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EL PRINCIPE LALAGI con Lu Republica APRENDAMOS No 788 Prof. José Rodolfo Arce Moya la frente. Amada princesa le dijo al día siguiente la danzarina. he imaginado un ardid, que quizá me salga bien. Volvamos esta noche al lugar de costumbre y ya verás: he pensado bailar para el misterioso Rey, y, si consigo agradarle, le pediré una gracia. Tu idea es muy buena respondióle la princesa. pero quisiera intentar personalmente la conquista del viejo Rey, bailando yo ante él. Dime. me enseñarás a bailar como tú sabes?
La danzarina se sintió muy satisfecha de poder ser útil a su señora y ésta, en breve, aprendió a bailar como una propia hada, con una gracia encantadora. una noche, finalmente, se arriesgó a presentarse al misterioso viejo en el claro del bosque. Envolvióse en velos diáfanos, bordados de oro, plata y piedras preciosas y tomó el sitio de Lalagi, que apenas podía mover los pies a causa de su tristeza. La princesa bailó tan primorosamente y con tal arte que el Rey quedó fascinado y le prometió concederle cuanto deseara. Dame aquel muchacho!
IDevuélveme a mi esposo. imploró la princesa. Me pides lo que ya una vez has poseído y no supiste conservar. Debieras pagar con la vida tu temeraria petición, pero he dado mi palabra, y es palabra de Rey. Toma, pues a Lalagi, mi hijo predilecto y llévatelo. sabe que yo soy el poderoso Espíritu que reina en todos los ríos del Irán.
La princesa cogió fuertemente de la mano a su esposo y ambos huyeron rápidamente del lugar encantado. desde aquel día vivieron felices y gobernaron sabiamente al pueblo persa.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
La princesa quedó como petrificada por el horror, y sólo entonces se dio cuenta de su imprudencia; comenzó a llorar desesperadamente maldiciendo su curiosidad, mientras se retorcía las manos y llamaba a grandes voces a su querido esposo. Pero no había nada que hacer, y volvióse, desconsolada, a su hogar desierto.
Pasaron los días, las semanas y los meses. una mañana se presentó a la princesa una danzarina de la Corte, la cual narróle una extraña historia. Ayer tarde, al anochecer dijo salí a dar un paseo por los jardínes del palacio real, y me adormecí bajo un árbol. Al cabo de un rato me desperté en torno mío todo se hallaba sumergido en una luz maravillosa y extraña. en aquel momento, he aquí que sale del río un hombre con una escoba en la mano y se puso a barrer en el claro del bosque donde yo me hallaba: luego fue un porteador de agua el que salió de entre las ondas con dos grandes ánforas y comenzó a regar el terreno: finalmente aparecieron dos criados con unas gruesas alfombras que extendieron sobre el suelo. Se oyó entonces una música dulcísima y surgió de las aguas una solemne procesión: una hilera de jóvenes suntuosamente vestidos, a cuya cabeza avanzaba un anciano venerable, El Rey de todos ellos, evidentemente.
Todos se sentaron sobre las alfombras extendidas en el claro del bosque y los jóvenes empezaron a bailar. Sólo dejó de bailar un joven pálido y triste, en cuya frente brillaba una roja estrella. la noche siguiente la princesa se dirigió al jardín con la danzarina y se escondieron entrambas detrás de un grueso árbol: luego esperaron. La mágica luz inundó nuevamente el jardín, y se desarrolló la misma escena que la noche anterior, durante la cual pudo la princesa reconocer sin dificultad a su esposo en el joven pálido y triste, con una roja estrella en LA REPUBLICA. Lunes 18 de noviembre de 1985 11 LOS PRINCIPALES DEL ARTE SORPRENDENTE
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