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Todavía no ha quedado definida la participación real de la población iraquí en los pasado comicios electorales.
Mientras la atención de los medios de prensa se concentra en el eventual éxito de participación en las elecciones iraquíes, una mirada mas atenta revela los cambios profundos que el triunfo chiíta representa para la región.
En la capital de la vecina Irán, Teherán, el expresidente Akbar Rafsandjani celebró los resultados afirmando que ahora nadie podrá ignorar el papel del islán y del clero en Irak. Rafsandjani advirtió también a Estados Unidos que Irán «no es el lugar ideal para aventuras militares».
Para el primer ministro británico, Tony Blair, las elecciones en Irak fueron «un golpe en pleno corazón del terrorismo mundial». Washington también respiró aliviado cuando vio las cadenas de televisión mostrar las filas de iraquíes en los centros de votación. Antes de conocerse cualquier cifra, lanzaron voces de entusiasmo, celebrando lo que estiman como «las primeras elecciones libres» en Irak.
Falta saber todavía cuánta gente participó realmente en las elecciones iraquíes. Si fue el 75%, como se dijo en un primer momento, o el 60% que se mencionó después. La cifra será imposible de conocer y se dirá lo que se quiera, en unas elecciones sin controles de un organismo electoral independiente. Dos días después de la jornada electoral se habían contabilizado apenas 11 mil votos, pese a que estaban habilitados para votar 14,2 millones de personas. Solo una tercera parte de las urnas había llegado a Bagdad.
El escrutinio responde a las mismas características de todo el proceso. Se votó sin conocer a los candidatos, sin programas, en un país ocupado y en virtual estado de sitio. Las listas -83 coaliciones con un total de casi 7.800 candidatos- tenían nombres generales y similares como «La lista de la seguridad y de la estabilidad», «La lista de la seguridad y la justicia» y «La lista de Iraq». La del Primer ministro Iyad Allawi, un chiíta laico, se llamaba «Por un Iraq fuerte, seguro, próspero, democrático y unificado».
Entre el 29 y el 31 de enero, el gobierno cerró las fronteras, suspendió los servicios de telefonía móvil y satelital, prohibió el tránsito por las carreteras. La campaña se limitó a la distribución de volantes y a la colocación de algunos carteles.
Son días difíciles, decía un periodista iraquí. «La escasez de combustible empeora. Muchos residentes en Bagdad luchan a brazo partido para pagar los precios cada vez más caros del gas doméstico y el petróleo. Pretendan votar o no, muchos confían en que las elecciones abran paso a días mejores, o que, al menos, a cierta estabilidad y unidad nacional. Pero otros se muestran escépticos», afirmó.
«No hay manera de que estas elecciones unan a los iraquíes», elecciones unan a los iraquíes», estimó un empresario hotelero, Khassem Mohammed, de 36 años. «Las diferencias entre sunitas y chiitas tienen más de 1.400 años. ¿Cómo podría cambiar eso unas elecciones apresuradas?»
Pero las elecciones se llevaron a cabo y soy hoy una realidad política en Irak, de la que cada cual saca sus propias conclusiones.
IRÁN
Mientras tanto, el escenario político regional empieza a sufrir cambios profundos. Uno de los más importantes podría ser la mayor influencia iraní en Irak, consecuencia del triunfo chiíta. Su principal líder espiritual, el ayatolah Alí Al Sistani, sale con una posición fortalecida de estas elecciones, después de haber emitido una «fatwa» o decreto religioso, que exhortaba a sus fieles a participar en los comicios. Algunos dirigentes chiítas, la rama musulmana a la que pertenecen seis, de cada diez iraquíes, postulan la creación de un sistema federal y, en ciertos casos, un gobierno teocrático, como el de Irán.
Pero un Irak aliado de Irán es lo último que Washington quisiera, como resultado del proceso electoral y de su ocupación del país. El presidente George W. Bush dijo la semana pasada, no descartar una acción militar en Irán, si ese país persiste en querer dotarse de armas nucleares.
El triunfo chiíta preocupa también a los demás países del golfo Pérsico, controlados por monarquías sunitas. Pero los sunitas son minoría en Irak, donde representan apenas 35% de la población. La Asociación de Eruditos Musulmanes, de la rama sunita, llamó a boicotear las elecciones, en protesta por la destrucción de la ciudad de Faluya por las fuerzas norteamericanas de ocupación.
Se han multiplicado las voces que exigen la inclusión de los sunitas en el futuro gobierno, ante el temor de que se esté incubando una verdadera guerra civil en Irak. La Unión Europea sumó su voz a ese pedido, aunque obtengan pocos votos en las elecciones del pasado 31.
Pero el Comité de Ulemas Irakianos, que también llamó a boicotear las elecciones, puso en duda la legitimidad el proceso electoral. «La tasa de participación no ha sido tan elevada como dicen y la imagen dada por la prensa no es real, pues los periodistas solo tuvieron acceso a cinco asambleas de votación», dijo un portavoz del Comité que rechazó la cifra de participación de 60%. El Comité rechaza la validez de unos comicios celebrados bajo ocupación militar.
Estos no son, sin embargo, los únicos problemas políticos derivados de las elecciones.
En el norte, los kurdos han renovado sus demandas de control de la ciudad de Kirkuk y de puestos claves en el próximo gobierno iraquí.
El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, criticó el martes pasado la política de Estados Unidos en Irak y advirtió de que su país no tolerará «la creación de un caos duradero en la región».
Erdogan no precisó a qué se refería, pero observadores en Ankara interpretan sus palabras como una voz de alarma ante lo que sucede en la rica ciudad de Kirkuk, donde, según el gobierno turco, los kurdos intentan cambiar su composición demográfica para apoderarse de sus recursos petroleros, en detrimento de árabes y turcomanos.
Del otro lado, en Jordania, se teme un escenario de hegemonía chiíta. En los ricos países petroleros del golfo, donde gobiernan los sunitas, esa posibilidad es causa de preocupación.
Teherán, acusada reiteradamente por Washington de interferir en los asuntos internos de Irak, afirma que aceptará la voluntad de los electores, cualquiera que sea esta.
»Si hay elecciones libres y limpias en Irak, será un buen ejemplo para los países de la región. Creo que los norteamericanos y los baasistas iraquíes no quieren que eso suceda», señaló Rafsandjani, en referencia a los miembros del partido Baas, en el poder en Irak hasta la caída de Saddam Hussein.
La preocupación principal de Irán y de otros países árabes parece ser, en realidad, la ocupación de Irak y los planes de Estados Unidos para la región. Según Siria y Líbano se trata de un plan más vasto, para imponer el dominio de Washington en Medio Oriente.
Para Rafsandjani, Estados Unidos «puede intentar manipular el resultado de las elecciones» o incluso tratar de dar un golpe de estado, si esos resultados no le son satisfactorios.
Las elecciones abren un nuevo escenario, pero parece aun temprano para precisar las consecuencias que tendrá en Irak y en el oriente Medio.
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