Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
El 1 de mayo, día en que el mundo entero conmemora el aporte del trabajador común, no es una fecha apropiada para un grupo de personas que debería estar estudiando, jugando y divirtiéndose: la población menor de edad.
En las calles, las personas menores de edad se deben ganar la vida con un alto riesgo.
En efecto, nos guste o no, diariamente vemos en las calles decenas de niñas, niños y adolescentes, ofreciendo todo tipo de chucherías o pidiendo dinero, especialmente en horas en que la mayoría debe estar en la escuela o el colegio, aprendiendo.
Empero, esa realidad es común en nuestro país, de acuerdo con datos del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo (IPEC-OIT), con sede en Costa Rica para la región.
De acuerdo con datos de ese organismo y de instituciones estatales, en Costa Rica hay más de 113.000 niños, niñas y adolescentes que trabajan en actividades remuneradas, generalmente en condiciones insanas y con horarios inconvenientes; esto representa casi el 10 % de la población menor de edad.
La legislación nacional e internacional señala que las niñas, niños y adolescentes trabajadores deberían estar en la escuela o el colegio, disfrutando el corto periodo de su vida en que deben vivir sin estrés ni responsabilidades que los agobien, libres de violencia y en pleno goce de sus derechos.
Sin embargo, ese ideal de vida se ve amenazado por la necesidad de ganarse la vida, además del peligro que significa trabajar en actividades donde haya alto riesgo de accidentes.
Un estudio reciente de IPEC-OIT, con información suministrada por el Censo de Población de 2000, ayudó a verificar cuáles son los trabajos que realiza la población menor de edad y que atentan contra el Convenio 182 de la OIT sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil, el cual obliga al país a identificar las faenas peligrosas que realiza esta población.
Este tipo de labores son aquellas que pueden dañar la salud, la seguridad y la moral de las personas. Las estadísticas del Instituto Nacional de Seguros (INS) sobre accidentes laborales dan cuenta que entre setiembre de 1999 y agosto de 2002 hubo un total de 3.589 accidentes laborales de personas menores de edad que estaban cubiertas por el seguro de riesgos del trabajo. El 93.1% (3.316 casos) de dichos accidentes se produjo en población adolescente entre los 15 y 17 años y el 6.9% (247 casos) en trabajadores menores de 15 años.
El 92% de los accidentes laborales en esa población, se concentró en 12 ocupaciones, cinco de ellas relacionadas con actividades agropecuarias, donde se da el 57.7% (2.066) accidentes laborales. Las labores de construcción representan el 18% de los casos vistos por el INS y el resto se reparte en ocupaciones no calificadas de las áreas de servicios, transporte e industria manufacturera.
El Código de la Niñez y la Adolescencia (CNA) señala en su artículo 92 la prohibición de trabajar para las personas menores de 15 años. Si bien se permite la labor remunerada en adolescentes entre los 15 y 17 años, sí está prohibido en aquellas actividades consideradas perjudiciales para sus derechos a la salud, la recreación, la educación, la capacitación y el desarrollo. «Incluso, las labores que impliquen grandes responsabilidades y situaciones de estrés son consideradas como inconvenientes para esta población», señaló a UNIVERSIDAD, María José Chamorro, oficial de proyectos de IPEC-OIT.
EL TRABAJO NO DIGNIFICA
La cifra de 133.523 menores de edad trabajadores proviene de la Encuesta de Hogares de 2002, la cual reveló que el grueso de esta población se encuentra en las zonas rurales y suma 77.692 personas, mientras que en las urbanas alcanzan los 35.831. De esa cifra, 50.945 menores solo trabajan y 62.578 estudian y trabajan al mismo tiempo.
Como se aprecia, más de la mitad de las personas menores de edad trabajadoras hacen un esfuerzo por mantenerse en el sistema educativo, lo cual implica que la sociedad y las instituciones deban organizarse y sensibilizarse para tratar de que estos muchachos y muchachas no deserten del sistema educativo.
De acuerdo con María José Chamorro, el trabajo infantil es producto de una serie de factores estructurales como la falta de escuelas y colegios, la pobreza y los patrones culturales que hacen creer que las personas menores de edad aprenden a ser responsables con este tipo de actividades.
Asimismo, reconoce que mantener a la población de niñas y niños trabajadores es un reto que pasa por la sensibilización del personal docente sobre la realidad de vida de esta población y la presión que tiene. Asimismo, Chamorro llamó la atención sobre el informe del banco Interamericano de Desarrollo (BID), acerca de la pobreza en Costa Rica, que reconoce un descenso en la calidad de la educación y un aumento en la deserción y ausentismo en el nivel de educación secundaria. «Eso influye en el estímulo a que esta población continúe estudiando y no aumente el círculo de la pobreza.».
Empero, la legislación y los convenios internacionales obligan al Estado costarricense a garantizar el derecho a la educación, la salud y la recreación a este grupo de habitantes, es por ello que desde 2001 el Ministerio de Educación Pública (MEP) desarrolló el proyecto Aula Abierta cuya modalidad permite a niñas, niños y adolescentes que se han pasado de edad, incorporarse al sistema educativo y cumplir con el I y II ciclos educativos.
Blanca Rosa Loaiza, coordinadora nacional del proyecto, explicó a UNIVERSIDAD que hay 152 escuelas con 200 docentes, en 19 direcciones regionales, capacitados para atender las necesidades de esta población trabajadora.
El proyecto abarca 5.000 estudiantes aproximadamente, que por sus condiciones de vida laboral requieren un horario flexible, respeto por parte del profesorado y una carga académica que les ayude a realizar tareas y continuar apoyando económicamente a su familia.
El alumnado de Aula Abierta recibe sólo las materias básicas y es evaluado de manera flexible y abierta, con una nota mínima de 65. El 40% de la nota se gana con la presentación de trabajos cotidianos. Estos 5.000 alumnos y alumnas tienen además una beca, reciben bonos para transporte y libros de texto, asisten sin uniforme y se pueden incorporar al aula en cualquier momento.
Datos oficiales señalan que la cobertura de educación primaria es inferior al 100% , lo cual evidencia que hay menores de edad excluidos del sistema por diversas razones. Este proyecto busca acercarlos y garantizarles, al menos, el título de sexto grado. Por el momento, de 2001 a la fecha, ese título lo han obtenido 500 jóvenes.
Sin apoyo familiar
Este es el testimonio de un maestro de Aula Abierta:
«Pablo, un muchacho de 16 años, era adicto al thinner y la mariguana. Cuando lo recibí en mi grupo me sentí muy contento de que era un muy inteligente, que se podía recuperar de la garra de las drogas. Empecé muy bien pero él puso mucho de su parte, sin embargo las drogas y las amistades han sido un reto muy fuerte, por lo que me siento angustiado e impotente, ya que debido a esto su madre lo echa de la casa a cada rato y tiene que dormir en un parada de buses, aguantando hambre. Muchas veces quisiera ser Dios para poder ayudarlo, sin embargo comprendo que tengo muchas limitaciones y trato de que estos problemas no me afecten, pero es imposible puesto que creo que un maestro sin sensibilidad humana, no puede dar lo mejor de su trabajo.
Hay algunos estudiantes que no tienen apoyo de sus familias y no tienen uniforme, pero se presentan vestidos decentemente, esto me ocasiona problemas con el Director ya que tal vez él no comprende la situación de ellos y me pide que les exija uniforme.
Si no hubiera sensibilidad por el dolor de los demás, si me fuera indiferente el hambre y la pobreza de mis estudiantes, no tendría razón mi dedicación.»
Profesor Rafael Fonseca León
Unidad Pedagógica Los Pinos
La Aurora de Alajuelita
El manifiesto
El 25 de abril pasado, un grupo de destacados ciudadanos como Franklin Chang, Ana Istarú, Óscar Arias, Olga Cozza, Rodrigo Carazo Odio y Margarita Penón, entre otros, presentó un manifiesto público contra el trabajo infantil y por la eliminación inmediata de las peores formas de trabajo en Costa Rica.
Su deseo fue llamar la atención de las autoridades nacionales sobre la urgencia de buscar soluciones a este problema y garantizar los derechos de esta población menor de edad.
Este documento no posee notas.