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Recuerdo que en noviembre de 1989, el mundo vivía con asombro el colapso de un sistema político que marcó la vida del planeta por más de cincuenta años. Muchas personas confiaban en que iban a acabar para siempre los problemas que por largos tramos de nuestra historia, habían lesionado nuestra convivencia armoniosa y en sociedad.
Centroamérica inicia una nueva época de fulgurante paz y democracia, todos nos sentíamos esperanzados en un futuro mejor.
Las necesidades y las inquietudes, entonces, eran otras: la lucha contra la pobreza, la promoción de la equidad de género, el combate a las enfermedades! ¡Pero que poco duró todo eso! Rápidamente, vivimos con asombro las crisis de Kuwait, Somalia, los Balcanes, Kósovo, Afganistán y ahora Irak.
Llegamos al siglo XXI arrastrando la mezquindad y el egoísmo como sellos indelebles de nuestro paso por este mundo; resulta frustrante y doloroso saber que todavía estamos muy lejos de conocer el valor y la fuerza de la paz sin violencia, como lo señaló Gandhi.
Paradójico aún, porque cuando miles de vidas están en riesgo inminente, por causa de un tiranuelo y por la ruptura de la legalidad, don Abel Pacheco, confiando que un importante sector de costarricenses, aún nos creemos la «verdad oficial»y, el «cuento» de que somos la Suiza Centroamericana, lejos de todo peligro y, más aún como lo señaló en alguna ocasión José Figueres Ferrer, que somos un pueblo domesticado, lanza una adhesión a una acción armada, poniendo en entredicho las decisiones del señor Presidente.
Ya entiendo entonces por qué don Abel, que se olvida que gobierna para todos, no dio su apoyo y, subestimó a doña Elizabeth Odio (comprometida con la defensa de las derechos humanos), so pretexto de diferencias filosóficas; permitió el voto a favor de Libia, en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y censuró al embajador Stagno en la ONU y, ahora alega que su apoyo a la agresión contra el pueblo iraquí, es sólo por razones morales, porque la moral, como decía Jean Paul Sartre, se construye en situación, una situación que denota falta de conocimiento y, más aún, de un carácter más prudente.
Se nota en el ambiente, un desconocimiento sobre los principios propios de nuestra política exterior , señalados sabiamente por Gonzalo Facio, en su obra «Nuestra voz en el mundo»; así es don Abel, aunque usted no lo crea, Costa Rica siempre ha sido escuchada y respetada en la comunidad internacional.
Por eso, señor Presidente, la buena política exterior permite la sobrevivencia del Estado, en la comunidad internacional, máxime en tiempos de crisis y, más ahora en plena globalización. De lo contrario, nuestro país naufragará, en un mar donde sólo pueden nadar los más fuertes y los mejor preparados; es triste a veces pensar en principios tan utilitaristas y darwinianos, pero no se olvide que usted juró: «que Dios y la Patria os lo demanden»; por eso no se puede seguir gobernando este país como si fuera una pulpería de pueblo, dando palos de ciego y permitiendo que el Presidente por su prepotencia, se dé el lujo de «embarcarse» a cada momento.
La lucrofilia, la carencia de un proyecto de desarrollo nacional viable, que tenga al ser humano como el centro de sus manifestaciones , el irrespeto a la opinión nacional y, peor aún, el silencio en aras de mantener la popularidad, no son ni buenas decisiones, ni buenos consejeros.
Eso me hace pensar que un TLC con Estados Unidos puede llegar a ser una buena opción, para mejorar muchas de las condiciones de nuestro comercio internacional; pero, don Abel, trate de que no sea la única y, menos aún , la que le ponga precio a sus decisiones y que hipoteque el futuro de nuestro país. Comprenda que estamos ante el debate de la supervivencia misma de la dignidad humana; que ningún niño tico, estadounidense, iraquí u otro, tiene precio; que el irrespeto al Derecho Internacional, que no conocen Bush, Bin Laden, ni Husein, no sea una de sus «embarcadas».
La guerra preventiva, que inventó y está impulsando Bush y sus halcones, lesiona el sistema mismo de Naciones Unidas; por eso lo insto a que construyamos una cultura de paz y no una de guerra. Los mecanismos diplomáticos, sépalo, don Abel, no estaban agotados; se podía liberar a los iraquíes del tirano Husein, lo cual a todos nos preocupa, por medios más pacíficos.
Dice Rubén Blades que nadie escoge a su familia y a su raza cuando nace; por eso decir que apoya toda acción al margen de la ley en defensa de la cultura occidental, es como asumir que en este planeta existen ciudadanos de primera, de segunda y hasta de tercera clase. Ignorando que en esos discursos simplistas, es donde más se manipula y enciende el odio y la xenofobia étnica, es triste escuchar este discurso de un profesional que está formado para comprender el comportamiento del ser humano, que parece creer todavía en la verdad oficial, que se está cuestionando buena parte de su pueblo.
Alce la bandera de la paz, como lo hizo don Oscar Arias , imagínese si él hubiese optado por la salida fácil: si no puedes contra ellos, úneteles; tal vez hoy yo no estaría reflexionado sobre esas injusticias, tal vez ya hubiese perecido en una guerra inútil….
Me pregunto que nos faltará por vivir…
¡Tarjeta roja, don Abel!
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