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Medio Oriente: El plagio de un pueblo

La ofensiva israelí contra los territorios palestinos y la retención de Yaser Arafat en la ciudad de Ramala han dado al traste con todos los esfuerzos de paz para el Medio Oriente.

La ofensiva israelí contra los territorios palestinos y la retención de Yaser Arafat en la ciudad de Ramala han dado al traste con todos los esfuerzos de paz para el Medio Oriente.
Las manifestaciones a favor y en contra de judíos y palestinos se realizan en muchos países; a la izquierda, una marcha en Nueva York pro-Israel; a la derecha, jóvenes costarricenses expresan su apoyo a la causa palestina

.El Primer Ministro de Israel, el ultra conservador Ariel Sharon, parece dispuesto a llevar a toda la región del Medio Oriente a una escalada militar y diplomática de consecuencias imprevisibles.

La ocupación de las ciudades palestinas de Cisjordania que, hasta hace poco, estaban en control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ha puesto a todo el mundo árabe en una situación muy comprometida.
 



EL HALCÓN SOBRE PALESTINA



Sirviéndose del pretexto del terrorismo, que organizaciones radicales islámicas utilizan como arma contra el Estado judío, el Primer Ministro Sharon ha lanzado a su poderoso ejército contra un pueblo casi desarmado que no ha podido resistir a los blindados, los helicópteros y los cazabombarderos.

Una a una, las ciudades cisjordanas han caído como piezas de dominó ante la aplastante superioridad militar de los israelíes.  Mientras tanto, el líder de la ANP, Yaser Arafat, ha sido confinado forzosamente en las instalaciones que el gobierno autónomo palestino posee en la capital administrativa de Ramala.

Sin poder recibir visitas del exterior, sin luz, sin agua ni comunicaciones, el presidente rechazó una oferta de Sharon para salir de Palestina y aseguró que está dispuesto a luchar hasta el final al lado de su pueblo.

La situación no sólo es desesperada para Arafat, pues los muertos del lado palestino se cuentan por cientos y la gente, al igual que su presidente, se encuentra acorralada dentro de sus casas sin poder salir.

El ejército israelí impuso el toque de queda en todas las ciudades cisjordanas y dispara contra cualquiera que se atreva a poner un pie en la calle.  Los modernos aviones de combate de fabricación estadounidense F-16 y los helicópteros artillados patrullan los cielos, mientras tanques e infantería sostienen sus posiciones en tierra.

El panorama es caótico y pone en una situación muy difícil a la comunidad internacional y, especialmente, a los países árabes moderados de la zona, que no parece que tengan más argumentos para sostener sus relaciones diplomáticas con Israel si el ejército de Sharon sigue con su sangrienta ofensiva.

Esta situación se hace especialmente evidente en los casos de Egipto y Jordania, cuyos gobiernos han trabajado por la paz desde hace años y ahora no parecen dispuestos a soportar por más tiempo la presión interna y externa de sus socios árabes y es posible que rompan en breve sus vínculos con Tel-Aviv.

La negativa del ejecutivo de Sharon a considerar el plan de paz propuesto por el príncipe de Arabia Saudita en la última cumbre de la Liga Árabe celebrada en Líbano, y que pretendía la normalización de relaciones entre los países musulmanes e Israel, a cambio de que el Estado judío regresara a las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967, cayó como un balde de agua fría para aquellos que creen en una solución pacífica para el conflicto del Medio Oriente.

Sharon, de acuerdo con la línea de los halcones de su gobierno (como el Ministro de Defensa Ben Eliécer), ha cerrado de este modo cualquier puerta al diálogo.  Su postura parece enfrentada a la de otros miembros del gabinete, como el laborista Simón Peres, que aún intentan hacer lo posible por reconducir la situación hacia el diálogo.

Este enfrentamiento en el seno del ejecutivo podría ocasionar una ruptura que llevaría a un nuevo proceso electoral en medio de una compleja coyuntura.



COMPLICES DE OJOS CERRADOS



Uno de los factores que ha contribuido al carácter sangriento de la ofensiva desplegada por Sharon, es el flojo papel de occidente en el conflicto.

A pesar de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó la ocupación y de que una resolución del Consejo de Seguridad reconoce la necesidad de crear un Estado Palestino, la verdad es que la presión por parte de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos ha sido muy escasa.

Europa no ha pasado de la queja diplomática, a pesar de que a sus representantes, Javier Solana, encargado de política exterior de la Unión, y Josep Piqué, Ministro de Relaciones Exteriores de España (país que preside este semestre la UE), el gobierno de Sharon les negó la posibilidad de entrevistarse con Arafat.

Las protestas contra el despliegue militar israelí se han repetido en otros países del viejo continente; sin embargo, los gobiernos europeos no parecen dispuestos a adaptar medidas más contundentes, como sanciones económicas.

Detrás del desprecio del ejecutivo de Sharon por las críticas a sus acciones, está la permisividad del gobierno de EE.UU.

Washington juega una carta muy peligrosa en el Medio Oriente al dejar que Israel ocupe nuevamente los territorios palestinos con el pretexto de luchar contra el terrorismo.

La situación de Israel como aliado estratégico de Estados Unidos, no desmerece el acercamiento de este país a las naciones árabes de la zona, que ahora podrían replantearse sus vínculos con la Casa Blanca.

La necesidad de satisfacer al poderoso grupo de presión judío de EE.UU. puede chocar de frente con los intereses geopolíticos de la superpotencia; no obstante, el presidente Bush prefiere dejar hacer a Sharon, sin más que unas llamadas de atención por parte del Secretario de Estado, Colin Powell.

El enviado de la Casa Blanca a la zona, Anthony Thiny, no ha sido capaz, o no ha tenido la intención, de frenar la ofensiva israelí.  Tal vez la intención de la administración Bush sea dejar que el ejército judío debilite la amenaza que para Estados Unidos representan, luego de los atentados del 11 de septiembre, los grupos radicales islámicos palestinos, como Hamas, Hezbolah y la Yihad islámica.

Es difícil saber que habría hecho la administración Clinton, en una coyuntura como la actual.  Durante el pasado gobierno, el entonces gobernante israelí, Ehud Barak, y el presidente de la ANP, Yaser Arafat, estuvieron a punto de llegar a un acuerdo, en parte gracias a la presión ejercida por Washington sobre Israel.

La posición de Bush ha sido muy diferente a la de su antecesor y su paciencia para con Sharon ha llevado las cosas a un callejón que no parece tener salida.

Algo en lo que parecen coincidir todos los analistas que explican la situación del Medio Oriente es en que la solución bélica no es factible.  No parece que el Primer Ministro israelí haga mucho caso de estas observaciones; no obstante, es evidente que la guerra sólo genera más guerra.

La era de los halcones en el ejecutivo israelí debe dar paso a las de las palomas.  Sólo de esta manera será posible volver a retomar el diálogo.

  • Manuel D. Arias M. 
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