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Asesores del presidente George Bush afirman que en su nuevo mandato el mandatario podría cambiar de personal y decisiones tácticas, pero su visión general «va a seguir siendo la misma».
Los republicanos arrasaron en las elecciones norteamericanas: el presidente George W. Bush logró su reelección, y aumentaron su mayoría en ambas cámaras del congreso. «La pasión de un electorado polarizado hizo de la elección presidencial un referendo sobre la guerra en Irak», dijo el diario Houston Chronicle, al comentar las elecciones. Y la guerra, como sabemos, suele ser mala consejera para ese tipo de decisiones. El resto lo hizo esa fe religiosa que lo inspira.
La pasión que la guerra despierta parece haber sido el factor que resolvió el debate. Según analistas norteamericanos, no solo llevó a un número inusualmente alto para los estándares de los Estados Unidos a las urnas (alrededor de 55% del electorado), sino que votaron por quien sacó más las uñas: el presidente Bush.
Ahora, no queda más que contrastar la realidad del escenario político internacional con esa decisión y recordar otro tema, quizás más importante que la guerra, pero que el ruido de las bombas y las luces de las explosiones terminaron por opacar durante la contienda electoral: la gravedad de una crisis económica que las voces más variadas advierten como insostenible.
¿MÁS DE LO MISMO?
Las especulaciones sobre las orientaciones de su segundo mandato empezaron la misma noche del triunfo. ¿Vendrán cambios o lo que se pude esperar es apenas más de lo mismo?
La elección deja varias lecciones: la primera es que la propuesta tuvo éxito. La otra, es que el país está profundamente dividido.
Ante sus partidarios entusiasmados, la noche del triunfo, Bush se refirió a ambas cosas, en una frase que resume sus opciones: «Tenemos un país, una Constitución y un futuro que nos mantienen unidos, y cuando nos unimos y trabajamos juntos, no hay límites a la grandeza de EE.UU.»
Por ahora, las percepciones varían.
Bush ha dicho claramente durante el último año que no va a cambiar la dirección general de su política,» recordó Gary Schmitt, un neoconservador republicano, director ejecutivo del Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense.
El presidente «puede cambiar personal y decisiones tácticas, pero su visión general va a seguir siendo la misma», dijo Schmitt a a la agencia Reuters.
Un punto de vista distinto expresó Patrick Cronin, del Centro para Estudios Estratégicos Internacionales. Con Estados Unidos profundamente dividido y un repunte del antiamericanismo en todo el mundo, Cronin, estimó que Bush puede alterar el rumbo de su política si quiere dejar un legado exitoso. Pero no descartó la otra opción: «Creo que todavía es posible que Bush se ciña a la política neoconservadora (…) Si eso sucede, pronostico un desastre», afirmó.
Dados los antecedentes, parece más probable que Bush trate de expandir su revolución conservadora por el mundo, más acorde con su visión de que «no hay límite para la grandeza de América». La condición de que esa grandeza debe sustentarse en la unidad del país parece dar por sentada de que se trata de una unidad en torno a sus políticas neoconservadoras. Con el triunfo electoral y una mayoría ampliada en ambas cámaras del congreso, es difícil pensar que tendremos un cambio en las políticas promovidas desde la Casa Blanca, considerando el estilo de liderazgo y la formación de Bush.
Para Otto Reich, ex subsecretario para Asuntos Hemisféricos, y una de las voces mas expresivas de la política neoconservadora, este «será un período presidencial muy fructífero».
«Bush ha puesto en marcha muchas iniciativas que apenas han comenzado a tener efecto, pero requieren más tiempo y más recursos. Por eso necesitamos un segundo período para la recuperación económica de Estados Unidos, del mundo y el fin del comunismo», estimó Reich.
La guerra en Irak seguirá consumiendo las energías del gobierno, tanto en materia de política exterior como de la economía. Pero nada hace vislumbrar una salida para ese pantano en que se ha convertido la guerra de Irak. «El peso de la calamidad iraquí corta el vuelo -y el dinero- para otra aventura militar», afirmó Marcelo Cantelmi, en el diario «Clarín», de Buenos Aires. Desde un punto de vista realista, añadió Cantelmi, citando al politólogo de la Brooklin Institution Philip Gordon, «ya no hay más países para invadir». Su conclusión, sin embargo, es que «Bush y el ejército de neoconservadores que lo rodea han mostrado mayor convicción en aumentar la apuesta que en moderarla.
Sin embargo, Irak no será el principal desafío de la política exterior de los Estados Unidos, donde, por lo demás, Bush no tiene opciones: s eguir como hasta ahora parece un camino seguro a la catástrofe, pero cambiar de política se ha hecho prácticamente imposible.
En todo caso, tendrá probablemente que enfrentar nuevos desafíos del terrorismo y, sobre todo, el surgimiento de nuevos actores en el escenario internacional: China, Irán y América Latina, donde son claros los síntomas de agotamiento de la política neoliberal y el surgimiento de nuevas propuestas.
¿Y LA ECONOMÍA?
Bush «fue legitimado y su agenda aprobada en ignorancia total de los problemas de la economía o del sendero de desastres que ha venido recorriendo la guerra en el Golfo», señaló el mismo comentarista de Clarín que hemos citado.
En materia de economía no pueden ser más variadas las advertencias, ni más extendida la preocupación sobre los crecientes déficits fiscal y de cuenta corriente. El déficit comercial supera los 650 mil millones de dólares. «El fenómeno se escapa velozmente de control», advierte un informe de BNP Paribas.
La semana pasada el diario francés «Le Monde», en vísperas de la elección, publicó un artículo advirtiendo que, ganara Bush o Kerry, no podrían seguir por el mismo camino.
«Desde el punto de vista de la economía, esta campaña ha sido surrealista. Ha llegado la hora de decir a los norteamericanos que ellos están viviendo muy por encima de sus posibilidades», advirtió el economista Eric Le Boucher en el diario francés. Pero, recordó, ninguno de los dos candidatos habló de frugalidad. Por el contrario, «Bush ofreció tornar permanentes los tres enormes regalos fiscales que hizo, sobre todo a las grandes empresas, durante su primer mandato.
En octubre pasado, el Secretario del Tesoro tuvo que adoptar diversas medidas para evitar que el déficit fiscal sobrepasara los 7,4 millones de millones de dólares autorizados por el congreso. Pero, casi al mismo tiempo, Bush firmaba una nueva ley que otorgaba los mayores beneficios fiscales a las grandes corporaciones en los últimos 20 años.
Guillermo Perry, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, advirtió, en declaraciones dadas a «Universidad», que es impostergable ir ajustando «de manera gradual» los desequilibrios fiscales y de cuenta corriente de los Estados Unidos. Déficits como esos, parecidos a los de los países latinoamericanos en la época de la crisis de los años 70, «son muy riesgosos», estimó, aunque destacó que la economía norteamericana es «vigorosa y muy competitiva». Si no se hacen esos ajustes, advirtió, el mercado los obligará a hacerlo.
Nada de eso parece preocupar al presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. La pregunta más urgente que debemos hacernos hoy, dijo el comentarista norteamericano Steven Pearlstein, es ¿qué estará fumando el presidente de la Reserva Federal?
Todo indica que, en esta materia, también tendremos más de lo mismo. Pero, como en la política exterior, eso tampoco parece ser realista.
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