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El informe oficial de Amnistía Internacional, presentado en Londres el pasado mes de mayo, calificó al campamento de prisioneros que Estados Unidos tiene en Guantánamo, Cuba, como un «gulag» de los tiempos modernos. Centro de confinamiento en donde se producen las violaciones más elementales de los derechos humanos de los prisioneros musulmanes detenidos en ese lugar. Pero los modernos «campos de concentración» norteamericana no están únicamente en Guantánamo. Irak y Afganistán son también países ocupados por el ejército norteamericano donde también se han construido estos campos de prisioneros políticos. Ahí se les veja, denigra, tortura y asesina sin el más mínimo apoyo y asistencia legal. Por eso la denuncia de Amnistía Internacional no nos trae nada nuevo. El imperio de la tortura y el terror ya ha dado infinitas muestras de su visión hitleriana del mundo.
Pero aparte del informe de Amnistía Internacional, su propio Director Ejecutivo, Willian Schulz, fue claro y sincero al afirmar que los Estados Unidos lo que tenía era un archipiélago de centros de detención secretos, de prisiones en el mundo, en donde las personas son detenidas en secreto, indefinidamente, sin acceso a un abogado, a un juicio o a sus familias. Muchas de esas personas desaparecen literalmente. Dijo, además, «que algunos casos sabemos de personas maltratadas, torturadas e incluso asesinadas.» Se afirma que el mismo The New York Times calificó a la Base Militar de Guantánamo como «una vergüenza nacional» y el senador demócrata Joseph Biden demandó el cierre inmediato de tan desprestigiado «campo de concentración» de la modernidad. (La Nación 6/5/05. p.36ª).
Sólo hace unos meses atrás las miles de fotos e imágenes en vídeo que algunos medios de comunicación difundieron sobre los vejámenes y torturas que los soldados norteamericanos aplicaron a los prisioneros iraquíes fueron una muestra de ello. Semejantes atrocidades, ejecutadas contra la especie humana, ha sido la norma en la forma de operar la inteligencia militar estadounidense. La filosofía del imperio nunca ha buscado la defensa de los derechos humanos, la democracia, la libertad o la justicia. Su accionar siempre ha estado fundado en el abuso, la represión, la tortura sistematizada, el crimen y el terrorismo oficializado. Este ha sido el sustrato último de su política exterior Todas esas torturas, crímenes y violaciones a los derechos humanos ya habían sido utilizadas y practicadas desde Guatemala hasta la Tierra del Fuego. Ejemplo de esa realidad ha sido nuestro ultrajado continente latinoamericano. Las Fuerzas Armadas defensoras de las dictaduras militares, entrenadas y avitualladas por la CÍA, combatieron a campesinos y trabajadores llamándolos terroristas. La doctrina de seguridad nacional fue un espacio de tortura y atropello a los derechos humanos, represiones, desapariciones, ejecuciones, masacres, crímenes, suplicios y tormentos inenarrables, propios de las más terribles satrapías, que la mayoría de la gente desconoce o quiere simplemente ignorar. Esos fueron métodos frecuentes y habituales mediante los cuales obtenían la supuesta información de los grupos que luchaban y apoyaban los esfuerzos de liberación de los sectores populares latinoamericanos contra las dictaduras militares. Dictaduras que contaban con la asesoría y el apoyo de la inteligencia militar norteamericana y las cuales ejecutaron las peores crueldades contra sus pueblos Toda esta tragedia forma parte de la historia no oficial de los pueblos latinoamericanos. A esta interminable lista de violaciones a los derechos humanos, por parte de los Estados Unidos, podemos agregarle algunos otros países: Vietnán, Sudán, Libia, Granada, Cuba, etc. Los cinco continentes han probado el sable despiadado de la «democracia» capitalista norteamericana. El mundo entero ha sido testigo, ahora más que nunca, que los enemigos de la libertad y los derechos humanos no son únicamente los miembros de Al Qaeda. Los verdaderos enemigos históricos de esos valores en el mundo no son otros sino el gobierno estadounidense y sus instituciones militares: la CÍA, El Pentágono, El Departamento de Estado y sus Fuerzas Armadas. ¿A cuántos de sus críticos no han torturado y decapitado en nombre de su fundamentalismo político?. El espíritu, los principios, la esencia, la filosofía y los fundamentos últimos bajo los cuales se sustenta la moral del poder y la hegemonía norteamericana es la sistemática y metódica violación de los más altos principios y valores de la persona. Los Estados Unidos de Norteamérica, sin credibilidad ni legitimidad mundial, irrespetuoso del derecho internacional y los derechos humanos, sin tolerancia ni devoción por la cultura, la religión ni la historia, no puede esconder el enorme desprecio que siente por los pueblos del mundo y por la humanidad en general. Desprecio que ha sido confirmado por el informe mundial acerca de la violación de los derechos humanos en el mundo recientemente presentado por Amnistía Internacional y su director ejecutivo
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