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LOS VERSOS DE LA PERRILLA

José Manuel Marroquín, probable autor.

José Manuel Marroquín, probable autor.
Versión oral de Mario Roa Velázquez


Introducción

Es vana sobremanera
toda humana previsión
pues en más de una ocasión
sale lo que no se espera.

***

Salió al campo una mañana
un experto cazador,
el más hábil y mejor
alumno que tuvo Diana.
Seguíale gran cuadrilla
de ejercitados monteros,
de ojeadores, ballesteros,
y de mozos de tradilla.

Van todos apercibidos
de las armas necesarias
y llevan de castas varias
perros diestros y atrevidos,
caballos de noble raza,
cornetas de monte, en fin,
cuanto exige Moratín
en su poema La Caza.

Levantan pronto una presa:
un jabalí corpulento
que huye veloz rabo al viento
y rompiendo la maleza.

 
 

Ellos siguen con gran bulla
tras la cerdoza alimaña
pero ella se da de tal maña
que a todos los aturrulla.

Y aunque gastan todo el día
en idas, vueltas y revueltas,
es vana tanta porfía.

***

Ahora que nuestros lectores
han visto de qué manera
pudo librarse la fiera
de los tales cazadores,
oigan lo que aconteció,
pues es suceso que admira,
no crean, no, que es mentira,
pues lo cuenta quien lo vio.

Al pie de uno de los cerros
que batieron aquel día,
una viejilla vivía
que oyo ladrar a los perros
y con ganas de saber
en qué paraba la fiesta,
iba subiendo la cuesta
a eso del anochecer.

Con ella iba una perrilla,
mas sin pasar adelante,
es preciso que un instante
gastemos en describirla:
perra, de canes decana,
entre perras protoperra,
era tenida en su tierra
como perra antediluviana.

Sarnosa era, digo mal,
no era una perra sarnosa,
era una sarna perrosa
en figura de animal.

Era otrosíderrengada,
la derribaba un resuello,
puede decirse que aquello
no era perra ni era nada.

Al oir pues la batahola,
la vieja el cerro subía
de la perra en compañía
que era lo mismo que ir sola.

Por donde iba la viejilla
hizo de pronto la suerte
que subiese el jabalí
escondido por si así
se libraba de la muerte.

La vieja entonces al ver
que escapaba por la loma,
¡zuz¡ dijo por pura broma
y la perra echó a correr.

Y aquella perra extenuada,
sombra de perra que fue,
de la cual se dijo qué,
no era perra ni era nada…

Aquella perrilla así,
¡cosa es de volverse loco!…
No pudo coger tampoco
al maldito jabalí.

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