Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Declara el sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal no saber qué ocurrió en el cónclave vaticano que eligió al Papa actual, Benedicto XVI. Insinúa que la elección pudo ser manipulada y «robada» por quien la administró, el cardenal Ratzinger (Universidad, Nº 1621). Cardenal dice no estar enterado acerca de lo que ocurrió en la sesión porque los electores comprometen su secreto. El sacerdote no parece tener buena relación con el Espíritu Santo que, en el imaginario institucional católico, es quien alienta la reunión. Este Espíritu, a quien no obliga voto alguno, fue locuaz con la prensa. Gracias a su verbo sabemos que Ratzinger, intuyendo su designación, oró para no resultar electo. También que, cuando se resolvió el asunto en solo dos rondas, todos los electores se pusieron de pie para aplaudir y vitorear al nuevo Papa. El Espíritu Santo dijo haberse conmovido viendo a los ancianos abrazarse llorando cual niños a quienes se les cumple, como en los programas de Don Francisco, un sueño.
Espíritu declaró también que su decisión de alentar al grupo para que votara por Ratzinger se afirmó en el pasado desertor de éste. Recordó cómo, siendo adolescente, el actual Papa fue reclutado por el ejército nazi al que sirvió primero como colaborador en el servicio antiaéreo (Ludwigsfeld, Burgenland) y como soldado de la retaguardia en Traunstein. El Espíritu fue tajante al precisar que el joven Joseph jamás tuvo la debilidad de transformarse en ‘objetor de conciencia’, esa «detestable actitud secularizante», remarcó con desprecio Espíritu, sino que astutamente se fugó hacia la casa de sus padres. «Esta actitud de lealtad hacia su fe, acompañada de su sorprendente habilidad para disfrazar sus verdaderos sentimientos fue decisiva para nuestro apoyo», terminó Espíritu, con una sonrisa franca.
De modo que existe mucha información acerca de cómo fue electo Benedicto XVI. Y se sabe más que de otros cónclaves porque fue una de las exigencias de CNN para cubrir el evento. En este punto Ernesto Cardenal se muestra despistado.
No es primera vez que le pasa. En marzo de 1983, y con motivo de la visita de Juan Pablo II a Nicaragua (cuando el gobierno sandinista resistía la guerra y mantenía ilusiones), Cardenal, siguiendo instrucciones, no tuvo mejor ocurrencia que, con la televisión mundial encima, arrodillarse ante el Papa y besarle el anillo. John Paul The Second, lejos de aceptar su vasallaje, lo increpó bruscamente condenándolo de arriba abajo con una dura agitación de su dedo. La televisión mundial gozaba.
Cardenal tuvo allí la oportunidad de su vida. Debió erguirse, más alto que el Papa, y sin necesidad de gritar nada, rechazar la condena con un también muy enérgico señalamiento del índice. Pero en ese momento no lo alentó el espíritu de los pinoleros muertos en combate, ni la digna sencillez de su pueblo heroico, ni su deber de representar a un gobierno que se quería revolucionario. Ni siquiera lo avispó su poesía. Como perro despreciado se guardó su vasallaje escupido y se perdió en la no-historia.
No es raro que en el 2005 el Espíritu Santo no desee contarle a este candidato al Nóbel de Literatura cómo es que resultó elegido Benedicto XVI.
Este documento no posee notas.