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Los 19 países latinoamericanos que integran el Grupo de Río celebran el 11 y 12 de abril su XVI Cumbre en medio de una situación regional marcada por la crisis argentina y la guerra en Colombia.
En América Latina se estima que 211 millones de personas, cerca de 44 % de la población es pobre.
El mundo se está polarizando; la pobreza y la disparidad social se agudizan y podrían transformarse en un problema político, dijo en San José el mexicano Fernando Medina, asesor regional de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
En América Latina se estima que 211 millones de personas, cerca de 44 % de la población es pobre; y aunque esa clasificación varía mucho, se puede decir que, en general, se trata de personas con ingresos inferiores a dos dólares diarios.
En algunos países, la pobreza afecta a 80 % de la población. No es el caso de Costa Rica, donde esa cifra es cercana al 20 %.
El balance social en los 90 no da pie para el optimismo, pues aumentó la desigualdad; las economías de la región mostraron un insuficiente dinamismo en la generación de empleo; y la desocupación, de 9%, está en alza. El sector informal crece, con todas las consecuencias que eso tiene sobre la economía, como pérdida de productividad y aumento de la inseguridad para los trabajadores, quienes pierden sus derechos a la seguridad social y a las pensiones.
Pero aun más que la pobreza absoluta, crece la relativa, como resultado de la concentración de la riqueza que el actual sistema de mercado propicia, factor mencionado por Medina como uno de los detonantes de la crisis económica argentina.
La reunión de San José se realiza pocas semanas después de la cumbre sobre financiamiento para el desarrollo, promovida por las Naciones Unidas y llevada a cabo en la ciudad mexicana de Monterrey en marzo pasado.
La reunión terminó en medio de un fracaso y escándalo, sin que se llegara a un acuerdo satisfactorio sobre los mecanismos para financiar el desarrollo de los países pobres y con la denuncia del presidente cubano de que se le había impedido participar en todos los actos de la cumbre. Sigue vigente y sin solución el problema de la deuda externa, que tampoco fue posible abordar con propuestas creativas en la reunión.
CUMBRE DE SAN JOSÉ
En ese marco, Costa Rica ha propuesto al Grupo de Río un nuevo enfoque del problema de la pobreza, basado en lo que se llama «una estrategia integral» para abordar el tema. Esa estrategia privilegia la familia, como el ámbito al que se concederá mayor atención, en un esfuerzo por satisfacer las necesidades de los ciudadanos. En un documento preparado por la cancillería costarricense, se destaca la llamativa contradicción entre la «extrema importancia asignada a las familias en los discursos de las instituciones civiles y religiosas y las personas, y la escasa atención que se les otorga en las políticas públicas». El plan propone enfocar las políticas de atención a la pobreza en cuatro ámbitos: el Estado; los mercados; la comunidad; y la familia, considerada como uno de los instrumentos más importantes para la distribución de los recursos.
La propuesta no carece de originalidad, pero los expertos señalan también que los procesos de informalización de la economía, de crecimiento de la pobreza y polarización social han tenido un importante impulso gracias a las políticas de liberalización de la economía vigentes desde hace, por lo menos, cinco lustros.
La creciente apertura comercial, en medio de una economía controlada en forma creciente por las grandes corporaciones transnacionales, ha sido el motor de ese proceso de concentración, con su consecuente polarización económica y social.
Ese mecanismo no está contemplado en la propuesta costarricense. Por el contrario, como se sabe, el gobierno ha defendido con entusiasmo un proceso de apertura sin la debida atención al necesario fortalecimiento de las empresas nacionales, de acuerdo con las denuncias de diversas organizaciones del sector.
Si bien todos los gobiernos del área han aplicado una política parecida, la propuesta costarricense no deja de encontrar resistencias, entre ellas de sectores de la iglesia. El propio canciller Roberto Rojas reconoció que el cardenal hondureño, Oscar Andrés Rodríguez, le había manifestado su preocupación por la iniciativa.
Costa Rica ha planteado también una reforma ambiciosa pero bien estructurada al sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas, que los países del Grupo de Río podrían hacer suya y promover en los próximos años en el ámbito de la organización mundial.
NEGOCIACIONES COMERCIALES
La cumbre se realiza también pocas semanas después de la gira del presidente de los Estados Unidos, George Bush, a El Salvador y Lima, después de la cumbre de Monterrey.
En El Salvador, Bush se reunió con los mandatarios centroamericanos para discutir la propuesta de un acuerdo de libre comercio con la región; mientras que, en Lima, la cita con Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, y la notable ausencia de Venezuela, tenía un marcado carácter político.
Es particularmente importante también la ausencia de Brasil en el itinerario de Bush, que ha visitado ya en más de una oportunidad México, pero que ha dejado de lado, ostensiblemente, a Brasil, visto, en otras épocas, como el interlocutor clave de Washington en América Latina. La prensa brasileña no ha dejado de destacar esa actitud de la Casa Blanca.
Washington ha preferido atacar por el bajo vientre de América Latina, donde las puertas de entrada están abiertas, consolidando las ya muy estrechas relaciones con México; tratando de avanzar en un acuerdo de libre comercio con Centroamérica, teóricamente más fácil de negociar que el ALCA; y presionando a Argentina, de modo que no se cierre la posibilidad de una salida a la crisis de ese país a través de la dolarización y no de una consolidación del Mercosur, donde Brasil insiste en la creación de una moneda única.
En ese contexto, el Grupo de Río tiene un difícil desafío para la consolidación de su papel político en el escenario internacional.
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