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Argentina renegocia cerca de $81,5 mil millones de deuda privada.
El Secretario de Finanzas de Argentina, Guillermo Nielsen, estuvo en Italia para explicar la oferta de su país
El gobierno argentino inició el pasado 14 de enero el canje de los bonos en «default «con sus acreedores privados. Se trata de la mayor renegociación de la deuda en la historia y debe concluir el próximo día 25 de este mes.
Pero la importancia de esta negociación va mucho más allá del monto en discusión. Se trata de la decisión de fijar unas condiciones para el canje de los bonos en «default» por otros que, finalmente, representan alrededor de 30% del valor inicial, haciendo caso omiso de las presiones internacionales para que mejore la oferta a los acreedores.
«Convierta sus bonos en realidad», decía la publicación que el gobierno hizo en los principales diarios del país los días anteriores al canje. Se trataba, por una parte, de convencer a los tenedores de bonos de que es la única oferta disponible, y que les resulta más atractivo acogerse a una propuesta que les dará algo por unos bonos que, hoy no rinden nada.
El canje evidencia algunos aspectos que antes pasaban desapercibidos para la opinión pública, en este tipo de negociaciones. Por un lado, contribuyó a develar cómo grupos de especuladores, incluyendo bancos extranjeros, (particularmente italianos) colocaban bonos argentinos entre pequeños inversionistas, a tasas de interés muy superiores a las del mercado, cuando ya se sabía que el gobierno de ese país no podría honrar esos compromisos.
Cuando los intereses andaban prácticamente a cero en los mercados del dólar, la oferta argentina parecía un milagro, que terminaba por engatusar a muchos. Y no faltaron quienes prefirieron apostar, sabiendo que la bonanza no duraría.
En resultado fue que algunos bancos ganaron fortunas con estas ventas especulativas, pero ahora en Italia empiezan a ser condenados a pagar por el daño causado a sus clientes. Un tribunal de Venecia ordenó esta semana al Deutsche Bank indemnizar una pareja de jubilados que había invertido 152 mil euros en bonos argentinos, sin advertirles sobre el riesgo de la operación. El alegato del banco, de que la indemnización no corresponde porque los inversionistas en la bolsa deben conocer los riesgo de sus operaciones, no fue aceptado por el tribunales italianos. Pero ese mismo argumento tampoco es aceptado por los bancos, cuando quien los esgrime es el gobierno argentino.
La oferta de esa nación incomoda también al Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyo director, Rodrigo de Rato, visitó Buenos Aires el año pasado, para exigir al mandatario Néstor Kirchner que la mejorara. La respuesta marcó el tono de la negociación: -«Ni lo piense», le contestó a Rato.
Estas son solo algunas de las novedades que la quiebra ha creado. La posición de Kirchner de negociar solo lo que estima posible de pagar, es lo que ha creado tanta expectativa y tanta presión. Hay temor de que el ejemplo se propague.
EXPECTATIVA DEL FONDO
El FMI espera el resultado del canje para adoptar una posición. Pero no hay un acuerdo sobre qué suma sería aceptable. Se habló de que si Argentina logra que un 75% de los acreedores se acojan al canje, no le quedará al FMI más que aceptar el resultado de la renegociación.
Pero la cifra nunca ha sido definida oficialmente. El vocero del Fondo, Tom Dawson, dijo tener «dificultades en fijar cuál es el nivel de participación aceptable. Sospecho que entre los 184 miembros tenemos diferencias sustanciales de opinión, y el equipo y la gerencia también tienen que emitir su juicio para poder llegar a una conclusión», afirmó Dawson.
Si el porcentaje de aceptación es de 75% o más, el FMI no tendrá problemas en aceptar que el canje fue un éxito y reconocer que Argentina ha salido del «default» (quiebra).
El obstáculo podría surgir si ese porcentaje no es tan alto. En ese caso, podrían reaparecer las discrepancias entre los miembros del Fondo sobre qué hacer con Argentina.
El diario británico Financial Times, que representa el punto de vista de los sectores más duros del mercado internacional, pidió al Fondo aprovechar el considerable poder que todavía tiene sobre la economía de dicho país para mostrar «firmeza». El periódico calificó de «mezquina» la propuesta y estimó que, gracias al crecimiento sostenido de los dos últimos años, el gobierno debería ser más generoso con los acreedores. O sea, que el país siguiera «socándose la faja» para que los especuladores pudieran salirse con la suya.
De acuerdo con el periódico, lo que está en juego es la credibilidad del FMI y si Argentina logra imponer su propuesta, otros países podrían perder el miedo a las sanciones por caer en quiebra.
ITALIA PROTESTA
De manera similar reaccionó el gobierno italiano. El vicecanciller Gianpaolo Bettamio, subsecretario para las Américas y senador de Forza Italia, el partido del premier Silvio Berlusconi, dijo a un diario de Milán que «si la mayoría de los bonistas rechaza la propuesta unilateral de Buenos Aires, se abriría un conflicto internacional sin precedentes que permitiría al Grupo de los Siete (las naciones más industrializadas), al FMI, al Club de París y al Consejo de Ministros de la Unión Europea a intervenir para hacer que Argentina respete las reglas internacionales».
Por su parte, el viceministro de Economía italiano, Gianluigi Magri, calificó la propuesta de «estafa» en un programa de radio. «Argentina nos está tomando del pelo. Un país que multiplicó el año pasado sus propios recursos y que aumentó las entradas fiscales en más del 30%, intenta hacer pasar como una forma de protección de su población lo que podría definirse (como) una estafa», dijo Magri.
El Secretario de Finanzas de Argentina, Guillermo Nielsen, estuvo en Italia recientemente para explicar a los grupos organizados de tenedores de bonos argentinos la oferta de su país. Nielsen no habló mucho al concluir las reuniones, pero parecía relativamente optimista.
Italia es uno de los acreedores más importantes de dicho país. El monto total de bonos en manos de unos 450 mil acreedores en ese país supera los 12 mil millones de euros. Todos esos acreedores están organizados en diversos grupos, entre ellos la llamada «Task Force Argentina», encabezada por Nicola Stock, uno de las duros opositores de la propuesta de canje.
La atención con la que los gobiernos, los organismos financieros internacionales, los medios y los mercados siguen la renegociación de esa deuda, indica que hay mucho en juego en este proceso, mucho más que los $81 mil millones de deuda.
Argentina ha ido saliendo de la crisis no solo sin dinero fresco del FMI, sino rechazando las recetas de ese organismo. Los resultados han sido espectaculares. Si además resolviera el problema con la propuesta presentada por el gobierno de Kirchner, es probable que las políticas de ese organismo cambien también.
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