababan de iniciarse las carreras.
Según los escritores cartagineses, la excitación comenzaba bastante antes del día de la competencia, de manera no muy diferente de como ocurre hoy en ocasión, por ejemplo, del famoso Patio de Siena.
La noticia de que fueron denunciadas ante la Contraloría General de la República posibles graves irregularidades en el INVU y en Asignaciones Familiares, llama otra vez nuestra atención acerca de lo que, sin duda alguna, es el gran mal de nuestro tiempo: la corrupción.
No hacemos la referencia exclusivamente a nuestro medio, sino, en general, al mundo entero, en el que la crisis general en vez de templar los valores morales y el impetu laborioso de los hombres, parece haberlos inducido al enriquecimiento fácil y rápido, sin que los me.
dios que para ello se usen tengan ni la menor importancia Desde una postura absolutamente objetiva, escalofria lo que vemos ocurrir, todos los días y en todas partes, a nuestro alrededor: el contrabando asfixia al fisco y a la noble actividad comercial honestamente realizada; se habla constantemente de la necesidad de propinas para obtener servicios generosamente pagados por el Estado; se hace uso abusivo de la influencia política para la obtención de beneficios y facilidades que deben ser administrados con criterios técnicos y en cumplimiento de políticas impersonales, El rico se hace así ca.
da vez más rico y el pobre más pobre, sin que la sanción moral y social para los abusadores aparezca por ninguna parte.
La verdad es que una sociedad así va rápidamente a la bancarrota económica y moral.
La historia está plagada de ejemplos de grupos humanos más fuertes y desarrollados que el nuestro que por ese camino llegaron a una decadencia que fue el camino para su desaparición. Cuando comenzamos a ver como cosa normal que los grupos de presión obtengan prebenda sobre prebenda, pensiones completas a los cincuenta años, poquísimo trabajo por altísimo salario, reducción de los programas de estudio, mordidas por todas partes, debemos preocuparnos. Hemos visto países a los que prácticamente se los han robado los núcleos de los que perdieron los escrúpulos, cuyo enriquecimiento es aplaudido por los que por toda meta quieren llegar a esas mismas cimas.
En un panorama así, los políticos, los lideres, tienen una enorme responsabilidad.
Ellos no sólo deben dar ejemplo de honestidad con su personal conducta, sino evitar ceder a la tentación de adquirir con el otorgamiento de privilegios indebidos votos y silencios.
Los altísimos presupuestos, quiérase o no, son un estímulo a la corrupción. Las inmensas cantidades que se manejan para casi todas las cosas constituyen un peligroso cebo para quienes no están bien templados moralmente, y ese temple debe ser dado en escuelas, colegios y universidades.
Para evitar el despeñadero de la corrupción se requiere una nueva actitud nacional, pero alguien debe impulsarla, dirigirla y realizarla.
Una magnifica oportunidad para cualquier gran político, que no tema sacrificar popularidad por tratar de imponer disciplina y corrección.
Asi, los jóvenes pasaban horas frente a las escuderías en adoración de los caballos empeñados en eternas discusiones.
Una vez terminada la competencia, un cuarto de la ciudad estaba de fiesta y los otros tres cuartos de luto.
Los equipos eran cuatro rojos, blancos, azules y verdes. Los vencedores recorrían la ciudad eufóricos; los perdedores permanecían taciturnos Con frecuencia los enfrentamientos eran violentos, Nada nuevo bajo el sol, pues, ni tampoco dentro de los estadios, Ni siquiera las entradas de los protagonistas: también estos aurigas ganaban muchísimo dinero, tal como nuestros jugadores de fútbol, y tal como se ve algunas veces en los estadios Nacional, de Heredia o Saprissa.
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