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Magui Hidalgo y su cosecha de títulos en el baloncesto femenino nacional y centroamericano, la hacen candidata idónea para formar parte de la Galería del Deporte Costarricense
Margarita Hidalgo Quesada se acercó tímidamente al gimnasio de la Universidad de Costa Rica con sus 20 años de edad y su 1.77 de estatura, para ver si servía para el baloncesto.
Los entrenadores de la UCR, Sandra García y Olman Vargas, ya habían dictado sentencia: «Magui será una de las mejores postes del baloncesto costarricense y de la Selección Nacional».
¡Dicho y hecho!
Bastaron muy pocos entrenamientos para que fuera emergiendo la figura y con ella, los puntos, que es lo que cuenta en el deporte de los aros.
Sandra Jiménez, la basquetbolista activa de mayor trayectoria en el baloncesto femenino nacional, recuerda aquellos primeros partidos junto a Magui, que llevaron por arte de magia al quinteto celeste al título de campeonas nacionales en la primera temporada de Hidalgo con el equipo.
«Su estatura le ayudó mucho para encestar debajo de los aros y desde luego fue muy buena en defensa, pero Magui fue triunfadora desde el arranque por su personalidad, porque fue amiga de cancha y vestuario, porque fue jugadora de grupo, de unir y nunca deshacer, algo que la marcó el resto de su vida: el servicio», manifestó Jiménez, bicampeona con Hidalgo en la UCR y compañera de selecciones nacionales desde ese año 1976.
William Zúñiga Pana, actual entrenador de baloncesto de la Universidad de Costa Rica, destaca esa faceta de la personalidad de Magui y recuerda como en sus 10 años de trayectoria, el baloncesto femenino vivió muchas crisis y se dieron etapas en que las jugadoras se negaron a integrar las selecciones nacionales, cosa que jamás ocurrió con Margarita.
«Nunca dijo no a una Selección Nacional; jamás se escondió en la crisis; siempre estuvo dispuesta, tenía cualidades como sus deseos de victoria -fue una ganadora-, disciplina, mentalidad positiva y muy potente físicamente y gran atleta», agregó Zúñiga, quien fue asistente de la Selección Nacional y recuerda cuando Magui fue declarada la mejor basquetbolista del Centroamericano de Clubes Campeones en Guatemala en 1981.
GRANDE EN LACSA
Solo dos temporadas jugó con la UCR y en las dos fue campeona nacional; en el baloncesto nacional se formó un equipo que fue una constelación de estrellas y Margarita, que era estrella, se convirtió desde 1978 en jugadora de Lacsa, el poderoso equipo de las aviadoras que acaparó títulos desde su fundación y lo sigue haciendo ahora con el nombre de Taca.
Magui Hidalgo fue jugadora de Lacsa por seis temporadas, de 1978 a 1984 y en las seis fue campeona nacional, lo que hizo que la prensa deportiva se fijara en cada una de las integrantes de este equipo.
Roxana «Tana» Muñoz, quien fuera la mejor amiga de Margarita y también basquetbolista en los equipos de Lacsa y Saint Clare, recuerda muy bien a esta Lacsa que entrenó Rafael «Tati» Ugalde y donde descollaron canasteras del calibre de Marjorie Calvo, Judith Ureña, Lorena García, Rocío Monge, Maritza Oliva, Roxana Murillo, Marianela Ulate y Glendorie Pinnock quien, como poste, igual empezaba a descollar.
«Magui tenía el biotipo ideal para jugar como poste, era fuerte, alta y delgada; súmele entrega y disciplina y fácilmente concluirá en lo que significó esta jugadora para el basquetbol nacional», dijo Muñoz.
Pero, quien mejor puede calificar a Magui Hidalgo como jugadora es precisamente Tati Ugalde, quien fue su técnico durante las seis temporadas en Lacsa y en las selecciones nacionales que integró Margarita para los Juegos Centroamericanos en El Salvador (1977) y Guatemala (1986).
«Magui triunfó porque como pocas deportistas, pudo combinar sus habilidades naturales como basquetbolista, con sus dotes personales.
Por más habilidades que se tengan para practicar y descollar en cualquier deporte, nada se gana si no hay perseverancia, disciplina en los entrenamientos, actitud y hasta cierta rebeldía para salir de trances difíciles, de juegos que se están perdiendo y requieren la voz de la líder, para que en los intermedios se escuche el grito que quiere ganar, que se va a vencer, que se le va a dar vuelta al marcador.
Magui fue campeona en el rectángulo y en la vida y así como luchó en la cancha para vencer y campeonizar por tantos años, así luchó contra la enfermedad que al final le ganó la batalla, en un combate donde Magui opuso idéntica resistencia a la que puso para que la Selección Nacional, la UCR, Lacsa y Saint Clare donde jugó la última temporada en 1986, no perdieran los partidos.
Margarita Hidalgo nació en San José el 9 de diciembre de 1956 y murió el 29 de julio de 2004, fue la menor de tres hermanas y sus compañeras de graduación de la licenciatura de la U.Católica, dedicaron la tesis de grado a su nombre.
Igual llevará su nombre un torneo de verano de baloncesto masculino y femenino que en enero 2005 se inicia en Goicoechea, en homenaje a esta valiente madre, esposa y mujer, quien vivió muchos años en Calle Blancos, antes de casarse y viajar a Venecia, en San Carlos.
Memorias de un gran amor
«Hace 18 años tuve la suerte de conocer una gran mujer, quien en poco tiempo se robó mi corazón, conocí una persona llena de energía, de sueños, de ilusiones, con enormes deseos de transformar el mundo. Luchadora incansable por causas justas, aprovechando su función de encargada en el Banco Nacional del servicio Preferencial para personas con alguna discapacidad: adultos mayores, ciegos, sordos y sobre todo su gran amor por los más pequeños.
Así era ella, Margarita Hidalgo Quesada, quien por su nobleza solamente le gustaba que la llamaran simplemente «Magui». Fue muy fácil para ella ganarse el cariño de las personas que la rodeábamos: con su espíritu de servicio, amabilidad combinada con una alegría muy particular, fue acumulando muchas amistades que nunca la olvidaron, sobre todo en los momentos más difíciles de su enfermedad.
Ella y yo decidimos unir nuestras vidas para edificar un monumento al amor, del cual como fruto de esa gran entrega nació nuestro hijo, Javier, quien hoy a sus catorce años conserva muchas de las características de su mamá.
Todos los años compartidos con Magui fueron maravillosos, ella con su entrega y dedicación, poco a poco me fue moldeando, siempre preocupada por la familia, me enseñó a valorar los grandes pequeños detalles que son el baluarte para que una familia viva unida y sobre todo llena de amor.
Como muestra de lo anterior, cuando se me presentó la oportunidad de desempeñar un puesto muy importante en la agencia del Banco Nacional en Venecia de San Carlos, no dudó en renunciar para seguirme y ser fiel a su convicción de que la familia debería estar siempre junta.
Con sus deseos de siempre superarse, decidió continuar sus estudios de licenciatura en la rama de Educación Especial, con énfasis de atención a la población de niños con baja visión, logrando alcanzar su título en la Universidad Católica, a pesar de que desde setiembre del año 2003 se le descubriera un cáncer gástrico. Fueron meses muy duros donde luchó con hidalguía, nunca se doblegó y continuó hasta lograr alcanzar el título de Licenciada.
El Señor nos permitió tener el privilegio de compartir con una linda persona, y en el caso particular de Javier y el mío, convivir con una extraordinaria mujer, quien nos deja el legado de lucha, de entrega, de disciplina, de perseverancia y sobre todo de amor a Dios y a María.
A pesar de su partida su recuerdo siempre estará con nosotros, sus deseos de vivir pero sobre todo de vivir bien, dando lo mejor de sí, prevalecerá por siempre, porque el amor nunca muere, tu estarás con nosotros.
Te amamos».
Orlando Francisco Conejo Sáenz
Javier Francisco Conejo Hidalgo
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