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El alzamiento de 14 militares, el pasado 22 de octubre, quienes solicitaban la renuncia del presidente venezolano Hugo Chávez, ha desatado una nueva ola de manifestaciones opositoras que el mandatario calificó de golpistas y fascistas.
El vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, afirmó que las protestas en la plaza de Altamira son un «mal ejemplo» para el país.
Como dos trenes circulando en dirección contraria, en la misma vía, calificaron los observadores la situación política de Venezuela, donde la confrontación entre el gobierno y la oposición se agudizó a partir del paro nacional realizado a mediados de octubre.
Convocado por la Coordinadora Democrática, una agrupación que reúne diversos sectores de oposición, con el apoyo de la principal organización empresarial, Fedecámaras ,y de la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), el paro de 12 horas dejó en evidencia que los opositores no cuentan con la fuerza suficiente para paralizar el país, ni para exigir la renuncia de Chávez. Para eso les hace falta respaldo militar.
Una semana después, el 22 de octubre, un grupo de 14 militares, involucrados en el intento de golpe de estado del pasado 11 de abril, lanzó una proclama en la que exigen la renuncia del mandatario y la convocatoria anticipada de elecciones.
Entre los militares que participan de la protesta está el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, quien ocupó por 47 horas el cargo de ministro de Defensa, durante el gobierno del empresario golpista Pedro Carmona, en abril.
La proclama, leída en la plaza Francia, en el barrio de Altamira de Caracas, se transformó en la punta de lanza de un nuevo movimiento que parecía orientado a convocar a las fuerzas armadas a un nuevo alzamiento. Sin embargo, el apoyo logrado por el gobierno en una manifestación realizada el 13 de octubre y la posición del alto mando militar, de acatamiento del orden constitucional, ha impedido que la oposición transforme su protesta en un golpe exitoso.
Una semana después de la proclama del grupo militar en la plaza de Altamira, la situación había derivado hacia una concentración permanente de centenares de personas en el lugar, mientras se recolectaban firmas en todo el país para pedir la convocatoria de un plebiscito sobre la realización de elecciones anticipadas. La oposición aseguraba tener poco más de 1,1 millones de firmas, del 1,2 millones que necesitan para solicitar la convocatoria.
GOLPE
En ese ambiente convulsionado, el presidente Hugo Chávez denunció el pasado fin de semana que el golpe de Estado «montado» por los militares que se insubordinaron y atrincheraron en la plaza Francia no logrará sacarlo del poder. Los «desesperados» fracasarán otra vez en este nuevo intento golpista.
«No van a poder sacarnos de aquí porque nos trajo el pueblo, el soberano, y sólo será el pueblo el que podrá sacarnos de aquí», dijo el presidente.
El pasado 26 de octubre, en declaraciones difundidas por el canal del estado, el mandatario advirtió a los opositores civiles y militares «que no se les ocurra intentar un aventura armada» porque tendrán una respuesta.
«Los golpistas quieren el poder para ellos, no quieren impulsar un proyecto de país, y por eso manipulan a la gente. Son los mismos de abril que han logrado confundir a unos militares», dijo Chávez. Pero aseguró que no habrá una «masacre» en la plaza donde se manifiestan los opositores.
El tema militar es clave en el equilibrio de fuerzas en la muy polarizada Venezuela, señaló un análisis publicado en ese país, donde se discute intensamente sobre la correlación de fuerzas al interior de las fuerzas armadas.
Parece haber pocas dudas de que los recientes documentos aprobados en el marco interamericano, condenando toda salida anticonstitucional y excluyendo de las instituciones regionales a los regímenes surgidos de un golpe de Estado han contribuido a amarrar las manos a los golpistas.
El Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, que llegó a Caracas el 27 de octubre, advirtió a los militares que se manifestaban en la plaza de Altamira contra la tentación del golpe militar.
CRISIS ECONÓMICA
Si en el plano político las transformaciones impulsadas por Chávez han desatado la ira de la oposición, ese no es el único desafío que enfrenta el mandatario. En particular, la crisis económica amenaza con minar el apoyo con que cuenta su gobierno.
Desde el cuarto trimestre del año pasado la productividad ha bajado a niveles que no se registraron ni siquiera durante la crisis de 1999. El Producto Interno Bruto (PIB) cayó un 9,9% en el segundo trimestre de este año. Las cifras de desempleo subieron a 16,4% en julio pasado, lo que afecta a casi 1,9 millones de personas, un aumento de unas 500 mil con respecto al mismo período del año pasado.
Como contrapartida, Venezuela se ha visto beneficiada por el aumento del precio del petróleo, lo que representa un alivio para las arcas fiscales y le da respiro a la política económica del gobierno.
EJE DIABÓLICO
En el plano internacional, Estados Unidos, que no oculta su deseo de ver a Chávez lejos del poder, y que en abril apareció muy cerca de los golpistas, ha mantenido una actitud pública más discreta en esta nueva fase de la crisis y manifestó también su oposición a un golpe militar. Sin embargo, otros sectores republicanos piden abiertamente el apoyo a la oposición.
La prensa venezolana ha dado amplia difusión a una carta del representante republicano Henry J. Hyde al presidente Bush, enviada el 25 de octubre. En esa carta, Hyde pide a Bush «declararse a favor de la coalición pro democrática y civil-militar en Venezuela, que busca restaurar la democracia» y le pide «pronunciarse ya»; afirma también que «el actual régimen del Presidente Chávez es ilegítimo, pues está basado en la violación sistemática de la Constitución venezolana».
Pero Hyde va mucho más allá al defender la sorprendente tesis de que existe una perspectiva real de que se constituya un «eje diabólico» en América Latina, integrado por los presidentes de Cuba, Venezuela y el ahora presidente electo de Brasil, Luis Ignácio Lula da Silva, con capacidad nuclear y misiles balísticos.
Aunque la tesis no refleje exactamente el punto de vista de la Casa Blanca, es ilustrativa de las tensiones que el nuevo panorama político regional podría conformar, después de más de una década de concluida la Guerra Fría y los conflictos armados centroamericanos.
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