LA REPUBLICA. Viernes 28 de noviembre de 1986 35 lela SiPor Fernando Cartín Paniagua, especial para Variedades ICO COel no del res sin one a el El único tesoro del hombre es el tiempo Las arrugas no son un ultraje Pasan los años y el cambio natural jes ay vema caz. Somos actores y espectadores ¡Cuidemos el tiempo y la fe. que braabre ada das adeI lo sielas ase ansible te y dad, ntos el borte SCUadea la al y todisente jostrets, el En todas las cosas se produce un desgaste natural, hasta en el templo, a excepción de la le ver dadera; vetusto y sempiterno, testigo de los siglos, estructura inanimada, pero animada por la le eterna de los hombres, tiene en su traje la gama de los grises, y de su intimidad y conciliabulos solo sabe su pátima que cubre su exterior. Hay acaso un champu o un alguien que tenga la osadia de lavar su cara noble y virtuosa que le han dado los años?
No hay más soledad que sentirse solo cuando se está acompañado, sin embargo nada es más sonoro que el silencio cuando se puede estar consigo mismo, donde sólo espian el alma el corazón y la fe en algo superior, que nos permite conocer la verdad de nuestro ser y de que somos espacio y tiempo.
Cuidemos el tiempo y la fe que son la luz en medio de las sombras. Los años son trustantes, no importa la edad. posicion o medios economicos, si el individuo esta ayuno de propositos nobles.
ausente de ideales carente de creatividad, lo que le propiciará un envejecimiento acelerado y prema turo. No hay una vida escalonada en años, que permita decir: primera, segunda o tercera edad. Lo que pasa es que hay que conocer el secreto de la vida, primero: vivir y dejar vivir; segundo: reconocer las limitaciones circundantes, tanto económicas como culturales y de salud, y un alto concepto y conocimiento del factor intelectual que se posee, y que le faculte para reprimir lo imposible de alcanzar no así el vasto campo de la superación haciendo uso de las armas apropiadas y honestas para llegar a la meta que provee la felicidad. En la vida no hay que ponerse tonto; el rocío es tenue, pero la flor es frágil. Comprendamos que la primavera ya puso su color en los primeros años, y el verano siguió con su calor dejemos al otoño una esperanza. pues tarde o temprano a cada quien le llegará su regalito, puede ser grande o chiquito: quizá sea en enero, febrero, abril o mayo: la malquerida e inesperada pata de gallo.
Las ARRUGAS son el traje natural que el tiempo regala al ser humano. porque aún prevalece desnudo en las puertas del siglo veintiuno.
as AS arrugas no son ultraje. Quizá a manera de un aval pudiese ser una firma en sisas que certifica la erosión que el tiempo regala al ser humano.
Sólo el arte como forma virtuosa en las manos sabias del artista, o la tecnologia de la máquina pueden detener para la posteridad su imagen, sin embargo, ironicamente esta queda supeditada al tiempo y el espacio; la luz, la interperie o el comejen, pues hay un viejo refrán: que nada es eterno, por todos los siglos de los siglos amén. De ahi que el único tesoro del hombre es el tiempo. Todo se puede perder en la vida, menos el tiempo. Computadora de lo infinito, de lo desconocido, que toma todas las notas de la existencia universal, donde viven los misterios, donde se aclaran las dudas y disipan los temores.
Con el tiempo se hacen las arrugas, pero con el correr del tiempo se cicatriza la herida que el hermano infringe al hermano. Qué haríamos sin tiempo?
La humanidad también envejece, porque su forma de ser es discordante con la verdad de la existencia misma.
Las arrugas son gestos de nobleza, que sin venir de sangre azul, cualquier pobre puede soportar con entereza el infortunio o el revés de aquél que puede más que él.
Las arrugas se posan sin miramiento en la escala social, sin embargo la pobreza las hace más dulces y demuestran ternura y piedad. La pauperrima vida de la viejecita limosnera tiene en su gesto una forma de expresión angelical que es de secho de bondad; su mirada apacible ilumina su cara, y la lágrima vertical discurre en silencio en el pliegue natural que regalan los años. Su beso ya no es sonoro, porque pertenece a otra escala de valores, y su génesis es el afecto más puro de madre o abuelita, pero es tierno y perdura su calor aunque esté muy arrugadita. El octogenano que vive en su cadencia, cual péndulo que se aterra pertinaz al campanario, puede llevar en su interior el quebranto de la pena que le agobia, pero no la desnudez del alma, porque su cara dice la verdad de una labor cumplida, o de una forma de vida que termina. Su mano temblorosa, corrugada y sedosa y conmueve a conmiseración, sus fisuras denotan nostalgia, tiempos idos, carencia de un algo o de mucho. Todo esto es nobleza aún sin ser hidalgo; quizá uno más que no pudo idealizar el porvenir, por carencia de un hermano pensador, que pudiese comprender que la dicha se vive si se sabe compartir Conforme avanzan los años hay un cambio natural en cada ser humano, y no puede haber oposición a ello El dinero no es barrera para detener la forma facial inmaculada que exige entre otras cosas el amor (de acuerdo al cristal con que se mire. y la sala de belleza es tan sólo un centro mercantil que vende máscaras de halloween, pues lo que permite es comprar una mentira, una ilusión, un favor para un minuto, pues mañana: más arrugas y otra mueca, pues el beauty artificial no es eterno tributo.
La vida consiste en no hacerse viejo, siendo a la vez actor y espectador, porque si no su frente simulará papel de block rayado, y debajo de los párpados mejillas y comisuras las hilachas de todo lo que ha pasado, una especie de foto en papel de No hay raza ni credo ni sexo, ni todo el dinero del mundo que detengan las cosas de como tienen que ser asi, el canto rodado es la fusión del guijarro después de mil batallas de erosión. Hay alguien acaso que no sea hecho de barro, que pueda pensar en su mundana eternidad, sin saber de su erosión. Nada hay más necio y constante que las olas del mar, que con caricia disimulada, fustiga el velero en su casco de acero, disipando su furia, haciéndole sisas al acantilado para que vivan en ellas los pecesillos y sus nodrizas. La gota incesante como lágrima enhebrada hace un carril en la calle empedrada, iy no creas que contra el diamante nada. pues su polvo le doblega y le transforma, para que pueda lucir en el pecho de la amada, por un tiempo o temporada, pues ambos: belleza y esplendor son parte de la nada y el oro opaca y se gasta, hasta el amor intenso desmerece, maltrata y muere, de ahí que el viento pertinaz, a manera de beso fugaz, lacera el perfil de la montaña.
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