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El candidato del opositor Partido de los Trabajadores (PT), Luis Ignacio Lula da Silva, tiene un pie en el Palacio del Planalto, sede del gobierno brasileño, pero deberá confirmar, el domingo 27, el amplio favoritismo en el segundo turno de los comicios presidenciales.
Solo una sorpresa casi inimaginable podría, esta vez, impedir que el candidato del Partido de los Trabajadores, Lula, llegara a la presidencia del Brasil.
Con poco más de 46 por ciento de los votos en la primera ronda, Lula mantenía una ventaja de unos 30 puntos sobre su rival, el socialdemócrata José Serra, según las últimas encuestas. El candidato del PT y sus asesores se mueven desde hace días en la conformación de alianzas que hagan viable el gobierno de Lula, quien no cuenta con mayoría en el Congreso. Tienen, además, que articular sus propuestas con los líderes regionales, algunos de ellos muy importantes en la política brasileña.
Si bien el PT se transformó en la primera fuerza en el Congreso, logró apenas 91 de los 530 diputados. En el Senado, pasó de 10 a 14 puestos, pero está también en minoría en una cámara alta integrada por 81 miembros.
Es particularmente importante, además, la elección, el domingo, del gobernador del estado de São Paulo. El favorito es el candidato del PSDB (el partido de Cardoso y de Serra), Geraldo Alckmin, quien obtuvo 38,2 por ciento de los votos en la primera ronda. Su rival será el candidato del PT, José Genoíno, quien logró 32,4 por ciento.
FAVORITO
Lo que parece no pasar por la cabeza de nadie, a pocos días de las votaciones del domingo 27, es que éstas se le vayan, una vez más, por entre los dedos, al candidato del PT, que aspira, por cuarta vez, a asumir el control político del Brasil.
Después de tres derrotas consecutivas, existía el temor de que, al no alcanzar la mayoría en la primera ronda, crecería el temor y la decepción entre los partidarios de Lula, lo que amenazaría con llevarlo, otra vez, al fracaso.
Nada de eso ocurrió. La decepción, consecuencia de los resultados en el primer turno, no se confirmó, ni en las calles ni en los sondeos de opinión pública, señaló un importante diario, fuerte opositor de Lula. Si no ocurre ninguna sorpresa extraordinaria hasta el domingo, «este ex-obrero y ahora profeta del capitalistamo popular», decía, no sin cierta ironía, el periódico, Lula deberá lograr un triunfo histórico.
ECONOMÍA DIFÍCIL
El centro del debate en los últimos días de campaña fue la capacidad de Lula y de Serra para hacer frente a los desafíos económicos.
Economista de profesión, con una larga carrera política como ministro de Planificación y Salud y parlamentario, Serra trató de mostrar a su rival como incapaz en materia económica y peligroso en sus propuestas y alianzas políticas.
«Si Lula es elegido, hay dos posibilidades: o cumple las promesas hechas a los empresarios, lo que sería una gran estafa a sus electores; o cumple las promesas hechas a la población, y llevaría el país a la ruina», dijo Serra.
Lula contestó calificando de «inaceptable» la táctica de Serra y denunció la «política económica totalmente equivocada» del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, de quien Serra es amigo cercano y aliado.
La deuda pública aumentó 466 por ciento durante los ocho años de gobierno de Cardoso y hay doce millones de desempleados, como consecuencia de las medidas económicas del gobierno, dijo Lula. Cardoso fijó como prioridad el pago de la deuda externa, para lo que endeudó aun más el país, elevando las tasas de interés, lo que terminó por limitar el crecimiento de la producción y deterioró el nivel de vida de la población, enfatizó Lula.
Y concluyó: «Si Serra sabe como evitar eso, ¿por qué no lo hizo durante los años de gobierno de su partido? Ahora trata de amedrentar el pueblo brasileño, de forma irresponsable», agregó.
La política económica de Serra está centrada en tres elementos: control de la inflación, responsabilidad fiscal y credibilidad frente a los inversionistas.
El control de la inflación, que hace diez años llegó a cuatro cifras en Brasil, fue la base de la política de Cardoso, entonces Ministro de Hacienda, y lo catapultó a la presidencia de la República.
La amenaza de un retorno a la inflación crea temor entre la población, pero es evidente que, a estas alturas, pesa más la realidad de que la actual política económica ha generado enormes tensiones y que hereda al próximo gobierno un compromiso difícil de cumplir con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en materia de control del gasto.
Se trata de una medida orientada casi exclusivamente a asegurar la capacidad del país de seguir pagando su deuda, agravada por un préstamo de $30 mil millones otorgado en agosto por el FMI, pero desembolsado solo parcialmente. El resto queda condicionado al cumplimiento de las metas fijadas, sobre todo en cuanto al superávit primario de la economía.
Como lo han destacado economistas estaounidenses, como Paul Krugman, el préstamo del FMI tiene como principal objetivo evitar que dos importantes bancos de EE.UU., el Citigroup y el FleeBoston, pierdan cerca de $20 mil millones invertidos en Brasil.
De modo que, lejos de contribuir a enfrentar la crisis económica del país, la política del FMI viene a acentuar los factores que la agravaron, y dejan, además, al futuro gobierno, en una muy difícil situación.
Si, como todo hace prever, ese gobierno estará encabezado por Lula, el FMI tiene en la mano una cuerda con la que podría ahorcarlo si no adopta una política económica avalada por la institución.
CONTEXTO REGIONAL
El triunfo de Lula se da, además, en un contexto regional de rápidos cambios políticos. Las elecciones recientes de Bolivia y Ecuador mostraron que, junto con fuerzas conservadoras aún muy poderosas, emergen a un primer plano sectores que representan el voto de una población hastiada de una política neoliberal que no ha podido resolver los problemas de desarrollo que ofreció solucionar.
En Bolivia, la fuerza emergente fue la del dirigente campesino Evo Morales, quien disputó con el actual mandatario, la segunda vuelta electoral. En las elecciones de esta semana, en Ecuador, nuevamente un candidato sin trayectoria política, el ex-coronel Lucio Gutiérrez, se impuso en la primera ronda al magnate Alvaro Noboa, con quien deberá disputar la segunda vuelta. (Ver artículo es esta sección)
El triunfo de Lula daría nuevo impulso a esas fuerzas, que buscan una alternativa a la agotada propuesta plasmada en el llamado «Consenso de Washington», con la que, desde hace un cuarto de siglo, se viene desmantelando el Estado y entregando las economías de América Latina a los intereses transnacionales. Todo esto agrava la debilidad externa y genera tensiones que requieren un tratamiento distinto al que se le ha venido dando hasta ahora.
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