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La gran idea de los poetas nicaragüenses de organizar el Primer Festival Internacional de Poesía en Granada, convirtió a esta impresionante ciudad nicaragüense en la capital del verso. Doscientos cincuenta poetas de toda América Latina, España y EE.UU hicieron sentir su voz.
Con un promedio de tres minutos por poema, significó, en términos generales, que durante los días del Festival escuchamos aproximadamente mil doscientos cincuenta poemas. Los recitales se dieron en lugares tan significativos como el atrio de la iglesia San Francisco, el atrio de la iglesia La Merced, la Casa de los Leones, el convento San Francisco, la Casa Los Tres Mundos. Con un público abundante, los poetas leímos desde la mañana hasta la media noche sin que nadie se moviera. La población granadina estuvo siempre ahí presente.
Todo empezó el 2 de febrero a las tres de la tarde. Los poetas que llegamos por avión, dimos inicio al primer evento, en compañía de la población alegrísima, con una marcha de chicheros, diablitos y atabales. Al grito de «muera la ignorancia, viva la poesía», transitamos por las calles de Granada leyendo poemas, en plena tarde, en cada esquina. Por la noche, y con la presencia de los otros poetas que venían por vía terrestre, la cita fue frente a la Casa Los Tres Mundos. Cuarenta jóvenes poetas leyeron hasta avanzada la noche. De regreso a nuestras habitaciones encontramos, cada poeta en su dormitorio, el obsequio de una magnífica antología de la poesía de Joaquín Pasos, bellamente editada en honor a su memoria y una artesanía nicaragüense. Al día siguiente, tres de febrero y el cuatro y el cinco , se sucedieron ,poeta tras poeta, las voces de nicaragüenses, hondureños, costarricenses, dominicanos, cubanos, españoles, estadounidenses, mexicanos, chilenos, guatemaltecos,, panameños, salvadoreños, portorriqueños, bolivianos, chilenos, uruguayos, españoles, norteamericanos, peruanos, colombianos. También se escuchó, en concierto, la voz de Norma Helena Gadea y de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina. Carlos Mejía conmovió a la asistencia con canciones, algunas de ellas, poemas de Joaquín Pasos y de Ernesto Cardenal.
Podemos afirmar que este Festival, tan meticulosamente organizado por un extraordinario equipo de compañeros nicaragüenses, tuvo la importancia de reunir al pueblo a través de la poesía, como se hizo en la década del setenta y nueve al ochenta y nueve, cuando se organizaban lecturas maratónicas de poesía en Ciudad Darío durante la revolución. Ahora, reunidos en Granada, nos parecía que estábamos como en los encuentros de Ciudad Darío donde se dieron cita centenares de poetas de Nicaragua y el mundo, para conmemorar al padre del Modernismo. Ahora, nos reunimos para rendir homenaje a Joaquín Pasos y al poeta Ernesto Cardenal al cumplir sus ochenta años de vida. Fue un gran homenaje en el que el poeta Cardenal nos impresionó, como un maestro, con varias importantes lecturas de sus poemas bajo un cielo titilante y misterioso.
La noche de la inauguración, ante la presencia del presidente de la república, don Enrique Bolaños, el poeta Cardenal leyó un significativo poema dedicado a «un presidente del siglo XlX, don Vicente Cuadra, famoso por su honradez, y quien subió al poder siendo un acaudalado ciudadano y terminó su gobierno en situación de ciudadano pobre. Un presidente que encontró las arcas del Estado vacías y las dejó llenas». El poema de Cardenal, cuyo contenido es este que apuntamos, resonó con voz firme y pausada, entre el público y el presidium donde se hallaba, repito, el presidente de Nicaragua Enrique Bolaños y el señor alcalde de Granada Alvaro Chamorro. Como toda la poesía de Ernesto, entre la sencillez, la profundidad y un contenido concreto, nos trasmitía un excelente texto literario donde se reivindica la honradez de un gobernante. Y después, siempre con su voz pausada y firme, Cardenal leyó un fragmento de su poema donde rescata los versos de Joaquín Pasos:
«Váyanse, váyanse, váyanse
Váyanse, váyanse, yankees
Cuando un curré canta en palo seco está anunciando sequía
Cuando canta en palo verde es que va a llover».
Este grandioso homenaje al poeta Ernesto Cardenal se convirtió en un homenaje para todos los latinoamericanos presentes, porque ver y escuchar al poeta Ernesto Cardenal, frente al atrio de la iglesia la Merced (bajo el mismo reloj donde un día él se inspiró para escribir poemas) como si lanzara su voz al infinito, pronunciando un bellísimo poema bajo un cielo estrellado de Granada, y con un frío extraño e inusitado en esta ciudad cálida, sintiendo todos un fuerte viento que se imponía y removía, escucharle, digo, fragmentos de poemas escogidos por él mismo de su Cántico Cósmico, nos parecía que éramos «astronautas ante la noche espacial».
«Y mirar ese arriba que es todo vacío. Vacío, es decir,
todo silencio.
…
Ese tormentoso río luminoso sobre nosotros
de estrellas, polvo, gas
(la Vía Láctea)
que es silencioso. Y además
la mayor parte de su masa es invisible.
La Vía Láctea no luminosa:
como decir en la zona de los sueños»
Su voz infinita, resonante, en aquella noche fría y luminosa. Fue, realmente, un homenaje a la poesía.
Durante los cuatro días de recitales y festival, el poeta Cardenal estuvo presente leyendo con ese su acento y los gestos propios de su entusiasmo. Después, vino la develización de su efigie en el Parque de la Poesía. Debo decir, en honor a la verdad, que no fue fácil poder entrevistarlo de parte de periodistas. Estaba tímido, reflexivo, ensimismado. Insistió en que no le agradan los tributos: » No me gustan los homenajes» » No es mi estilo». «Ya no me pregunte más», fueron expresiones que le escuché mientras platicábamos en medio de la gente. No obstante, varios homenajes le esperaban en otros países. Joven, vital, de acento firme y pausado lo vimos a sus ochenta años. Me contó de un proyecto de poesía muy interesante que realizará en los meses venideros con niños que se encuentran en una etapa difícil de salud y me contó de su próximo viaje a Cuba.
De modo que, entre escuchar a Ernesto Cardenal y a los otros doscientos cincuenta poetas invitados, podemos decir que, en efecto, hubo un derroche de poesía en Granada como saludo al máximo poeta vivo en lengua española.
La delegación costarricense fue la más numerosa, independientemente de la nicaragüense, la cual, como es lógico, requería ser la más representativa por estar en su país. Los poetas de Costa Rica invitados fueron, en orden alfabético:
Alejandro Cordero, Adriano Corrales, Alfonso Chase, Rodolfo Dada, Julieta Dobles, Ana Istarú, Mayra Jiménez, María Montero, Florencio Quezada, Marta Royo, Norberto Salinas, Oswaldo Sauma, Alfredo Trejos, Vilma Vargas y José María Zonta
Regresamos a nuestro país llenos de nuevas amistades, firmas, libros, autógrafos. Con más obsequios de los organizadores y patrocinadores: bolsos, bolígrafos, libretas, afiches, ediciones empastadas magníficas de libros como El Movimiento de Vanguardia en Nicaragua de Pedro Javier Solís y Rumbo Norte, historia de un sobreviviente, del excomandante revolucionario Hugo Torres. Nos obsequiaron un CD con las fotografías de todo el evento durante los cinco días, un diploma de Visitante Distinguido a la ciudad de Granada, y finalmente, para animar el gusto de algunos, nos entregaron, personalmente, a cada uno de los doscientos cincuenta poetas, una botella de ron, añejado en barricas de roble blanco por 12 años, Flor de Caña Centenario, en fe de amistad y «Buen viaje».
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