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Recientemente la escritora Tatiana Lobo presentó su nueva novela, «El corazón del silencio». De origen chileno, Lobo publicó su primer libro, «Tiempo de claveles», en 1989.
Desde entonces se ha dado a conocer con novelas históricas como «Asalto al Paraíso» (1992) y «El año del laberinto» (2000), entre otras.
La escritora recibió a UNIVERSIDAD en su casa en Bajo La Paz, en San Ramón de Alajuela, para conversar sobre esta nueva obra y el rumbo del país.
Novelas como «Asalto al Paraíso» y «El año del laberinto», son trabajos extensos y sobre temas concretos, pero este texto es más conceptual, tiene que ver más con la actitud de la gente. ¿Ha tratado de trascender el revisionismo, en este caso sobre las dictaduras latinoamericanas?
-El interés mío en esta novela es investigar la psicología del totalitarismo en la intimidad, en el individuo, cómo actúan los mecanismos psicológicos del totalitarismo en la vida privada. Eso vale para cualquier país del mundo.
Aurelia sufre la desaparición de su primo, pero lo justifica y por eso se hace cómplice en su silencio. Le duele emocionalmente, pero encuentra una justificación que podemos ver en cualquier dictadura, un anticomunismo absolutamente burdo y elemental, no tiene ninguna idea teórica de nada, es simplemente un monstruo y eso es lo que hicieron Pinochet, Videla, Hitler y Mussolini, aparte de Stalin y Pol Pot.
En «El corazón del silencio» se muestra cómo al silenciar un problema más bien se le destaca. ¿Siente que en Costa Rica hay algún elemento que manejemos de esta manera?
-En Costa Rica una de las cosas más intrigantes es el silencio como comportamiento social, el cual encubre y se autoencubre a través de eufemismos; el lenguaje costarricense es muy difícil de decodificar.
En este país los silencios son múltiples, los hay cómplices, alcahuetes o a voces, se puede hacer una lista infinita, y entre esos están el silencio cauteloso y el del no compromiso.
Sin embargo, considero que eso se está rompiendo, ahora las cosas se dicen de manera más frontal. Claro, cuando se rompe el silencio se asume un riesgo fuerte, como hizo Parmenio Medina.
En Costa Rica el silencio aún tiene una función de mordaza.
Aurelia es un personaje que asume el pensamiento orwelliano, ¿la construcción de este personaje partió sólo de un esquema ideológico o de personas que conoce?
-Conozco mucha gente así, las aurelias abundan. El autoritarismo es interiorizado en mayor medida por las mujeres que estamos educadas para el sometimiento. Aurelia representa esa mentalidad femenina de sumisión al autoritarismo.
Ello se logra a través del autoritarismo dentro de la familia, la figura patriarcal y autoritaria. Según estudios feministas chilenos, el fuerte de la base de apoyo popular de Pinochet está constituido por mujeres, incluso de sectores populares, que ven en la figura de Pinochet, del general, una reproducción de la figura autoritaria de su propio padre.
El totalitarismo es patriarcal y el patrón de nuestra sociedad patriarcal es la figura paterna autoritaria.
La otra protagonista no tiene figura paterna, por eso se pudo ir, realizar su propio proyecto y crecer con autonomía.
La sumisión también se logra a través de la formación religiosa. Lo sagrado se traslada a lo político, entonces la figura de Pinochet para muchas de estas mujeres era sagrada. Es el mismo totalitarismo de la Iglesia Católica, que es completamente totalitaria, trasladado a la esfera de lo político.El totalitarismo es pensamiento religioso, así como el dogmatismo.
No apoyamos el totalitarismo así no más, tenemos que estar construidos para ello.
Yolanda sí vive un proceso de formación religiosa que le inculca el esquema de culpa, ¿cómo es que eso no funciona para interiorizar la figura de autoridad de carácter paternal?
-Yolanda se cría en un ambiente autoritario patriarcal, pero no tiene el lazo afectivo y emocional que significa el papá biológico. Una cosa es el modelo patriarcal y otra el afecto patriarcal, cuando se juntan se produce una sumisión como la de Aurelia. A Yolanda la favorece la orfandad.
¿Qué es lo que convierte a Yolanda en la única voz de esperanza de la novela?
-Ella es el pensamiento crítico, Aurelia no razona ni piensa, por lo tanto no ejerce la crítica ni la autocrítica, que es además el rasgo más notable del fascismo, que no piensa, no razona, no critica.
Yolanda vive en una constante reflexión. Por un lado tenemos una actitud irracional como la de Aurelia, y por otro una persona racional y reflexiva como Yolanda, por eso se puede ver como esperanzadora.
En ese sentido, ¿qué opinión le merece la frase de Roland Barthes, de que el fascismo «no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir»?
-A decir lo que el fascismo quiere que se diga. Creo que en Costa Rica marchamos por ese camino, nos marcan una línea a seguir. Sucede que estamos acostumbrados a ver al fascismo con nombres y apellidos, Hitler o Mussolini, y no como una ideología.
Al niño y la niña costarricenses se les educa con credos que consisten en el no discutir ni criticar, deben tener una fe absoluta y repetir durante toda su vida que Costa Rica es blanca, democrática y pacífica. Esto es un dogma que se repite aunque la realidad diga todo lo contrario.
¿Hasta qué punto siente que ha penetrado el fascismo en el Estado, qué tanto ha girado a la derecha?
-Si entendemos el fascismo como una ideología dogmática, autoritaria y excluyente, nos damos cuenta de que el libre mercado tiene todas esas características.
El mercado viene a sustituir a ese líder fascista con nombres y apellidos, ya que es absoluto, total, excluyente y dogmático; de manera que cuando un gobierno comienza a funcionar alrededor de un eje como el libre mercado, es fascista. Entonces, cualquier forma de pensamiento que sea contraria a ello no tiene cabida; tenés que someter tu vida a las normas que te impone el libre mercado. Es el totalitarismo más perfecto que ha conocido la humanidad, porque lo invade todo. Esa es la gran contradicción del Movimiento Libertario, su defensa de la libertad individual es dogmática y en realidad excluye la libertad individual de disentir con su discurso. Se niega a sí mismo.
¿Un grupo como el Opus Dei, por ejemplo, es el puente para llevar la devoción del pensamiento religioso al campo político?
-El Opus Dei es el refuerzo religioso para la ideología totalitaria del libre mercado, y es la plataforma para lograr esa devoción.
¿Qué consecuencias tiene para el país la práctica del silencio cómplice?
-Es caldo de cultivo ideal para el pensamiento totalitario. El pueblo costarricense dejó de ser fiscal de su propio gobierno, lo cual permitió cosas como el préstamo finlandés. Si hubiera una actitud participativa y fiscalizadora del pueblo ante sus gobernantes, muchas cosas no estarían pasando. La ciudadanía se marginó del poder y lo delegó en una clase política, la cual ha hecho lo que ha querido, un festín con el país. Ha sido de alguna manera cómplice de su propia desgracia, por negligencia y abandono.
La frase «más maestros que soldados» es sumamente perversa, es decir «no necesitamos soldados». Esa fue la inteligencia de la oligarquía cafetalera, por supuesto con la participación de Ricardo Jiménez y luego Figueres, que reemplazaron el ejército con maestros. Dominación ideológica en vez de dominación por la fuerza bruta, aunque estamos volviendo a ésta.
El totalitarismo conlleva el autoritarismo y el dogmatismo, y es un pensamiento totalitario el del libre mercado.
¿Qué diagnóstico hace de nuestra situación, si tenemos una tradición de silencio cómplice y nos enfrentamos al más perfecto de los totalitarismos?
-El silencio cómplice en el caso costarricense es de negligencia, dejar hacer porque lo que se aprendió en la niñez es que la historia no es coyuntura, sino destino. La niñez aprende que este país por destino es demócrata y pacífico, una visión religiosa. Entonces, si se entiende la historia como un destino, nos quedamos muy tranquilos, no va a pasar nunca nada, vamos a seguir siendo siempre iguales, es decir, desaparece el pensamiento crítico.
Así sucede en el sistema educativo después de 1948. La historiografía excluyó a los negros, al sistema esclavista, a la resistencia indígena, a la inquisición costarricense. Se presenta un pasado que apoya la idea de destino, que desde la conquista misma Costa Rica está signada para país pacífico.
Si te presentan tu pasado así y calza con tu presente, como sucedió a finales de la década de los 50 y principios de los 60, ¿por qué no va a confirmar el futuro? Así, nunca habrá cambios. Desde la época de Oduber se empiezan a sentir signos. El costarricense se confió, por creer que es pacífico y demócrata por destino. Así desaparece el pensamiento crítico y autocrítico y por supuesto el poder se aprovecha y el país va hacia donde lo vemos ahora.
¿Cómo se acaba con eso?
-Tomando conciencia de que la historia son coyunturas; que se consiguió después de 1948 tuvo que ver con circunstancias históricas en el contexto de la política internacional, pero siempre se ha tratado de presentar a Costa Rica como una isla, al margen de lo que sucede en el mundo.
Además interviene el concepto de la gracia divina, la Virgen de Los Ángeles que nos saca de todo, hasta los huracanes desvía. Eso es fascismo, es exactamente lo que pensaban los alemanes antes de 1939, se creían un pueblo elegido, una raza superior.
Todo esto que ha sido conducido maliciosamente por el poder como una estrategia de dominación, ha impedido que los costarricenses se aviven y se cuestionen qué es lo que está pasando, para ponerle freno.
¿Qué hay qué hacer? Autocrítica, revisión de la historia para poder revisar el presente. Con la conciencia es como defendemos las garantías sociales, la seguridad social.
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