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¡Qué viene Fidel!

El gobierno de los Estados Unidos está muy preocupado por el crecimiento del descontento popular y de los sentimientos antiamericanos en América Latina. La semana pasada el general Hill, jefe del Comando Sur, dijo ante la Cámara de Representantes que «algunos líderes de la región explotan frustraciones profundas por el fracaso de las reformas democráticas en entregar los bienes y servicios esperados para reforzar sus posiciones radicales y minar los intereses estadounidenses en la región».

El gobierno de los Estados Unidos está muy preocupado por el crecimiento del descontento popular y de los sentimientos antiamericanos en América Latina. La semana pasada el general Hill, jefe del Comando Sur, dijo ante la Cámara de Representantes que «algunos líderes de la región explotan frustraciones profundas por el fracaso de las reformas democráticas en entregar los bienes y servicios esperados para reforzar sus posiciones radicales y minar los intereses estadounidenses en la región».

Se acusa concretamente a Fidel Castro, con la ayuda del presidente Hugo Chaves, de promover la desestabilización de gobiernos latinoamericanos, y de construir un eje de populismo radical subversivo entre La Habana, Caracas y Brasilia; eje del mal que se extiende peligrosamente a otros países como Argentina , Bolivia y Haití, sin olvidar al resto de países andinos y del Caribe.

El jefe del Pentágono advirtió que están en peligro las reformas neoliberales y los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos, y recomendó reforzar la cooperación militar y la ayuda a los gobiernos amigos que están bajo el fuego de las protestas radicales.

Para complementar y enriquecer las acusaciones de Washington, una red de agentes locales, de élites corruptas latinoamericanas que sirven al imperio, multiplica las acusaciones contra los movimientos sociales de protesta y clama por la rápida unión carnal con los Estados Unidos a través de los misiles cruceros instalados en los tratados de libre comercio, que Bush impone a ritmo febril en el Continente.

Ese poder corporativo criminal y corrupto, que ha reducido a 300 millones de latinoamericanos a la pobreza y que convierte la democracia en hoja de parra con la que ocultar sus fechorías, conspira para abortar la insumisión de los pueblos latinoamericanos contra las oligarquías neoliberales, y no duda en recurrir a la guerra sucia que anuncia el general Hill, como lo vimos en las elecciones de El Salvador, donde la ultraderecha,  todavía con las manos ensangretadas del asesinato de monseñor Romero, ganó con el voto del terror y del miedo.

Para conjurar el fantasma de Fidel, el general Hill llama a la unidad de los demócratas.¡ Qué risa! Y cuando no se pueda con los votos, lo hacemos con las botas, dicen los expertos de Bush en fraudes electorales, en secuestros y golpes de estado.

Después de veinte años el neoliberalismo muestra sus miserias en todo su esplendor. Aquí, en nuestro país, donde ha aplicado el recetario, pero donde también ha tenido derrotas, los neoliberales trabajan a toda máquina para que no se repita otro combo que dé al traste con el TLC. Dicen que hay que parar a los populistas y a los agentes de la subversión. Y lo dicen quienes están secuestrando la democracia con golpes de estado «constitucionales», fraudes electorales y negociaciones de nuestro orden social e institucional a espaldas de la ciudadanía.

Les preocupa el intenso debate que recorre la geografía nacional. Se trata de un debate afilado con las armas de la crítica informada y apasionada, que atraviesa y rompe la cárcel del pensamiento único en la que quiere encerrarnos ese nuevo poder corporativo brutal e insaciable.  «Conocer es resolver», decía  José Martí, y porque el pueblo poco a poco está conociendo lo que se cocina y se mueve, los neoliberales tienen miedo. Miedo a la democracia, miedo a que se cumpla la profecía del Apóstol: «Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.»

  • José Merino del Río
  • Opinión
DemocracyFidel CastroKidnappingNeoliberalismSubversive
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